Almendros en flor. Quinta de Los Molinos

Almendros en flor. Quinta de Los Molinos

No hace falta salir de Madrid para disfrutar de uno de esos espectáculos que la Naturaleza regala en cuanto presiente la llegada de la primavera. La imagen de los almendros en flor en numerosos puntos de España tiene su pequeña réplica, más íntima y recogida, en un parquecito de la calle de Alcalá, desconocido por muchos. Es la Quinta de los Molinos, justo al lado de la boca de Metro de Suanzes para quienes os animéis a visitarlo estos días.

Porque es ahora, justo ahora -o un día de estos, estad atentos-, cuando hay que acercarse hasta aquí para disfrutar de ese precioso efecto de panorama nevado que produce la floración de los almendros, de los que hay muchísimos ejemplares en el parque. Sus copas blancas sirven de inspiración a multitud de pintores, que en cuanto llegan estas fechas no quieren dejar pasar la oportunidad de plasmar con pinceles algo que es tan difícil de ver. ¡Sólo ocurre una vez al año! Y apenas dura unos días… Para que os hagáis una idea, ahí os dejo unas fotos del año pasado.

Flor del almendro. Quinta de Los Molinos

Flor del almendro. Quinta de Los Molinos

Disfrutar del momento es, además, la mejor de las excusas para conocer la Quinta de los Molinos, uno de esos rincones casi secretos que merece la pena descubrir. Aunque ahora esté a dos pasos del centro, esta zona era antes el extrarradio de la ciudad, donde tenían sus residencias de verano numerosas familias nobles. A comienzos del siglo XX el conde de Torre Arias vendió unos terrenos al arquitecto César Cort, quien compró otros colindantes para así hacer más grande su finca, en la que construyó un palacio y la que es conocida como la Casa del Reloj.

El parque está catalogado como Jardín Histórico Artístico y Bien de Interés Cultural. Sus 25 hectáreas incluyen grandes extensiones de arbolado, en las que es posible encontrar, además de los famosos almendros, una gran cantidad de especies, como olivos, pinos, eucaliptos… y lilas y mimosas que proporcionan un aroma de lo más agradable. Existen multitud de senderos, que hay que recorrer sin rumbo para encontrarse, aquí y allá, con estanques, fuentes, pozos… y hasta una pista de tenis de hierba con un pequeño graderío alrededor, en la que, claro está, no se puede jugar. Aunque, puestos a jugar… ¿qué tal si buscamos los dos molinos que dan nombre al lugar? Una pista: hay que mirar al cielo.

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