Escalera

Este palacio, ubicado en la Plaza de Cibeles, es uno de los más conocidos de Madrid debido, entre otros motivos, a su legendario fantasma, Raimunda, y a las falsas psicofonías que lo hicieron tan popular en los años noventa. Pero antes de que se divulgaran estos fenómenos paranormales, el edificio se había conocido como la “bombonera”, debido al lujo con el que se construyó en las últimas décadas del siglo XIX. Desde 1992 es la Casa de América.

Después de años frecuentando su cine, su auditorio y sus salas de conferencias, por primera vez el sábado pasado visité las salas nobles del Palacio de Linares, un edificio que, como el fanal que protege un ramo de flores secas, conserva la atmósfera del Madrid decimonónico. La guía nos explica que “antiguamente el eje Prado-Castellana estaba jalonado de palacios. Así que nos encontramos en un escenario idóneo para imaginar cómo era la ciudad hace 100 años”. Esta fue una de las primeras residencias del Barrio de Salamanca, el ensanche en el que se instalaría la creciente burguesía madrileña.  Aunque gran parte de los muebles y las pinturas que decoraban las fastuosas salas del Palacio de Linares han desaparecido (cabe destacar que en los últimos años se han adquirido algunas piezas en subasta), todavía sigue mostrando el esplendor de una época en la que el lujo se medía con toneladas de mármol de Carrara y pan de oro. Por esto, Luis García Berlanga eligió el Palacio de Linares para rodar en 1981 la historia del ficticio Marqués de Leguineche, protagonista de su disparatada comedia Patrimonio nacional, que refleja la decadencia de un mundo que desapareció hace mucho.

Tardaron casi dos décadas en construirlo y en la obra participaron 3 arquitectos, aunque en términos generales responde al diseño de Adolf Ombrecht, que siguió el gusto y la moda de los palacios parisinos.  Sus paredes están decoradas con sedas y tapices de los Gobelinos; su monumental escalera está decorada con bronces Graux-Marly, cuyas fábricas solo estuvieron abiertas diez años debido a la utilización procedimientos muy peligrosos para la salud de los artesanos,  y los techos tienen pinturas de Francisco Pradilla, Manuel Domínguez y Alejandro Ferrant. La propia entrada de coches es ya una muestra de exquisitez y refinamiento, con adoquines de madera para evitar el ruido de los carruajes.

Salón de baile

Don José de Murga y Reolid, I Marqués de Linares, era hijo de una rica familia de industriales vascos que habían amasado una importante fortuna con el auge de los ferrocarriles. El título, sin embargo, no vino con la herencia, fue un obsequio del rey Amadeo I en 1873 por su apoyo a la nueva corona. El marqués, como tantos otros burgueses advenedizos del siglo XIX, tuvo la necesidad de reivindicar su casta y su gusto, motivo por lo que este palacio se construyó con los materiales más costosos y se vistió con las mejores obras de arte. Las malas lenguas empezaron a insinuar una oscura leyenda en torno a los inciertos orígenes de su mujer, de quien se decía que era su hermana, la hija de su propio padre y una cigarrera de Lavapiés. Nunca tuvieron descendencia, pero algunos imaginaron que de este matrimonio nacería una niña a la que llamaron Raimunda y que fue emparedada en el propio palacio para evitar escándalos.

Finalmente no he visto a ningún fantasma, pero sí un palacio maravilloso. Las visitas, siempre guiadas, son los sábados y domingos a las 11, 12, y 13 horas. Volveré con amigos, seguro.

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