Escrita y dirigida por Hugo Pérez de la Pica, la nueva propuesta del Teatro Tribu Ñ profundiza en la investigación que ya iniciase su autor hace más de una década en torno a la música tradicional española. Después de Por los ojos de Raquel Meller y Paseillo, llega ahora Alarde de tonadilla, una historia de la canción popular desde los romances sefardís del siglo XV al cuplé de principios del XX.

Hace ahora diez años descubrí que es posible viajar en el tiempo. Sólo hay que entrar en un pequeño teatro de la calle Sancho Dávila y ver en que anda la compañía Tribu Ñ. Independientemente del interés que se tenga por la tradición española,  a la mayor parte del público le sorprenderá ver en su estado primigenio la forma de actuar de las estrellas del café-cantante de principios del siglo XX, porque lejos de otras apuestas contemporáneas que tratan de actualizar la canción popular, fracasando la mayor parte de las veces, Hugo Pérez de la Pica nos devuelve sin prejuicios ni temor a la atmósfera de toda una época que fue profundamente trasgresora y vanguardista.

Esta vez Pérez de la Pica traza una genealogía que se remonta al legendario Cancionero de Palacio, el manuscrito en el que ha llegado la música profana de la corte de los Reyes Católicos, y a una de sus temas más conocidos, “Tres morillas m’enamoran”, un zéjel que ya recuperaría Federico García Lorca en el disco que grabó con la Argentinita en 1931 bajo el título de Colección de canciones populares españoles. De esta manera la copla renace en Alarde de tonadilla como un género mestizo, nos lo sugiere con el romance sefardí “No la puso su madre” o la canción catalana “Rossingol”, perfectamente integradas en el conjunto. Pocas expresiones reflejan mejor el imaginario colectivo, nos explica el personaje de Lope de Vega que se cuela en la función. Prueba de ello serán siglos después las archiconocidas “Antonio Torres Heredia” o “Suspiros de España”. Pero aparte de su enorme valor filológico, también hay en el espectáculo una rememoración de las grandes figuras de la canción. “Amapolas y espigas” me hace pensar en María Dolores Pradera, “Romance de la otra” en Concha Piquer y “Cuatro fuentes” en Paquita Rico.

Una de las razones a las que se debe la calidad de los espectáculos de Pérez de la Pica es su capacidad para entusiasmar a un equipo que trabaja en el mismo código estético. Como viene siendo habitual en sus montajes, las escenas se componen como pinturas vivientes cuidadas hasta el último detalle. Los responsables son Miguel Pérez-Muñoz  (luces) y Santiago Martínez Peral (escenografía). La dirección musical corre a cargo otra vez de Mikhail Studynov y en escena están Candela Pérez, Raquel Valencia, Helena Amado, Badia Albayati, Alberto Arcos, Ana Peiró y José Luis Sanz, la mayoría de ellos actores que ya han trabajado en otras piezas del autor. Cabe destacar que en Alarde de tonadilla el baile cobra un protagonismo especial. Además de las directrices marcadas por Pérez de la Pica es importante señalar el trabajo coreográfico hecho por Juan Mata, la flamenca Raquel Valencia, capaz de parar el tiempo cuando aparece en escena, y Alberto Arcos que, además de intérprete, es un especialista en danza histórica.

Por la sinceridad y el enorme amor hacia la tradición de Hugo Pérez de la Pica, estoy seguro de que este nuevo título va a entusiasmar tanto al público familiarizado con su trabajo como a aquel que se acerque por primera vez. Hasta mediados de noviembre Alarde de tonadilla puede verse todos los domingos a las 19:00 en el Teatro Tribu Ñ. ¡Yo pronto repetiré!

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