La barra de piedra de ónice de Casa Alberto es toda una joya, única en todo Madrid.

Hacía tiempo que no iba a La Ardosa a tomarme un pincho de tortilla, obligatorio, con una cerveza bien tirada. Estaba de bote en bote, como de costumbre, pero todo el mundo se acopla sin problema al poco espacio que queda porque sabe que está en un lugar único. Esta es una de esas tabernas que saben a Madrid. Y hay algunas más a las que siempre hay que volver.

En La Ardosa, en la calle Colón, ¡siempre hay gente! Buena cerveza y mejor tortilla.

En La Ardosa, en la calle Colón, ¡siempre hay gente! Buena cerveza y mejor tortilla.

Víctor Frei saluda a todo el que entra a Taberna La Ardosa, en la calle Colón, porque no todos son turistas, no. Es cierto que muchos llegan con la guía de viajes en mano y se sonríen cuando comprueban que la fachada roja con carteles coincide con la foto. La Ardosa se fundó en 1892 con Rafael Fernandez, Bagena quien vendía aquí sus vinos de Toledo. En 1970 cambió de dueños y fue Gregorio Monje el encargado de mantener a La Ardosa en el Olimpo de las Tabernas. Su mujer, Conchita empezó a cocinar una de las tortillas más buscadas de la ciudad. Al frente sigue ahora su hijo Ángel, manteniendo el mismo espíritu de esta taberna con sabores caseros y costumbres de otros tiempos, como el de pasar por debajo de la barra para llegar al aseo.

La Ardosa fue fundada en 1892. Fue la primera en servir cerveza Guiness en Madrid.

La Ardosa fue fundada en 1892. Fue la primera en servir cerveza Guiness en Madrid.

Además de la tortilla hay que probar las croquetas de cecina o las bravas, y acompañarlas con una cerveza bien tirada (aquí se sirvió la primera cerveza Guiness de Madrid y la Pilsner se deja reposar como dios manda) o el vermú de grifo. Qué buena está su tortilla, no me canso de repetirlo, aunque parezca un tópico (y encima el pincho cuesta 2,90 €). En la puerta de al lado los mismos dueños de La Ardosa han abierto una taberna castiza pero con aroma andaluz, Casa Baranda, con el subtítulo de “antigua de Casa Manteca, 1919”, con un aire retro que parece haber estado ahí desde el siglo pasado. Con vinos finos, pura tendencia, que quiere convertirse en un templo del vino de Jerez acompañado, eso sí, de un buen jamón o de un bocata de calamares.

Siempre llama la atención la fachada roja de otra taberna mítica en Madrid: Casa Alberto.

Siempre llama la atención la fachada roja de otra taberna mítica en Madrid: Casa Alberto.

La fachada roja de Casa Alberto ya advierte de la enjundia del lugar, una taberna castiza como pocas, fundada en 1827 en la calle Huertas, 18, con un cartel en la fachada que avisa de que estamos en el mismo edificio donde hace siglos vivió Miguel Cervantes y donde escribió parte de El Quijote. Aquí sí que es un milagro llegar a la barra los días de mayor afluencia de público. A esa barra de piedra de ónice verde detrás de la que el camarero nos recita qué tienen cada uno de sus cinco grifos y con qué acompañarlo. Una recomendación: prueba los que dicen son los mejores callos de Madrid y el lomo de bacalao. Y en su restaurante, al fondo de la barra, cocina tradicional española con la mejor representación de la casquería madrileña, sí, pero también con alguna sorpresita como su presa ibérica con salsa de vermú con puré de berenjena asada, soja y miel.

La cocina castellana es la especialidad de Casa Paco, una auténtica casa de comidas.

La cocina castellana es la especialidad de Casa Paco, una auténtica casa de comidas.

El verde y el rojo son los colores de Casa Paco, la fachada más llamativa de la plaza de Puerta Cerrada. Una casa de comidas fundada en 1933 después de ser una de las tabernas más antiguas de Madrid, desde 1870. Abajo, a pie de calle, está la barra de estaño en la que los camareros ataviados con un blusón azul despachan vinos “peleones” de Valdepeñas y tacos de chicharrones y de queso manchego. Esto sí que es chatear. Arriba, el comedor, donde se sigue sirviendo cocina castellana típica, típica, con el cocido madrileño, las sopas de ajo y carnes asadas.

La Cruzada tiene el honor de ser la taberna más antigua de Madrid. Fue fundada en 1827.

La Cruzada tiene el honor de ser la taberna más antigua de Madrid. Fue fundada en 1827.

Pero si queremos ir a la taberna más antigua de Madrid, esa es La Cruzada. Su origen se data en 1827, cuando un aguador llamado García Posadas abrió este local en la calle Amnistía, a un paso de la plaza de Oriente y del Palacio Real. Entre sus clientes más ilustres se encontraba el mismísimo rey Alfonso XII y en su honor se conserva una copa de champán que él usaba guardada en una vitrina a la entrada, para que todo el mundo la vea. Aquí se puede comer uno de los mejores cocidos madrileños de la capital.

Solo falta darle un bocado: así de sabroso es el bacalao rebozado de Casa Labra.

Solo falta darle un bocado: así de sabroso es el bacalao rebozado de Casa Labra.

Todo el que va hasta Casa Labra lo hace para probar sus famosas “soldaditos de pavía” de bacalao, rebozado con tal maestría que allí se aguanta cola el tiempo que haga falta para conseguir el preciado botín. La fachada de esta taberna es marrón, abierta con tres puertas a la calle Tetuán, 12, formando una esquina redondeada junto a la transitada calle Preciados y su centro comercial. El tiempo en Casa Labra se ha detenido en el siglo XIX, con la misma decoración que vieron Pablo Iglesias y sus compañeros en sus reuniones para fundar, en esta vieja taberna, el Partido Socialista en 1879. Además del pescado rebozado, hay que probar las croquetas de bacalao, las albóndigas y la tortilla de patata servida con pimientos verdes.

La Generación del 98 en pleno fue cliente asidua de la Taberna Antonio Sánchez.

La Generación del 98 en pleno fue cliente asidua de la Taberna Antonio Sánchez.

Otra joya de la historia tabernaria de Madrid es la Taberna de Antonio Sánchez (en Mesón de Paredes, 13), fundada en 1830 por el torero del mismo nombre. Por eso está llena de recuerdos taurinos, desde las cabezas de toros disecadas a los carteles con las figuras de la época. Pero no solo era lugar de reunión de los taurinos, ya que por su barra de estaño también pasaron grandes escritores de la Generación del 98 atraídos por sus tapas: caracoles, tortilla de San Isidro (con bacalao y cebolla), huevos estrellados o morcilla con pasas.

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