Una historia gigantesca

Categoría: En familia 18 julio 2018
El gigante extremeño, su madre y ¿quizás el rey Alfonso XII?

El gigante extremeño, su madre y ¿quizás el rey Alfonso XII?

Para ver todo un gigante, nada menos que dos metros y treinta centímetros, basta con darse un paseo por Madrid y llegarse hasta el Museo Nacional de Antropología. Allí se exhiben un vaciado en cera y el esqueleto de Agustín Luengo Capilla, un joven nacido en Badajoz en 1849 y aquejado de acromegalia, el mismo mal del protagonista de Handia, la película sobre el gigante de Alzo que alcanzó una estatura aún mayor: 2,42 metros.

Esqueleto del gigante extremeño en el Museo Nacional de Antropología

Esqueleto del gigante extremeño en el Museo Nacional de Antropología

No son los primeros gigantes que han asombrado Madrid. Ya en tiempos de los árabes, el cronista Ibn Hayyán dice que al excavar un foso en el exterior de la muralla se encontró una tumba con un esqueleto gigantesco «de 51 codos, que son 102 palmos, desde el cojín de la cabeza al extremo de los pies». Estamos hablando de cerca de 25 metros, así que los estudiosos se decantan por pensar que los restos pudieran ser efectivamente de un antiquísimo vecino, aunque no humano. Más bien se trataría de algún ejemplar fosilizado de la fauna que habitó estos lares en el Pleistoceno. Pero retomemos el hilo y la vida del asombroso extremeño.

 Grabado de una sala del Museo Anatómico (El Anfiteatro Anatómico Español, nº 36, 15 de julio de 1874, p. 150)

Grabado de una sala del Museo Anatómico (El Anfiteatro Anatómico Español, nº 36, 15 de julio de 1874, p. 150)

Aunque la leyenda habla de que el impulsor del Museo de Antropología, Pedro González de Velasco, se ofreció a pagar a Agustín medio duro al día a cuenta de su propio cuerpo cuando falleciera, parece que en realidad el gigante vivió y murió en la indigencia. Su enterramiento suponía un gasto muy elevado para su humilde familia, así que la madre aceptó donarlo (o venderlo) a la Ciencia. También se pone en duda que hubiera sido exhibido en ferias y circos durante su corta vida y ni siquiera parece ser cierto el rumor de que gustaba en demasía del vino, la comida y otros placeres carnales.

Hay más mitos sobre el caso. En su pueblo natal, Puebla de Alcocer, se exhibe una bota de gran talla, muestra del par que supuestamente le regaló Alfonso XII. Como hiciera su madre Isabel II con el otro gigante, el vasco, parece que quiso ver de primera mano y en audiencia privada las proporciones de este fenómeno de la Naturaleza y así lo refleja la prensa de la época. Se muestra incluso una fotografía de Agustín con -quizás- su madre a un lado y -solo quizás- el monarca al otro flanco. Pero no está claro ni que le fueran regaladas las botas ni que el retratado sea el monarca, porque el parecido (más allá de su napoleónico gesto de esconder la mano bajo la chaqueta) es como el de un huevo a una castaña.

Cabecera de la revista El anfiteatro anatómico español

Cabecera de la revista El anfiteatro anatómico español

El caso es que el gigante de la Puebla dejó este mundo sin cura para sus males y con apenas 26 años el último día del año 1875. El doctor Velasco reclamó el cadáver y depositó sus restos en el Museo Anatómico, que llegó a contar con su propia revista y todo. Ese gabinete de curiosidades sería,  andando el tiempo, el Museo Nacional de Antropología, donde aún podemos visitar al gigante extremeño.

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