El Madrid de las escritoras (II)

Categoría: Arte y Cultura 21 marzo 2019

Emilia Pardo Bazán en un banquete. Biblioteca Digital Memoria de Madrid.

¡Y lo prometido es deuda! Aquí va el segundo de una serie de artículos sobre el Madrid de las escritoras que iniciamos el pasado 8 de marzo. En esta ocasión hablaremos de las que vivieron entre finales del siglo XIX y la primera mitad del XX: Emilia Pardon Bazón y las escritoras de la conocida como Edad de Plata.

Del Madrid romántico viajamos al Madrid finisecular de Emilia Pardo Bazán (1851-1921), una de las figuras más notables del naturalismo español, del que Los pazos de Ulloa es tal vez la obra más sobresaliente. Además fue periodista, ensayista y conferenciante de enorme influencia para algunos intelectuales de su tiempo como Giner de los Ríos –impulsor de la Institución Libre de Enesñanza–, el escritor Miguel de Unamuno o el editor José Lázaro Galdiano, cuya colección de arte conforman hoy un fantástico museo. Con Benito Pérez Galdós mantuvo una compleja relación amorosa e intelectual. Fue la primera mujer en presidir la sección de literatura del Ateneo de Madrid y la primera en ocupar la cátedra de literatura neolatina en la Universidad Complutense. Su candidatura para formar parte de la Real Academia Española fue rechazada tres veces. Las reivindicaciones políticas y sociales que vertebran todo su pensamiento la convierten en abanderada del feminismo en España. Vivió en un palacete hoy desaparecido de la calle de la Princesa.

Coetáneas a la Generación del 98 son la periodista Carmen de Burgos (1867-1932), conocida como Colombine, y la escritora Concha Espina (1869-1955). Ambas vivieron en Madrid y tuvieron un gran protagonismo en la vida intelectual de la Edad de Plata, el periodo comprendido entre el reinado de Alfonso XIII y el final de la Segunda República. En  1901 Carmen de Burgos abandonó a su marido y se instaló en la capital. Seis años más tarde sería admitida por la Asociación de la Prensa de Madrid. Fue la amante y mentora del escritor Ramón Gómez de la Serna, veinte años menor que ella y a quien introdujo en los círculos intelectuales de la ciudad. El joven solía pasar a recogerla a diario por su casa del barrio de Chamberí y luego juntos iban paseando hasta los cafés de la Puerta del Sol, donde se encontraban las más apasionantes tertulias de la época. Por su parte Concha Espina fue una novelista de enorme prestigio durante los años diez y veinte. Sus novelas La esfinge maragata y Tierras del Aquilón fueron premiadas por la Real Academia Española. Llegó a ser candidata en tres ocasiones consecutivas al Premio Nobel de Literatura. De ideas conservadoras pidió el indulto del poeta Juan Archer y se divorció del marido, del que previamente se había separado. En su salón de la calle Goya tenía una tertulia frecuenta por jóvenes escritoras. Madrid le ha dedicado una avenida y una estación de metro.

La Verbena. Maruja Mallo, 1927. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. La pintora Maruja Mallo fue otra de «las sinsombrero».

Algo más jóvenes que las anteriores fueron las escritoras Rosa Chacel, Ernestina de Champourcín o María Zambrano entre muchas otras que despuntaron durante los años de la Segunda República. Integrantes de la conocida como Generación del 27, todas fueron vecinas de Madrid en algún momento de su vida. Frecuentaron las mismas tertulias y cafés que los hombres y algunas de ellas se las apodó como “las sinsombrero” porque tenían la “revolucionaria” costumbre de descubrirse la cabeza cuando salían a pasear por el centro. Si ellos frecuentaron la Residencia de Estudiantes, algunas de estas mujeres estuvieron vinculadas a la equivalente Residencia de Señoritas, actual sede de la Fundación Ortega y Gasset – Gregorio Marañón. Rosa Chacel publicaría en 1976 su novela Barrio de Maravillas en la que recuerda cómo era Madrid a principios del siglo XX y en concreto el barrio que hoy llamamos de Malasaña. Ernestina de Champourcín cultivo la poesía mística y a su regreso tras el exilio recibiría la Medalla al Mérito Artístico que ofrece el Ayuntamiento de Madrid. También a su regreso a España, María Zambrano, filósofa y ensayista de exquisita sensibilidad, haría para TVE este extraordinario comentario del cuadro de Santa Bárbara de Robert Campin (Maestro Flemalle) que se encuentra en el Museo del Prado y con el que cerramos el artículo.

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