Cuando uno viaja a una ciudad lo primero que necesita es un lugar donde dormir. Pero este post no va de eso. El Palace y el Ritz son dos hoteles, sí. Dos establecimientos céntricos, cómodos, exclusivos, clásicos, detallistas y perfectos. Pero este post pretende hacernos entender por qué estos dos emblemas situados uno enfrente del otro, a cada lado del Paseo del Prado, son parte viva de Madrid desde hace más de 100 años.
Los dos fueron inaugurados por el rey Alfonso XIII, el Ritz en 1910 y el Palace en 1912. Con ambos se pretendía que Madrid tuviera dos grandes hoteles a la altura de los mejores del mundo para recibir a los grandes viajeros que llegaban a la ciudad. Pero a lo largo de este siglo, no han sido sólo eso: han sido escenarios de intrigas, de anécdotas, de Historia con mayúscula y de historias que nunca podrán ser contadas (la discreción de sus trabajadores es una de sus armas de venta).
Al Palace y al Ritz se va aunque uno no se hospede allí. Se va a merendar, como cantaba sobre todo la cupletista Lilian de Celis en Las tardes del Ritz: “Aunque cien años llegase a vivir, yo no olvidaría las tardes del Ritz”. Un foxtrot que era pura picardía y ambientado en un hotel en el que una norma no escrita impidió durante años que se alojaran artistas de la canción o el cine.
En los años cincuenta el actor James Stewart fue rechazado en el hotel, pero hizo gala de su condición de coronel del ejército estadounidense y tuvo que ser admitido. Esa norma, en cualquier caso, hace muchos años que se superó y, como dato para los mitómanos, el Ritz es uno de los hoteles que más celebrities alberga. La lista sería interminable. El Palace nunca tuvo tantos remilgos con sus huéspedes, por lo que las grandes estrellas solían quedarse en este hotel.
También parte de la historia de España se ha escrito entre las paredes del Ritz y del Palace. Ambos fueron convertidos en hospital durante la Guerra Civil española (1936-1939). En el primero falleció el 20 de noviembre de 1936 el líder anarquista Buenaventura Durruti, herido en una batalla en la Ciudad Universitaria. Al Palace su ubicación enfrente del Congreso de los Diputados le ha marcado siempre, pero nunca como aquella noche del 23 de febrero de 1981, cuando una intentona golpista trató de acabar con la incipiente democracia española. El hotel se convirtió en cuartel general de periodistas y observadores, que tenían allí una atalaya fundamental para comprobar cómo discurrían los acontecimientos.
Cuántos personajes han acogido las paredes de estos hoteles. Algunos fueron clientes de los dos, como el pintor Salvador Dalí, quien ya en sus años de formación en la Residencia de Estudiantes solía frecuentar los bares de ambos. Hay un documento maravilloso con membrete del Palace con un dibujo de Dalí y un poemita de Federico García Lorca en el que le piden a un amigo algo de dinero para Luis Buñuel, que no pasaba por un momento boyante.
En fin, tantas historias, tantas anécdotas y tantas curiosidades… Pero lo más importante es que ambos hoteles siguen siendo protagonistas de la vida de Madrid. Lugares en los que hospedarse, o sencillamente acudir para tomar una copa, cenar o disfrutar de su brunch de los domingos. Lugares para soñar. Dormidos o despiertos. Y nunca mejor dicho.