En Madrid el trabajo es fundamental, pero también saber aprovechar el tiempo libre. Cuando vienen amigos a visitarme que no conocen la ciudad, sean como sean o tengan los gustos que tengan, siempre acabo llevándoles a los sitios que me gustan a mí. Las tapas nunca fallan, desde luego. Eso de comer a base de vinos y cañas les vuelve locos. Lo que sucede es que muchos llegan con aquella mítica leyenda de la tapa gratis. Por desgracia, cada vez son menos los bares que te ponen una buena tapa con la caña. Pero si quieres sorprenderlos, los llevas a la terraza del Hotel Ada, con esas vistas a la cúpula del edificio Metrópolis, y casi siempre quedan muy agradecidos. También es inevitable un paseo por la Gran Vía, un espacio muy vinculado a la vida de los habitantes de la ciudad.
Pero, si alguien llega primera vez a Madrid y no cuenta con un cicerone como yo, mi recomendación es muy simple: pasear. Que lo del bus turístico está muy bien; pero que las ciudades hay que pasearlas, hay que vivirlas, hay que subir y bajar la Gran Vía, darse un paseo por El Retiro, cruzar el Paseo del Prado, callejear por Malasaña, tomarse un café en el Barrio de la Letras… Y, por supuesto, no perderse el Rastro. Allí confluyen tribus urbanas y señoras mayores, niños y padres, compradores y vendedores, ocio y cultura.
Echo de menos sitios como el Ras, un mítico local que estaba en la calle Barbieri y al que solíamos ir el grupo de amigos. Era un local pequeñito, con una minúscula pista de baile y una escalera de cubos donde nos sentábamos como si fuera el palo de un gallinero. Allí pasamos grandes noches empezando a descubrir quiénes éramos y conociendo a otras personas que hablaban nuestro mismo idioma. Luego la ruta nos llevaba al Gris y solía acabar en el Rick’s donde, cuando se acercaba la hora de cierre, siempre comenzaba una tanda de música petarda y de los setenta que nos volvía locos. Luego llegó el Stella… Experiencias tengo muchas pero no son aptas para este blog.
Últimamente me muevo mucho entre dos locales: el Coconut Bar, en la calle de San Roque, y el Marta Cariño, en la calle de la Palma. Son la combinación perfecta. Al Coconut, que tiene una decoración espectacular, suelo ir a merendar, como las señoras mayores. Me encanta zamparme una buena ración de tarta y un batido mientras suena rock de los 50. Y luego está Marta Cariño, que para mí juega un poco el papel que tenía el Central Perk en Friends. Es un punto de encuentro donde sabes que no importa el día, ni la hora, siempre que entres en el Marta habrá alguien conocido, te recibirán con una sonrisa y es muy probable que acabes cerrando el bar con una peluca en la cabeza.
Yo mismo he sido DJ, algo que ahora está muy de moda. He pinchado por toda España con las La’s Monica’s Randall’s dj’s, aunque Madrid era nuestra base de operaciones. Hemos pinchado en la sesión que organizaba el gran Aviador de Luxe en la sala Cool, en el antiguo Ocho y Medio y otros muchos sitios. Pero para mí La’s Monica’s Randall’s dj’s siempre estarán ligadas a La Sueca, un local de copas que había al final de la calle Hortaleza y que ya no existe. Allí fue nuestra primera sesión, en una cabina minúscula.
Si he salido el sábado, el domingo lo suelo dedicar a la lectura. Me gustan las librerías pequeñas. Por supuesto que he comprado libros en grandes superficies pero en esos espacios siempre tengo la sensación de que da igual lo que compres, siempre te sientes uno más. Sin embargo, en las tiendas pequeñas, uno se siente especial, casi único, aunque sea mentira. Por eso me gustan las librerías pequeñas. Para comprar algo de literatura LGTB hay que ir, sí o sí, a Berkana, en la calle Hortaleza, porque es una institución. También me gusta mucho comprar en Panta Rhei donde encuentro cosas fascinantes.
Madrid te puede alimentar el alma, pero también el cuerpo. Disfruto mucho en el Bogotá, que está en la calle Belén. Es un restaurante de comida casera que está buenísima. Y además hacen una tarta de queso que es un escándalo. También me gusta el cubano de la calle Infantas, el Zara, que hacen unos daiquiris estupendos para beber mientras te comes una yuca frita o una ensalada de aguacate bien rica. Y las hamburguesas del Zombie Bar. Me han hablado muy bien de El Apartamento pero aún no he tenido oportunidad. Cuando la tenga, te lo cuento.