Aunque me venga fatal la hora, aunque me surjan todo tipo contratiempos, cuando me invitan a una obra de Lorca, la haya visto una o mil veces, siempre digo que sí. Porque yo a Lorca no soy capaz de oponerle resistencia y le dedicaría las mismas palabras que, en Bodas de sangre, la novia le dedica a Leonardo: “me arrastras y voy, / y me dices que me vuelva / y te sigo por el aire / como una brizna de hierba”.
Hasta el 12 de enero se representa en la Sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán 1941. Bodas de sangre que, como si fuera un juego de muñecas rusas, encierra dentro de la historia de una compañía de comediantes de los años cuarenta, una de las obras más conocidas de Lorca. Frente al frío que pasan los actores durante los ensayos clandestinos, destaca el calor sensual de los personajes que estos mismos interpretan. Mientras en la realidad unos se rebelan a la censura y al olvido, en la ficción otros sucumben sin paliativos al deseo, en cualquier caso todos inseguros ante “el qué dirán”. En la puesta en escena de Tejido Abierto, la joven compañía que llega con este título al Centro Dramático Nacional, la expresión poética y política alcanza una temperatura poco habitual en el teatro. “Dos bandos. Aquí hay ya dos bandos. (…) Ha llegado otra vez la hora de la sangre”, grita la madre del novio y aunque la obra se estrenó en 1933, en el contexto de 1941 parecería una metáfora de la Guerra Civil.
Pero más allá de este ejercicio de teatro dentro del teatro, 1941. Bodas de sangre esencialmente es Bodas de sangre, la obra de Federico García Lorca, y además recupera muchos de los recursos, como la música y el baile, que en otras representaciones suelen olvidarse. Del crudo neorrealismo de las primeras escenas, donde se busca una interpretación desnuda de los diálogos, al simbolismo cada vez más lírico de los últimos cuadros, en los que la poesía sustituye a la prosa. Entre los aciertos de la dirección de Jorge Eines, el más sorprendente para mí es el personaje del novio, casi siempre perfilado con un carácter pusilánime y sin embargo en esta ocasión encarnado por el actor Daniel Méndez con empuje y virilidad, tal y como lo describen el padre, “tu hijo es fuerte” o la mendiga, “¡qué espaldas más anchas!”.
La propuesta de Tejido Abierto, conocida por sus atrevidas adaptaciones de Beckett y Shakespeare, no traiciona el texto original de Lorca, muy al contrario lo preserva en su integridad y nos lo devuelve como una de esas fotos antiguas que al verlas de nuevo parece que se han hecho ayer.