Priscilla. Reina del desierto

Categoría: Diversión, LGTB 6 octubre 2014

En 1994 la cartelera de cine se rindió ante Las aventuras de Priscilla, reina del desierto, una road movie a la australiana que reinventaba muchos de los clichés del colectivo LGTB sin caer en la caricatura burlesca y que obtuvo el Oscar al mejor diseño de vestuario. Una década más tarde, en 2006, se estrenó en Sidney el musical que ahora llega a Madrid después de haber alcanzado un enorme éxito en Londres y Nueva York.

Dicen los productores de Priscilla. Reina del desierto que cada mes gastan un kilo de purpurina, dato que, después de haber visto el musical, me parece sorprendentemente escaso. Más de 200 tacones, pelucas y sombreros aderezan esta historia en la que tres drag queen recorren en un autobús bautizado como “Priscilla” el corazón de Australia. ¿Pluma? tanta como para elevarse hasta el techo del Nuevo Teatro Alcalá y salir volando por la ventana al ritmo de los grandes éxitos del pop, entre los que no podrían faltar I will survive, Go west o Material Girl.

El público asiste sorprendido a las sucesivas trasformaciones de Tick, Jaime Zatarán, y Adam, Christian Escudero, en Mitzi y Felicia respectivamente, espectaculares divas de la canción. Aunque la metamorfosis más radical es la de Mariano Peña, conocido por encarnar al homófobo dueño del bar de la seria de televisión Aída, y que en Priscilla. Reina del desierto interpreta a la carismática Bernadette, heroína transexual que gracias a su aplomo saca de apuros a los chicos en varias ocasiones. El elenco lo completan un cuerpo de baile absolutamente entregado, 12 músicos y tres cantantes extraordinarias, Patricia del Olmo, Rosanna Carraro y Aminata Sow, que acompañan a los actores principales flotando sobre sus cabezas, porque, como dirá Bernadette en una de las ocasiones, “el playback es un arte puro”.

Pero lejos de ser una frivolidad, Priscilla. Reina del desierto muestra sin tabúes los conflictos personales, las heridas y los sueños propios de quienes se enfrentan a la vida colocando el corazón por delante. Tick tiene que “resolver” un asunto familiar muy lejos de Sidney, Bernadette acaba de perder a su pareja y Adam desea bailar en lo alto del monte Uluru. El amor y el deseo les arrojan a un desierto que conquistarán con muchas dosis de fantasía en una epopeya sobre el derecho a ser uno mismo.

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