Foto: Ceferino López

En 2016 se cumple el 400 aniversario de la muerte de William Shakespeare y para celebrarlo el Teatro de la Comedia, abierto después de 13 años de rehabilitación el pasado otoño, nos trae al loco de Hamlet.

La historia la sabéis todos: erase una vez un hijo que quería vengar la muerte de su padre…Las lecturas posibles dependen de cada uno. Hay hamlets más vengativos y otros más existencialistas. El de Miguel del Arco, al frente de la dirección de esta propuesta, es desde luego el más cínico e irónico que yo he conocido. Sin quitar ni un ápice de poesía a algunos de los monólogos más bellos de Shakespeare reunidos en esta obra, como el famoso “Ser o no ser”, las escenas humorísticas están muy reforzadas, a veces con la incorporación de morcillas que tratan de interpretar el texto desde una sensibilidad contemporánea.

La apuesta de la Comapñía Nacional de Teatro Clásico y Kamikaze producciones cuenta con un equipo de lujo. Además de Miguel del Arco, que en 2010 nos propuso otro Shakespeare – La violación de Lucrecia, aquella vez interpretada por una inolvidable Nuria Espert -, brilla en el papel principal un extraordinario Israel Elejalde, que aborda todos los matices del príncipe de Dinamrca, uno de los personajes más complejos de la historia del teatro. Por lo que sin duda, para mí, el mayor logro de este Hamlet es la dirección de actores: nunca excesivos pero llenos de pasión, perfectamente coreografiados en escena y creíbles en cada una de sus frases. El elenco lo completan Ángela Cremonte, Cristobal Suarez, José Luis Martínez, Daniel Freire, Jorge Kent y Ana Wagner.

Debo advertir a aquellos que tengan miedo a zambullirse en un texto tan elevado, que esta versión de Hamlet, de casi tres horas de duración, transcurre con enorme dinamismo gracias a la escenografía diseñada por Eduardo Moreno. Una cortina en constante movimiento, diversas proyecciones y las luces de Juanjo Llorens, que subraya con precisión los momentos de máxima intensidad, hacen que las palabras de Shakespeare se cuelen en nuestros oídos y penetren en nuestro corazón para quedarse.

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