Este miércoles 14 de septiembre actúa en el Libertad 8, como parte de la celebración de los 40 años de la sala, Ismael Serrano, firme defensor de la música hecha y cantada con sentido poético y compromiso social. Uno de los adalides de la generación que, en los años 90, sacó del pozo del olvido la canción de autor, Ismael tiene ya 13 discos propios a sus espaldas, más un montón de aportaciones en discos colectivos. Y en todas esas canciones grabadas hay siempre un poso de concienciación política que sirve de guía a la obra musical de este artista.
No obstante, en pleno siglo XXI, ¿puede la música cambiar el mundo?: «Cambiar el mundo a través de la música es, quizá, una idea demasiado ambiciosa e ingenua. La música puede servir para generar espacios de encuentro que nos ayuden a entender que no estamos solos en el cuestionamiento de la realidad. En una sociedad atomizada e individualista, la música nos hace sentirnos acompañados, crea vínculos, de tal manera que recuperamos la convicción de que tenemos capacidad para influir en la realidad, en tanto en cuanto podemos encontrar las complicidades necesarias para ello».
En la memoria colectiva y en la de Ismael figuran títulos de canciones que revelan ese deseo de que las cosas mejoren para todos: «Creo que hay canciones que no pierden vigencia: A galopar en la voz de Paco Ibáñez, Para la libertad, cantada por Serrat, El canto a la libertad, de Labordeta, Grândola, Vila Morena de José Afonso, Al Alba de Aute… Canciones que trascendieron lo musical para convertirse en un símbolo político. A día de hoy muchos de esos mensajes siguen siendo necesarios.» Todo esto se aplica también a los títulos firmados por Serrano: «Cantar Papá, cuéntame otra vez con 42 años no puede tener el mismo significado que cuando la compuse, pero sirve como recordatorio ante la necesidad de construir relatos generacionales propios y nuevos, como llamada a no abandonar los sueños. Al fin y al cabo ayer morían en Bosnia los que hoy mueren en Siria».
Ismael es madrileño de pura cepa: «Madrid es el lugar al que siempre regresas. Es verdad que hay un cierto sentimiento de extrañeza o de sentirte algo ajeno cuando pasas tanto tiempo fuera, pero no deja de ser el escenario de gran parte de los momento más importantes de mi vida. Aquí viven mi familia, mis amigos, aquí me críe, aquí están los cafés en los que empecé, aquí nació mi hija». Para Ismael Madrid tiene de especial el que «es una ciudad llena de contradicciones: es la ciudad del «No pasarán» y del «Vivan las caenas». Fue la última en caer en la Guerra Civil y hasta hace poco bastión de la derecha. Es el epicentro de la cultura porque vivimos en un país centralista que concentra la mayor parte de sus instituciones políticas y culturales en su capital. Es una ciudad capaz de inventarse un puerto de mar (tiene su batalla naval todos los años en Vallecas) y bares maravillosos en los que encontrar calor y tertulia. Tiene su noche maravillosa y sus días terribles. Siempre se dice que es generosa con quienes vienen a buscar fortuna en ella. Lo cierto es que quien la encontró fue más bien por mérito propio: por ejemplo, los emigrantes que en los 60 y 70 vivían en Vallecas, como mi familia, tuvieron que luchar mucho para que fueran aceptados, para que sus chabolas no fueran derribadas, para que se les dieran los servicios que merecían, para que se reconocieran sus derechos. Sin embargo, con todo y con eso es hermosa. Yo la amo. No puedo ser objetivo. Es parte de mi familia, parte de mis amores.»
También Madrid es la capital de la canción de autor en nuestro país: «Sigue habiendo un gran circuito de música en vivo, gracias a la heroicidad de todos aquellos que se esfuerzan por mantener abiertos los locales aun con el desamparo de las instituciones. Y sigue existiendo también un gran circuito de canción de autor. El Libertad 8, La Fídula, Galileo… son lugares donde se sigue rindiendo culto a este género: muchachos y muchachas que parapetados tras la guitarra hacen la crónica social y sentimental del tiempo que les toca vivir tratando de darle un vuelo poético. ¿La capital? No se. Desde luego sigue siendo una barricada en la lucha por la música en vivo y sobre todo en la promoción de la canción de autor».
De entre sus conciertos aquí, Ismael recuerda espacialmente «el último gran concierto en el que participé en Madrid. A pedido de Silvio Rodríguez, tuve el privilegio de celebrar un recital en mi barrio en el que compartimos escenario Luis Pastor, Luis Eduardo Aute, el propio Silvio y un servidor. Silvio quería emular los conciertos en los barrios que hace en La Habana. Estando yo de visita por su tierra, me habló de las ganas de hacer un recital así. Yo recogí el guante. En un arrebato de vanidad le dije que tenía que hacerse en mi barrio y que se lo iba a organizar yo. Cuando me puse a trabajar en ello, él, con gran generosidad, nos invitó al resto a subir a cantar unas canciones. Y así, gracias al apoyo del Ayuntamiento y de la SGAE, hicimos uno de los conciertos más emocionantes de mi vida. Ninguno de los músicos cobramos por ello. Es más, sufragamos todos parte de los gastos. Fue inolvidable. El ambiente. La gente. Quién me lo iba a decir, que iba a compartir escenario con Silvio y Aute, en mi barrio, ante cerca de 15.000 personas». El del día 14 no será igual, pero también promete ser especial: «Supongo que haré balance de toda mi carrera y de lo aprendido en todo este tiempo. En el manejo de la guitarra, del escenario… Retomaré ese diálogo que hace más de 20 años empecé con el público y que a día de hoy me sigue emocionando. Casi todo lo que sé de este oficio lo aprendí en escenarios como ese».
Esta es la ruta madrileña de Ismael Serrano:
El Libertad 8. Allí empezó todo. Sigue siendo lugar de encuentro para mis amigos más íntimos. Sigo disfrutando de la compañía y de las canciones de otros compañeros de profesión en ese entorno.
La Cuesta de Moyano. De niño, casi todos los meses, al menos un fin de semana, nuestro padre nos llevaba de paseo a mis hermanos y a mí a las casetas de libreros de la Cuesta de Moyano. Pasear entre libros, comprar un par e ir a leerlos al Retiro debiera ser tradición ineludible en Madrid.
El Tempranillo. Un bar de la Cava Baja maravilloso. Juan, el anfitrión, siempre sugiere algún vino, y al calor de la barra se resuelven los grandes problemas del mundo. Y ya de paso se pica algo.
El jardín del Príncipe de Anglona. Un jardín escondido, cerca de la plaza de la Paja, un poco de paz entre tanto bullicio.
Elektra, tienda de cómics de la calle San Bernardo. Antiguamente pasaba por el Aventurero, una librería desaparecida, junto a la Plaza Mayor, a comprar tebeos. Cuando la cerraron para poner una tienda de souvenirs vagué como alma en pena hasta que llegué a Elektra, en San Bernardo. El cómic no es un género literario menor y para quien desee comprobarlo esa tienda es un buen punto de partida.