En 2016 la Fundación Francisco Giner de los Ríos, heredera del legado intelectual de la Institución Libre de Enseñanza, ha cumplido 100 años. Por este motivo y en el marco del programa de actividades de Madrid Otra Mirada abre sus puertas con el objetivo de dar a conocer un capítulo imprescindible de la historia de España, el proyecto de modernización que impulsó Giner desde la ILE.
Hace un año, la rehabilitación y ampliación de su sede fue premiada por el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid como la mejor obra de 2015. Además de la recuperación de los edificios históricos, el estudio AMID.cero9, de Cristina Díaz Moreno y Efrén García Grinda, proyectó una nueva construcción que consiste en una serie de volúmenes trapezoidales engarzados orgánicamente y cubiertos por una piel o celosía que potencia un diálogo singular con la vegetación del entorno, casi como si fuera una transcripción tridimensional del pensamiento de Giner de los Ríos y de la ILE.
Pero para comprender realmente el nuevo edificio, para entender la trascendencia de esta fundación, debemos recordar quién fue Francisco Giner de los Ríos y su influencia en los intelectuales de las cuatro primeras décadas del siglo XX, la llamada Edad de Plata. Sin lugar a dudas el episodio más determinante de su carrera fue la creación en 1876, junto a otros profesores universitarios entre los que se encontraban Nicolás Salmerón y Gumersindo de Azcárate, de la Institución Libre de Enseñanza, un laboratorio pedagógico que, inspirado por la filosofía krausista, se proponía regenerar España a través de una educación laica basada en la autonomía de los alumnos.
Detrás de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (1907), que becaría a varios miles de graduados, de la Residencia de Estudiantes (1910), por donde pasarían el Premio Nobel Español Severo Ochoa, Salvador Dalí, Federico García Lorca o Luis Buñuel, o de las Misiones Pedagógicas (1931), que se propusieron acercar la cultura a las zonas rurales y en las que participaron entre muchos otros el cineasta Val del Omar o María Moliner, estuvo siempre la ILE, en funcionamiento durante sesenta años. Todo acabó con la llegada de la Dictadura Franquista que, al considerar la Institución el sustento ideológico de la II República, la prohibió nada más acabar la Guerra Civil. Sin embargo, la Fundación Giner de los Ríos, creada en 1916 tras la muerte del profesor, mantuvo latente su memoria hasta la llegada de la Democracia en 1978. Desde entonces sigue con la labor que comenzó hace ya cien años: impulsar una nueva educación que forme ciudadanos libres.
Hoy, muchos de los principios de la Institución Libre de Enseñanza son compartidos por la mayoría de los pedagogos. La educación mixta, el aprendizaje como juego, el conocimiento del medio natural a través de excursiones o la incorporación del deporte y las actividades manuales en los programas formativos son frecuentes en casi todos los planes de estudio. Pero la importancia de la ILE va mucho más allá, porque sin ella sería imposible comprender la cultura española de la primera mitad del siglo XX. Joaquín Costa, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Gregorio Marañón, Santiago Ramón y Cajal o Joaquín Sorolla – que levantó su casa, actual museo dedicado a la obra del pintor, a pocos metros de aquí –, son solo algunos de los científicos, artistas y escritores que se involucraron en el proyecto. Además, a través de su boletín, la institución contó con colaboraciones de Charles Darwin, H.G Wells, Gabriela Mistral, Rabindranath Tagore, María Montessori o León Tolstoi, lo que refleja su enorme prestigio internacional. Por todo esto, el mismo día de la muerte de Giner de los Ríos, tan respetado por todos, Ortega y Gasset se acercó hasta este mismo lugar del Paseo del General Martínez Campos para dejar una nota que rezaba simplemente: “El maestro ha muerto”. Con esto lo decía todo. ¡Felices 100 años!