La moda romántica, Arquitectura y ornamentación y La infancia descubierta son tres exposiciones distintas que resultan complementarias y que coinciden este invierno en Madrid para revelarnos cómo era la España del siglo XIX.
La primera de las muestras puede verse en el Museo del Romanticismo, el lugar más adecuado para conocer en profundidad la sociedad durante el reinado de Isabel II, entre 1833 y 1868. Hasta el 5 de marzo las salas de este palacio exhiben junto al mobiliario y obras de arte de la colección, una veintena de modelos provenientes del Museo del Traje. Tanto fracs, levitas y chalecos de caballero, como trajes femeninos de paseo, de baile o de novia sirven para ofrecer una visión global de los usos sociales de la moda en el siglo XIX, uno de los fenómenos más característicos de la centuria. Es entonces cuando por primera vez triunfan los sastres con firma propia, aparecen las revistas especializadas y damas y caballeros empiezan a sucumbir a los cambios de estación con sus tendencias particulares.
El siglo XIX es la última entrega de un amplio proyecto de estudio, iniciado en 1991, en torno a los dibujos de Arquitectura y ornamentación que forman parte de los fondos de la Biblioteca Nacional de España. Por primera vez en esta exposición se presentan de forma conjunta tanto los planos y alzados de algunos de los edificios – construidos o imaginados – más sobresalientes de la centuria como los apuntes y acuarelas de los pintores románticos que recorrieron España y retrataron muchos de sus monumentos medievales. Destacan muy especialmente los proyectos de modernización urbana de Madrid durante el reinado de José Bonaparte, algunos de los cuales serían más tarde asumidos por Fernando VII e Isabel II, como la reforma de la Plaza de Oriente o la creación del viaducto de la calle Bailén. Un capítulo especial merecen las arquitecturas imaginarias de Brambilla, que podrían recordar a las escenografías que décadas más tarde se utilizarían para el cine, y por supuesto los dibujos de algunos de los más importantes artistas españoles del siglo, como son Pérez Villaamil, Mariano Fortuny o Valentín Carderera, conocido por dedicar gran parte de su vida a la defensa del patrimonio histórico español.
La tercera de las exposiciones se presenta en la sala 60 del Museo del Prado, un espacio que de manera rotativa muestra los fondos de pintura del siglo XIX que habitualmente no se exhiben. Esta vez bajo el título La infancia descubierta se han reunido retratos de niños de los más significativos pintores románticos españoles, entre los que destacan Federico Madrazo y Valeriano Domínguez Bécquer – hermano del poeta –. No se trata de un tema elegido al azar, ya que desde finales del siglo XVIII y gracias en gran medida al pensamiento ilustrado que daba una enorme importancia a la educación, la niñez se convirtió en una etapa de la vida con sus propias reglas y características, como vienen a demostrar estos cuadros. La naturaleza, presente en muchas de estas obras, refleja por una parte la influencia de la pintura francesa de esta época y por otro simboliza la inocencia de los menores. Por su sentido político merece la pena prestar cierta atención al retrato de los hijos de la infanta Doña Josefa de Borbón, obra de Antonio María Esquivel, tal vez inspirada en unos versos del padre de estos, José Güell, que dicen: “No te importe vivir en la pobreza / si puedes respirar al aire puro”, y que son un alegato a favor del liberalismo, como también se ha interpretado el detalle de que los niños estén liberando un jilguero.
De esta forma el Museo del Romanticismo, la Biblioteca Nacional y el Museo del Prado evocan una época en la que el país se reencuentra consigo mismo a la vez que asimila muchas de las modas y costumbres que vienen de fuera.