El centenario de Carlos III
Se cuenta que el palco real del antiguo Teatro di San Carlo de Nápoles se insonorizó por exigencia del propio monarca para que éste pudiera trabajar o leer mientras la corte se entretenía escuchando la ópera. A diferencia de su padre, Felipe V, que había hecho venir al castrato Farinelli a Madrid para que le curase de la melancolía, Carlos III no era ni mucho menos un melómano y sus gustos se orientaban más bien hacia la caza, la lectura y muy especialmente las ciencias. Por esto Jean Ranc, en un retrato que hizo del infante a la edad de siete años y que se conserva en el Museo del Prado, lo representa estudiando con atención unas flores y acompañado de aves exóticas.