Fachada del Palacio de Liria, obra del arquitecto Ventura Rodríguez.

Seis años después del éxito de la exposición El legado Casa de Alba, con la que se inauguró el programa “Mecenazgo al servicio del arte” en CentroCentro, abre sus puertas al público el Palacio de Liria, que hasta ahora sólo podía visitarse una vez al mes y con cita previa. La lista de espera era de dos años, lo que demostraba el enorme interés que existía por conocer los tesoros de su colección (pinturas, tapices, mobiliario…). Desde hace una semana es un hito más en el itinerario que los aficionados al arte y la historia suelen hacer por Madrid, y del que también forman parte otras casas-museo, entre las que se encuentra el vecino museo Cerralbo, o el Palacio de Linares.

No sé si es verdad, pero antes solía repetirse que si la reina de Inglaterra y la duquesa de Alba se encontraban en un ascensor, era la primera, Isabel II, quién debía ceder el paso a Doña Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, heredera de tantos títulos nobiliarios, tantos tierras y palacios, que no sólo estaba legitimada para codearse con los reyes de toda Europa como si fuera una más, sino que incluso les podía mirar un poquito por encima del hombro. De hecho, algo que se subraya en la visita al Palacio de Liria, es que la Casa de Alba ha sobrevivido a todos los avatares de la historia, y ha seguido en su sitio con los Austrias, los Borbones, el franquismo y la democracia como si fueran algo consustancial a España. Qué sé yo, como si fueran los toros o el flamenco mismo. También cuenta la leyenda que Pablo Picasso quiso retratar a la duquesa, tal y como había hecho Francisco de Goya con su antepasada, pero que ésta no acepto posar para el genio puesto que pretendía retratarla desnuda. A lo que sin embargo nunca puso ningún reparo es a copar las páginas de sociedad de las revistas, que hasta su fallecimiento en 2014 se ocuparon de contarnos con todo lujo de detalles las bodas, los  bautizos y las comuniones de su familia.

Salón dedicado a la pintura flamenca.

Algo de la carismática personalidad de Cayetana Fitz-James Stuart y Silva se respira todavía hoy en los salones del Palacio de Liria, un palacio que tras la Guerra Civil quedó devastado por un incendio y que ella misma junto a su padre decidieron reconstruir casi por completo tal y cómo había sido proyectado por el arquitecto Ventura Rodríguez. En las paredes obras atribuidas a Velázquez, Zurbarán, El Greco, Rubens, Mengs y por supuesto Goya. Entre las pinturas más interesantes de la colección destacan las de Zuloaga, amigo personal del decimoséptimo duque de Alba, y un retrato maravilloso que Tiziano hizo del Gran Capitán. Este mini-museo del Prado es también un importante archivo histórico en el que se conservan el dibujo que Cristóbal Colón hizo de la Isla de La Española, una primera edición de El Quijote o la Biblia Políglota Complutense, uno de los proyectos intelectuales más importantes de la España del Renacimiento llevados a cabo en la antigua universidad de Alcalá de Henares.

Cofre que se muestra en la sala dedicada a la pintura flamenca.

Sin embargo, a diferencia de otros palacios que se han convertido en museos, el de Liria sigue siendo la residencia de Carlos Juan Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo. Según me han explicado, las visitas deben interrumpirse al mediodía para que el decimonoveno duque de Alba pueda bajar a comer tranquilo, sin que los turistas y visitantes le molesten. ¿Se imaginan que lo viéramos a través de una vitrina? ¡Sería fantástico!. El Palacio de Liria puede visitarse de lunes a domingo, aunque el lunes por la tarde está cerrado, y las entradas, que cuestan 14€, pueden adquirirse en taquilla  (calle Princesa, 20) o por internet (les recomiendo este método dada la gran afluencia esperada).

Salón Zuloaga, en el que se exhiben los retratos que el pintor hizo del decimoséptimo duque y de la decimoctava duquesa, la popular Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, cuando era niña

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