Cecilia Valdés, por fin en la Zarzuela

Categoría: En familia 23 enero 2020

Cecilia Valdés. Foto: Javier del Real.

El Teatro de la Zarzuela salda una deuda con Latinoamerica al montar por primera vez, en sus 163 años de historia, una obra firmada por un compositor cubano. Hasta el 9 de febrero la música tropical de Gonzalo Roig suena a ritmo del melodrama de Cecilia Valdés, un manifiesto en contra de los prejuicios raciales estrenado en 1932.

De las más de 3.000 partituras de teatro lírico que hay registradas en Cuba la más conocida de todas es Cecilia Valdés, inspirada en la novela homónima de Cirilo Villaverde y considerada junto a Sab (1841), de Gertrudis Gómez de Avellaneda, y Francisco. El ingenio o las delicias del Campo (1839), de Anselmo Suárez y Romero, una de las primeras obras abolicionistas en lengua castellana. La esclavitud había sido prohibida en la España metropolitana en 1837, pero seguía existiendo en las provincias de ultramar, donde miles de negros trabajaban en las plantaciones de caña de azúcar. En 1839 se publicó la primera parte de Cecilia Valdés, pero la segunda -donde realmente habla de la crueldad de algunos criollos y españoles- tuvo que esperar hasta 1879. «Eso tenía de perversa la esclavitud, que poco a poco e insensiblemente infiltraba su veneno en el alma de los amos, trastornaba todas sus ideas de lo justo y de lo injusto, convertía al hombre en un ser todo iracundia y soberbia». A partir de entonces Cecilia Valdés, que narra la historia de una mulata hija de las relaciones extramatrimoniales de un señorito blanco con una mujer negra, se convierte en un mito nacional que reivindica la identidad mestiza del pueblo cubano.

La puesta en escena de esta producción de Cecilia Valdés corre a cargo de Carlos Wagner, que ha ambientado la historia en La Habana de los años 50 del siglo XX sin que nada chirríe -el vestuario de Christophe Ouvrard es exquisito y tiene una importantísima función para que todo fluya de manera natural-. Sin duda el director ha querido subrayar, con una interpretación al borde del histrionismo, lo mucho que en este melodrama hay de culebrón televisivo. Resulta imposible no recordar éxitos como la serie venezolana Cristal sin que esto le reste intensidad a la denuncia implícita en el libreto duro y contundente de Agustín Rodríguez y José Sánchez-Arcilla, porque esta Cecilia Valdés es en buena parte y por desgracia una historia muy actual, la historia de tantas personas discriminadas socialmente por el color de su piel.

Como es habitual en la zarzuela, las romanzas se combinan con canciones populares, que en este caso son las típicas de la isla de Cuba -guarachas, contradanzas, bembé, tango congo o son-, músicas y ritmos tan vivos todavía hoy que hacen de Cecilia Valdés una obra sorprendentemente fresca. “El popopó” cantado por el personaje Dolores de Santa Cruz es una de las partes más conocidas de la obra. Óliver Díaz, el director musical, ha sabido destacar la riqueza de esta partitura, que en algunos momentos podría recordarnos a un musical de Broadway. Cabe destacar a la soprano Elizabeth Caballero en el papel principal, ¡está divina!

Antes me refería a las 3.000 partituras de teatro lírico registradas en Cuba. Tampoco puede olvidarse la enorme tradición que la zarzuela tiene al otro lado del Atlántico. Esperemos que Cecilia Valdés sea el primero pero no el último título de un compositor latinoamericano que se estrene en el escenario de la calle Jovellanos.

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