Al menos 14.838 piezas componen una Ramírez, la guitarra con la que Andrés Segovia se hizo inmortal. Visitamos el taller decano de los guitarreros de la escuela de Madrid que, con más de un siglo de historia, cuenta con local propio en la calle de la Paz número 8.
Fue un 6 de mayo de 1913, poco antes de su primer concierto en el Ateneo, cuando un jovencísimo Andrés Segovia se dejó caer por la Guitarrería Ramírez, fundada por José Ramírez I 31 años antes. No tenía un duro, pero le prestaron un instrumento y al escuchar lo que era capaz de hacer con las cuerdas le dijeron que se lo llevara. Días más tarde Manuel Ramírez, hermano pequeño y aprendiz del anterior, le comentó que el recital había sido enorme y que al sentir “cómo se transformaba en bella música las cuatro tablas que había juntado” estuvo a punto de gritar algo así como “dirijan algunas palmas hacia este lado, que también tengo ganas de participar un poquitín del éxito”. Hoy esta guitarra se conserva en el Museo Metropolitano de Nueva York, junto a otra construida por José Ramírez III para Christopher Parkening. La historia, o mejor dicho la leyenda, de esta guitarrería no había hecho más que empezar.
Sigue funcionando igual que un taller del siglo XIX: la obligación de los aprendices es dominar la herramienta para pasar a ser oficial de segunda. Con la construcción de la cuarta guitarra sin error alguno, el oficial de segunda se convierte en el oficial de primera. El maestro domina todos los procesos y se dedica al diseño y a la investigación, que es lo que diferencia al buen artesano. Hoy lo dirige Amalia Ramírez, probablemente la primera mujer que ha sido maestra en el oficio. Junto a ella trabajan José Enrique y Cristina Ramírez, los hijos de José Ramírez IV. A partir de aquí, echando marcha atrás en el tiempo, comienza el baile de nombres y cifras como si estuviéramos hablando de los faraones del viejo Egipto, hasta llegar al año 1882, cuando Don José Ramírez de Galarreta y Granell, José Ramírez I, abre su propio taller en un local del Rastro. Desde entonces en esta casa, que ha tenido varias sedes hasta llegar a la de la calle Paz 8, se han formado los principales guitarreros de la escuela de Madrid. Enrique García sale de su taller y en Barcelona prepararía a Francisco Simplicio -el gran maestro de la ciudad Condal-. Domingo Esteso, Santos Hernández, Modesto Borreguero aprenderán en el taller de su hijo, Manuel Ramírez, y Paulino Bernabé y Manuel Contreras en el de su nieto José Ramírez III.
La escuela de Madrid es hoy una de las más prestigiosas del mundo y para reconstruir su historia habría que remontarse al gremio de violeros de la capital, que a mediados del siglo XIX incorporó y desarrollo las innovaciones del almeriense Antonio de Torres, considerado el inventor de la guitarra española tal y como lo conocemos, así como las aportaciones de otra gran escuela española, la de Cádiz (familia Pagés, Dionisio Guerra…). No es un instrumento tan antiguo como el violín, pero tiene unos orígenes que lo acercan al mito y que van del laúd del harén musulmán a la vihuela del estrado castellano. Gaspar Sanz escribió su Instrucción de música sobre guitarra española a finales del siglo XVII y el propio Antonio Stradivari construyó una guitarra . Fue precisamente un guitarrero de la familia, Manuel Ramírez, el que se ocupó de restaurar los cuatro instrumentos del maestro italiano que atesora el Palacio Real de Madrid.
Sin embargo una de las aportación más importante de este taller para la historia del instrumento fue la guitarra de tablao, creada por José Ramírez I con una mayor proyección para que pudiera oírse con fuerza en los cafés cantante, tan populares a principios del siglo XX. Nacía entonces lo que hoy conocemos como guitarra flamenca, y que también han hecho acólitos de esta casa a artistas como Paco de Lucía, Enrique Morente, Manolo Sanlúcar, Manuel Montoya, Sabicas o Serranito, con quién les une una estrecha amistad, como se narra en este vídeo.
En los reportajes que hablan de esta saga familiar, no suele contarse que José Ramírez II, además de artesano, fue comercial de la discográfica His master voice en Argentina, donde vivió alrededor de veinte años, y músico, a quien se debe la primera grabación de guitarra flamenca de la que hay registro en un cilindro de cera (propiedad de Carlos Martín Ballester). Por desgracia la terrible carestía de la posguerra en España le impidió trabajar con los mejores materiales, lo que provocaría constantes riñas con su hijo, ansioso por llevar la experimentación artesanal a las cotas más altas y convencido de que no podía venderse todo lo que construían, porque antes había que probar los instrumentos y ver cómo evolucionaban.
Por suerte José Ramírez III pudo desarrollar estas aspiraciones años más tarde, cuando se convirtió en maestro del taller. Considerado el más atrevido de los artesanos de la saga y gran investigador, escribió un libro sobre el arte de hacer guitarras y creó el modelo tradicional que hoy lleva su nombre. En Japón, unos periodistas especializados, decidieron abrir por la mitad uno de sus instrumentos, para ver si descubrían su secreto. Luego lo reprodujeron pieza a pieza con exactitud, sin conseguir por supuesto el sonido del original. Inventó para José Tomás la guitarra de 8 cuerdas, y con la ayuda de Narciso Yepes desarrolló la de diez. Fue el primero que empezó a construir la tapa armónica con madera de cedro rojo, en el año 65, que más tarde fue imitada por todos los artesanos del mundo. También investigó el uso de los barnices más adecuados y la longitud exacta de las cuerdas.
Sus hijos, José Ramírez IV y Amalia Ramírez, los dos últimos maestros del taller, han tenido muy claro que además de las guitarras artesanales, era imprescindible desarrollar una línea guitarras de estudio, fabricadas en serie. De esta manera, gracias a que los costes se abaratan, los principiantes y aficionados pueden conocer las Ramírez. Además, en las últimas décadas, los artistas pop se han interesado por los instrumentos de esta casa, que ha producido guitarras cutaway y acústicas artesanales, idóneas para su estilo. Ya los Beatles en 1964 aparecen con una de sus guitarras en el videoclip de la canción I love her (minuto 1,48). Luego llegaría Supertramp, Mark Knopfler, Eric Clapton, Mike Oldfield, y los españoles Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, Rosana, David Bustamante o Raül Rrefree…entre otros.
Cristina y José Enrique Ramírez, la quinta generación de esta saga, dicen que son tantos los músicos que tienen una de sus creaciones que es imposible mencionarlos a todos. En los últimos años han hecho giras por Asia para dar a conocer las posibilidades de un instrumento que es el símbolo de España en medio mundo y han propuesto al consistorio la creación de un museo dedicado a la escuela de Madrid y a la guitarra española, que sin duda es uno de los grandes inventos nacionales de los que podemos presumir sin sonrojarnos. En su colección hay documentos únicos, como cartas de Francisco Tárrega, Andrés Segovia o Narciso Yepes, postales de los cuadros flamencos y las cupletistas del Madrid de la Edad de Plata, y guitarras y más guitarras históricas, románticas, de la escuela de Cádiz, de Antonio Torres y de cada uno de los Ramírez, que se distinguen de las otras por tener una pala acabada con forma bulbosa. Esto es importante, porque la firma de todo guitarrero se encuentra en los pequeños detalles.