La Real Fábrica de Tapices celebra ahora su 300º aniversario (©Álvaro López del Cerro).

La Real Fábrica de Tapices celebra ahora su 300º aniversario (©Álvaro López del Cerro).

Un paseo por la historia. Eso es lo que nos propone la Real Fábrica de Tapices, que en este 2021 celebra su 300º aniversario. La realización y restauración de tapices, alfombras y reposteros es una de sus dos grandes misiones. La otra es proteger el patrimonio textil de España. A través de sus visitas guiadas podemos conocer cómo trabajan hoy los maestros tejedores con técnicas centenarias.

©Álvaro López del Cerro

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La elaboración manual de un tapiz es un delicado proceso que conlleva entre seis y doce meses de dedicación por cada metro cuadrado. Los trabajos comienzan con la creación del cartón, un modelo a escala real que guía al tejedor en todo momento. Así nos lo cuentan en la Real Fábrica de Tapices, fundada por el rey Felipe V en 1721, hace ahora justo 300 años. El final de la Guerra de Sucesión, allá por 1713, propició que España perdiera no solo sus territorios en Flandes. También quedaron rotas las relaciones comerciales entre ambas potencias lo que provocó que dejaran de importarse los muy codiciados tapices flamencos. Poder hacerlos en una manufactura propia fue una idea que enseguida rondó la cabeza del monarca, que escogió para su implantación un edificio muy cerca de la puerta de Santa Bárbara, situada entonces junto a la actual plaza de Alonso Martínez. Su primer director fue Jacopo Vandergoten, que hasta Madrid llegó con su familia, consumados tapiceros todos, procedente de Amberes.

©Álvaro López del Cerro

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La Real Fábrica de Tapices fue una de las manufacturas reales creadas para la realización de objetos de lujo nacidas al amparo de la política mercantilista de la Ilustración española, al igual que la Real Fábrica de Cristales de La Granja o la de Porcelanas del Retiro, que estuvo instalada dentro de los jardines, próxima al lugar donde hoy se alza la fuente del Ángel Caído. Pronto alcanzó gran prestigio, sobre todo después de la introducción de los telares de alto lizo, que permitieron incrementar la capacidad de producción y aumentar la calidad de los tapices, que, en un principio, siguieron la estética flamenca.

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Bajo el reinado de Fernando VI el estilo y también los temas de los cartones fueron cambiado. Aparecieron en ellos costumbres populares, episodios históricos, motivos mitológicos… Todo con un cierto regusto italiano. Pero fue con Carlos III cuando la Real Fábrica de Tapices alcanzó su máximo esplendor. El monarca otorgó la dirección artística a su primer pintor de cámara, Antonio Rafael Mengs, que introdujo un concepto neoclásico en las composiciones en las que, de pronto, empezaron a mostrarse escenas, tipos y paisajes españoles. No estuvo solo: para su trabajo contó con la ayuda del arquitecto Francesco Sabatini y, posteriormente, de los pintores Francisco Bayeu, nombrado director tras Mengs, y Mariano Salvador Maella.

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Algunos jóvenes artistas fueron contratados en aquellos tiempos para realizar los cartones. De entre todos destacó Francisco de Goya, recién llegado de Zaragoza. El pintor aragonés entregó su primera serie en 1775 y la última en 1792. De muchos de ellos se puede disfrutar hoy en el Museo del Prado. En sus paredes lucen, entre otros, algunos tan famosos como El Quitasol, destinado para decorar el comedor del infante Carlos en el Palacio Real de El Pardo, La gallinita ciega, para el dormitorio de las infantas en el mismo palacio, o La pradera de San Isidro, que, en realidad, es un boceto.

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A finales del siglo XIX, el crecimiento urbano de Madrid condicionó el traslado de la manufactura al extrarradio de la ciudad. El emplazamiento elegido para levantar el edificio neomudéjar que debería albergarla fue un terreno conocido como el “olivar y huerta de Atocha”, lugar en el que aún hoy continúa. Trescientos años después de su fundación sus fines siguen siendo los mismos: mantener los oficios artesanales, conservar y restaurar el patrimonio textil de España y fomentar todas las actividades culturales que contribuyan al conocimiento del arte de la tapicería.

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A través de su programa de visitas guiadas, la Real Fábrica de Tapices ofrece la posibilidad de acceder a los obradores históricos y contemplar en directo el trabajo de los tejedores. Es toda una experiencia, un viaje al pasado y al presente de una profesión que encierra muchos secretos. Por las explicaciones conoceremos que, una vez aprobado el diseño del tapiz, las madejas de lana y seda son teñidas de forma individualizada en la Sala de Tintes. La calidad de estos resulta fundamental para garantizar un resultado óptimo a nivel estético, pero también para asegurar la pervivencia de las tonalidades tras el paso del tiempo. El tejedor utiliza canillas cargadas con finas hebras de lana y seda para trasladar los matices pictóricos del cartón al lenguaje del tapiz. Cada obra se adapta al gusto y las necesidades del cliente, que puede intervenir activamente en el diseño y en la selección de materiales y colores. Todo este proceso artesanal da lugar a una pieza exclusiva.

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Además de tapices, de este espectacular centro manufacturero salen también reposteros, elaborados con bordados de aplicación, y alfombras, realizadas con la milenaria técnica del tejido de nudo, que consiste en anudar hebras de lana de distintos colores sobre las urdimbres de algodón para componer un dibujo de manera similar a las teselas de un mosaico. En la Real Fábrica de Tapices se expone una importante colección de alfombras y tapices compuesta por piezas de fabricación propia y obras en depósito. Como complemento se exhiben las principales herramientas de trabajo artesanal entre las que encontramos telares, ruecas, devanaderas y varios cartones procedentes de su archivo gráfico.

 

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