Pocas veces una exposición reúne obras con un valor histórico, artístico y material equiparable al de las más de 800 piezas que forman parte de Tesoros Arqueológicos de Rumanía y que provienen de 40 instituciones distintas de todo el país. La muestra narra los orígenes de Dacia, su posterior romanización y el triunfo del cristianismo. Puede visitarse en el MAN hasta el 27 de febrero.

Fue Trajano, un emperador nacido en Itálica (Sevilla), quién en el año 107 por fin conquistó los territorios que se extendían al norte del Danubio y que los geógrafos llamaban Dacia. En la ciudad de Roma todavía hoy se levanta una columna monumental para recordar la que entonces fuese considerada la gran victoria del Imperio sobre los pueblos del este. Aunque la provincia romana tuvo una vigencia de poco más de 150 años, la influencia del helenismo primero y de la cultura latina después dejaron una huella indeleble en las gentes de la actual Rumanía, que debe tanto su nombre como el origen de su lengua a la impronta del mundo clásico. Un siglo antes Ovidio había tenido que exiliarse a la colonia griega de Tomis (Constanza), a orillas del Mar Negro, donde los getas -los habitantes de los Cárpatos- conocieron a los mismos héroes y dioses del Olimpo a los que cantaba el poeta y cuyas historias, desde hacía tiempo, viajaban en las figuras rojas sobre fondo negro de las vasijas que se decoraban en los alfares de Atenas, Corinto o Alejandría.

Hidria. Época griega. Siglo IV a.C. Brazalete de oro en espiral. Siglo I a.C.

Prueba de esta intensa relación con el Mediterráneo son la escritura griega y latina en diferentes soportes -placas, recipientes, lámparas-, las esculturas de Hércules y Baco, o las lápidas o los retratos imperiales. Hay un ídolo labrado en mármol que responde al nombre de Glycon y que fue adorado fundamentalmente en los Balcanes por salvar a los hombres y mujeres de las epidemias y la enfermedad. Es una serpiente con cabeza humana y cola de chivo, esculpida en un rotundo bloque de mármol cuyo interior está totalmente vacío. Contrasta con una delicada estatuilla del dios Eros, en una pequeña piedra de ámbar que proviene del mar Báltico. Son piezas de una belleza extraordinaria, sin embargo, los comisarios de la exposición, Andrés Carretero Pérez -director del Museo Arqueológico Nacional- y Ernest Oberländer-Târnoveanu -director del Museo Nacional de Historia de Rumanía-, destacan muy especialmente los ajuares funerarios getas, con cascos de oro y plata, como los de las tumbas principescas de Peretu y Cotofenesti, que nunca antes se habían visto en España.

Casco. Tesoro de Peretu. La Tène. Siglo IV a.C. (segunda mitad). Ritón. La Tène. Siglo IV-III a.C.

También pasaron por este cruce de caminos los celtas, los sármatas y los escitas, y más tarde los visigodos y los vándalos, que luego fundarían un reino en la Península Ibérica. Algunos de estos tesoros podrían recordarnos a las coronas votivas de Guarrazar, conservadas en el mismo Museo Arqueológico Nacional. Casi no se ha hablado hasta ahora del lazo invisible que conecta las dos esquinas de Europa y que ignora los muchísimos accidentes geográficos que nos separan. Sin embargo, ese cauce entre España y Rumanía sigue estando vivo. La exposición viene a conmemorar 140 años de relaciones diplomáticas entre ambos países y a celebrar la presencia en España de miles de ciudadanos de origen rumano que día a día comparten aquí lo mejor de su cultura. Por este motivo, Tesoros arqueológicos de Rumania es una de las muestras más significativos de los últimos años.

Tesoro de Pietroasa. Antigüedad Tardía. Siglo V d.C.

Tags: , , ,
 
Arriba