Belenes Proyectados.

A veces nos gustaría acercarnos más a las pinturas del museo. Este impulso de acortar distancias, aumenta especialmente cuando estamos delante de las tablas flamencas y holandesas. No sólo por la extraordinaria belleza de sus colores, sino también por el deseo de ver con detalle la minuciosidad de su factura. Entre los días 19 y 23 de diciembre, de 18:30 a 00:00 horas, las fachadas de piedra y ladrillo de seis iglesias del Viejo Madrid se transforman en la versión ampliada de seis cuadros del Prado.

Nuestro paseo puede comenzar junto a la Plaza de Oriente, en el Real Monasterio de La Encarnación, construido por Fray Alberto de la Madre de Dios, entre 1611 y 1616, en el estilo de Francisco de Mora. Su sencilla fachada sirvió de modelo para la de muchas iglesias castellanas durante las primeras décadas del siglo XVII, como veremos más tarde. Sobre su lienzo de granito se proyecta La Anunciaión de Robert Campin, un tratado de arquitectura en sí mismo. El arcángel San Gabrial encuentra a la Virgen María concentrada en la lectura. Sin embargo, no está en su casa de Nazaret, sino en una nave gótica flamígera de principios del siglo XV. Las bóvedas de crucería representan el Nuevo Testamento y contrastan con la parte posterior del edificio que, en un tono más oscuro, reflejan algunos rasgos del estilo románico para aludir al Viejo Testamento. Uno de los elementos más deliciosos, que ahora podremos ver en grande gracias a la proyección, es el cojín mullido sobre el banco y el armario entreabierto con los libros sagrados.

La Anunciación. Robert Campin. © Museo del Prado. La Encarnación.

No muy lejos de allí, justo donde se cruzan la calle Mayor y la calle del Sacramento, está la Catedral de las Fuerzas Armadas. Esta iglesia de 1615 firmada por Juan Gómez de Mora, maestro de obras de Felipe III, tiene una fachada que podría recordarnos a la Encarnación. Aunque ésta cuenta con más vanos y ha incorporado la línea curva en el marco de las ventanas y en el frontón, su composición sigue siendo parecida: un retablo de tres calles y tres cuerpos perfectamente ordenados. Como continuación de la escena anterior, el cuadro que aquí se proyecta es La Visitación del Maestro de Miraflores, así llamado puesto que se desconoce su verdadero nombre y es de la cartuja burgalesa de donde proceden las seis tablas que se le atribuyen. Probablemente fue un pintor hispano-flamenco de finales del siglo XV que, a imitación de los maestros del norte, como Petrus Christus y Dirk Bouts, quiso dar a sus figuras una volumetría contundente a través de amplios ropajes y pliegues acartonados. Dos curiosidades de esta tabla son la extraña cornisa de la izquierda y el perrito con cara de hombre del primer plano.

La Visitación. Maestro de Miraflores. © Museo del Prado. Catedral Castrense. Álvaro López del Cerro.

Si seguimos por Sacramento, en menos de 5 minutos, nos encontraremos a la izquierda con la Basílica Pontificia de San Miguel, la más romana de las iglesias de la ciudad. En 1739 el escenógrafo italiano Santiago Bonavía diseñó un templo de fachada cóncava que emerge entre las calles del viejo Madrid como una aparición. En su muro curvo se muestra el cuadro de la Natividad, del Tríptico de la vida de Virgen de Dirk Bouts, fechado hacia el año 1445. La escena se enmarca dentro de arco de medio punto en el que aparecen en grisalla -trampantojo en pintura que imita los efectos de la piedra- el camino al Calvario, la Muerte y la Resurrección. Son el final de la historia que comienza precisamente con el nacimiento de Jesús en un pesebre de Belén, el tema central de la obra. La proyección ampliada de esta tabla nos permite adentrarnos en el paisaje de suaves colinas que vemos al fondo.

Basílica de San Miguel. Tríptico de la vida de la Virgen. Dirk Bouts. © Museo del Prado.

Si damos la vuelta a la basílica por la calle de Puñoenrostro, llegamos al Convento de las Carboneras del Corpus Christi, que conserva en su interior el cuadro de La última cena de Vicente Carducho. La austera fábrica de ladrillo de esta fundación de 1615 es propia del Madrid de los Austrias. En este caso se ha elegido una obra coetánea del pintor holandés Joachim Antonisz Wtewael para decorar la pared, en la que el único ornato son dos escudos y una exaltación de la Eucaristía. Como vemos en el cuadro La Adoración de los pastores, fueron estos los primeros que, advertidos por el ángel, se acercaron a celebrar el nacimiento del niño. La imagen combina por un lado figuras que remiten a la estatuaria clásica y por otro una indumentaria y una representación de los instrumentos de música realista.

La adoración de los pastores. Joachim Antonisz Wtewae. © Museo del Prado. Iglesia de las Carboneras Descalzas. Foto Álvaro López del Cerro.

Después de cruzar la calle de Segovia, hay que aproximarse hacia La Latina por la Cava Baja, para toparse en la a Plaza de los Carros con la Real Iglesia de San Andrés, que fue durante siglos la preferida de las familias aristocráticas oriundas de la Villa y Corte. Entre sus capillas, la de San Isidro es la más espectacular, coronada por una cúpula de tipo encamonado -es decir una falsa cúpula de yeso suspendida bajo un armazón de madera-, que es tan característica de los templos madrileños del Siglo de Oro. Aquí se proyecta el Tríptico de la Adoración de los Magos de Hans Memling, fechado el último cuarto del siglo XV. Muestra una gran influencia de Van der Weyden, tanto en la aplicación del color como en la claridad compositiva.

San Andrés. Tríptico de la Adoración de los Magos. © Hans Memling. Iglesia de San Andrés. Álvaro López del Cerro.

La última de nuestras paradas es en la Parroquia Virgen de la Paloma, un edificio de estilo neomudéjar que custodia la popular imagen de la Dolorosa que los bomberos sacan en procesión el 15 de agosto y es la patrona del barrio de La Latina. Esta fachada de arcos ojivales y ladrillo visto, que se acabó a principios del siglo XX, es la pantalla sobre la que se proyecta el Descanso en la huida a Egipto, una de las obras maestras de Joachim Patinir que pueden verse en el Museo del Prado. A este artista flamenco se le considera el primer paisajista de la historia del arte, pero no sólo porque sus fondos se convierten en los verdaderos protagonistas de la pintura, sino porque plasmó en sus tablas fenómenos como la lluvia o las exigencias reales de la labranza. A la izquierda a San José se acerca con una cazuela de lecha caliente para el niño, mientras que a la derecha todavía quedan los pies de la escultura derribada de un ídolo pagano.

Descanso en la huida a Egipto. Joachim Patinir. © Museo del Prado. Nuestra Señora de la Paloma. Álvaro López del Cerro.

Estas proyecciones, que tienen lugar entre los días 19 y 23 de diciembre de 18:30 a 00:00 horas, forman parte de la programación navideña del Ayuntamiento de Madrid. Quién desee acceder a más información sobre otras actividades puede pinchar en www.navidadmadrid.com.

 

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