Con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer en Bloggin’Madrid hemos diseñado una ruta que pasa por delante de algunas de las esculturas femeninas más relevantes de nuestra ciudad. Puedes hacer el paseo a pie: comienza junto a la cabeza de Jaume Plensa, en la plaza de Colón, y termina ante la estudiante, del mismo nombre, de la calle del Pez, en el barrio de Malasaña. Entre medias, diosas, reinas, escritoras y mujeres anónimas nos contarán su historia.
Julia
Nuestro itinerario comienza en la plaza de Colón, donde, sobre el pedestal en el que antes se erigía la estatua del descubridor, se alza Julia, una obra “dirigida al corazón de nuestro ser. Es un espejo poético y virtual en el que cada uno de nosotros puede verse reflejado en sus preguntas más íntimas”. Así lo cuenta su autor, Jaume Plensa, que utilizó una modelo real, una niña de San Sebastián a la que escaneó la cabeza para extraer su volumen exacto. El rostro está orientado hacia el oeste, hacia la puesta de sol, lo que le permite establecer una estrecha relación con la fachada del edificio de la Biblioteca Nacional y proyectar una interesante sombra sobra la plaza. La obra está realizada bajo el mecenazgo de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson y permanecerá aquí hasta finales de año.
Mujer con espejo
Ocurrió en la primavera de 1994. Todo el mundo quería acercarse hasta el paseo de Recoletos para ver de cerca a las Gordas de Fernando Botero, protagonistas de una exposición al aire libre que fue un acontecimiento. En total se exhibieron 21 piezas, entre ellas esta Mujer con espejo que el artista colombiano regaló a Madrid, agradecido por el éxito de la muestra. Ubicada al comienzo de la calle de Génova, la escultura representa a una voluptuosa dama, tumbada en el suelo, que se atusa el pelo mientras sujeta un espejo. Una venus moderna para cuya realización se necesitaron ¡mil kilos de bronce!
Bárbara de Braganza
Muy cerca, subiendo por la calle de Génova, encontramos la plaza de la Villa de París, presidida por las estatuas de Fernando VI y su esposa, Bárbara de Braganza, (1711-1758), hija de Juan V de Portugal y María Ana de Austria. Fue una mujer culta y gran amante de la música, promotora de la construcción del cercano convento de las Salesas Reales, donde se encuentra su sepulcro y el del monarca, que no fueron enterrados en el Panteón Real del Monasterio de El Escorial al no tener descendencia. Esta que vemos es la primera obra realizada por Mariano Benlliure para Madrid en 1887.
Andrómaca
Volvemos nuestros pasos hasta situarnos justo al principio del paseo de Recoletos. Sin ir más lejos encontraremos esta escultura, que representa a una figura clásica de la mitología griega, hija de Aecio, rey de Tebas, y esposa de Héctor. Homero la inmortalizó en La Iliada, donde la representó como símbolo del amor conyugal. Es obra de José Vilches, que presentó su estatua en la Exposición Nacional de 1856, en la que consiguió una medalla.
Aurora
Toca ahora alzar la vista. En el número 4 del paseo de Recoletos, en la acera de la derecha, el edificio que hoy acoge a la entidad gallega Abanca fue en 1919 sede de la compañía de seguros La Aurora, que para dejar bien claro su poderío económico decidió rematar en 1920 su cúpula con una cuadriga de bronce, obra de Juan Adsuara. La joven que guía a los caballos es Aurora, quien, según la mitología romana, es la encargada de anunciar cada mañana un nuevo amanecer, de ahí que sujete en su mano una antorcha, símbolo de la luz. Sus hermanos son el Sol y la Luna.
Friso de la Biblioteca Nacional
En la acera de la izquierda, en el número 20, se alza solemne el edificio de la Biblioteca Nacional, del que se puso la primera piedra el 21 de abril de 1866. En la escalinata solo vemos hombres: Alfonso X El Sabio, Lope de Vega, Miguel de Cervantes… Tenemos que mirar un poco más arriba para encontrar a la única mujer representada en la fachada, en uno de los medallones. Es Santa Teresa de Jesús. Pero fijemos nuestra atención aún más alto. El frontón de la Biblioteca, obra de Agustín Querol, está repleto de figuras femeninas. La que corona el edificio es una alegoría de España.
En el centro del friso, todo en mármol, vemos a la Paz, con una rama de olivo, y, junto a ella, las representaciones de las distintas artes y ciencias. Si la contemplamos de frente a la izquierda vemos a la Elocuencia, la Poesía, la Música, la Arquitectura, la Pintura, la Escultura y la Filología junto con la Industria, el Comercio y la Agricultura. Y a su derecha, la Filosofía, a la que siguen la Jurisprudencia, la Historia, la Astronomía, la Etnografía, la Geografía, la Química, la Medicina y las Matemáticas. Todo el conjunto fue inaugurado en 1903. Como curiosidad, el Archivo del Conde de Poletinos, perteneciente a Patrimonio Histórico, conserva una fotografía de la modelo real, y desnuda, que sirvió al escultor para imaginar la Poesía. Podéis verla aquí.
Pepita Jiménez
No es seguro que sea ella, pero todo parece indicar que sí. A la altura del número 33 del paseo de Recoletos, nos encontramos con este monumento dedicado a uno de los grandes escritores del siglo XIX, Juan Varela, fallecido en 1905. Por iniciativa de los hermanos Álvarez Quintero el escultor Lorenzo Coullaut Valera construyó este grupo escultórico, inaugurado en 1928. En él vemos, sentada, a una mujer que bien podría ser Pepita Jiménez, personaje principal de una de sus novelas más famosas, del mismo título. Una joven y hermosa viuda de la que se enamora un seminarista, que a su vez es el hijo de su prometido.
Fuente de Cibeles
Bajando por el paseo de Recoletos, enseguida alcanzamos a ver a la diosa de la Madre Tierra, de las cavernas y las montañas, de las murallas y fortalezas, de la Naturaleza y los animales. Cibeles era una diosa frigia que los griegos y romanos adoptaron mucho antes de que Madrid la convirtiera en una de sus musas. Siguiendo el diseño de Ventura Rodríguez, fue construida entre 1777 y 1782 por Francisco Gutiérrez (diosa y carro), Roberto Michel (los leones) y el adornista Miguel Ximénez. Para ello se emplearon ¡10.000 kilos de piedra! Aunque también hay mármol… Se supone que la llave que porta la diosa da acceso a las riquezas de la tierra. Los leones son Atalanta e Hipómenes, dos jóvenes transformados en animales por un ofendido Zeus después de que dieran rienda suelta a su pasión en el interior de un templo dedicado a Cibeles. En sus orígenes la fuente no solo era ornamental: de sus caños manaba agua para uso público.
Minerva
Fundado en 1880, el Círculo de Bellas Artes, uno de los grandes epicentros culturales de la ciudad, no ocupó su actual sede, en la calle de Alcalá, hasta el año 1926. El edificio es obra de Antonio Palacios y posee un enorme valor arquitectónico. Si miramos hacia arriba observaremos a una poderosa figura que nos vigila. Es Minerva, la diosa de la sabiduría, protectora de Roma, igual que Palas Atenea lo era de Atenas. Aunque existen documentos que confirman que Antonio Palacios quería rematar su edificio con la imagen de la diosa, no fue instalada en la azotea hasta bien entrado el siglo XX. Es obra del escultor Juan Luis Vassallo, que ganó en 1964 un concurso para realizar el monumento. Dos años después ya lucía con su casco y su serpiente: pesa 3.085 kilos y mide 7,60 metros de altura.
Niké
Desde la azotea del Círculo de Bellas Artes se contempla una estupenda panorámica del comienzo de la Gran Vía, justo donde se alza, en la intercesión con la calle de Alcalá, el Edificio Metrópolis, inaugurado en 1911 como sede de la compañía de seguros La Unión y el Fénix. Su elemento más característico es su cúpula de pizarra, con incrustaciones doradas. Sobre ella, en sus orígenes, había una estatua alegórica de bronce en honor al Ave Fénix, que tras la venta del inmueble, fue sustituido. Desde 1977 aparece rematado por una Victoria Alada, obra de Federico Coullaut Valera. Es la diosa griega Niké, hija de Zeus, acompañante habitual de la diosa Atenea, capaz de correr y volar a gran velocidad. Es el símbolo del triunfo.
Diana
Nos acercamos ahora hasta el número 31 de la Gran Vía, donde se ubica, en un edificio art decó, el Hotel Hyatt Centric Gran Vía Madrid. Su azotea, en la planta décima, tiene un nombre de lo más sugerente: El Jardín de Diana. Hace referencia a la escultura de Diana Cazadora, la diosa romana protectora de la Naturaleza que corona el hotel, instalada en 2017. Es obra de Natividad Sánchez Fernández, primera mujer que diseña una escultura para adornar el cielo de la centenaria avenida. Tiene cinco metros de altura, pesa 900 kilos y aparece, arco en mano, acompañada por cinco perros. Atención: sus flechas apuntan hacia el Ave Fénix que destaca en las alturas del edificio de enfrente (número 32). Y es que, según la mitología, Diana estaba enamorada de un pastor llamado Endimión, que aparece a lomos de la escultura de la figura alada, enviada por Zeus, el enojado padre de la diosa.
La Mariblanca
Pasando por la plaza del Callao llegamos hasta la Puerta del Sol, en la que, además del Oso, -que en realidad es una osa– y el Madroño, podemos ver otra figura icónica. Puede que sea una Venus, aunque en Madrid todo el mundo la conoce como La Mariblanca, apodo que le concedieron en su día los aguadores, admiradores de su blanquísima piel de mármol. La escultura es una réplica, algo más pequeña, de la original, que hasta nuestra ciudad trajo el comerciante florentino Ludovico Turchi en el año 1625 para rematar la fuente de la Fe, que entonces estaba en esta plaza. Está semidesnuda y lleva un amorcillo de la mano. A sus pies podemos ver dos tritones.
Isabel II
La Mariblanca está justo al comienzo de la calle del Arenal, que tenemos que seguir para alcanzar la plaza de Isabel II, cuya estatua preside el lugar, de espaldas justo a la fachada del Teatro Real. Hija de Fernando VII fue reina de España entre 1833 y 1868. Unos años antes, en 1850, el escultor José Piquer Duart recibió el encargo de hacer una escultura de bronce que sería instalada en esta misma plaza el 10 de octubre, fiesta de la onomástica de la reina. Fue quitada y puesta en varias ocasiones hasta que finalmente fue destruida el 14 de abril de 1931, fecha de la proclamación de la II República. En 1944 se encargó una réplica tomando como modelo una estatua en mármol que había realizado el propio Piquer para el vestíbulo de la Biblioteca Nacional. Esta es la que hoy podemos ver, en un pedestal más sencillo que el original.
Sancha, reina de León
Frente a la fachada principal del Teatro Real se abre la plaza de Oriente, adornada con 20 estatuas de reyes españoles, realizados en piedra caliza y distribuidos en dos hileras. En un principio fueron diseñados para adornar la cornisa superior del Palacio Real, pero Isabel de Farnesio, madre del rey Carlos III, soñó que se caían de ella y quiso bajarlas a tierra. Entre tanto hombre, solo una mujer: la reina Sancha de León (1018-1067), que gira su cuerpo hacia la izquierda, como si estuviera mirando a la escultura que hay a su lado, dedicada al rey Fernando I, su esposo. Es obra, como las demás, de Luis Salvador Carmona.
Sor Juana Inés de la Cruz
Atravesando la plaza de España llegamos a la calle de Ferraz y al parque del Oeste. Ahí se alza, sentada sobre un pedestal, esta réplica de la estatua que en México D.F. tiene esta monja mexicana, mística y poetisa, realizada según los trazos de un retrato de época conservado en su país natal. El bronce fue fundido en Madrid por el escultor José Luis Fernández, a partir del modelado del escultor cántabro Enrique Criach. Todo un homenaje a la escritora novohispana, exponente de la literatura del Siglo de Oro en español (1648-1695).
Infanta Isabel de Borbón, La Chata
Merece la pena caminar un poco más para acercarnos hasta el paseo del Pintor Rosales, donde se alza el monumento que recuerda a Isabel de Borbón (1851-1931), nacida en el Palacio Real, hija de Isabel II y Francisco de Asís de Borbón y muy querida por el pueblo de Madrid, que la apodó La Chata. El grupo escultórico es obra del arquitecto Javier García-Lomas y del escultor Gerardo Zaragoza, que ganaron un concurso para su realización en 1952. La parte trasera del monumento fue concebida como un balcón-mirador elevado, que hoy no funciona como tal. Está justo enfrente del comienzo de la calle de Quintana, donde se encontraba el palacio de la infanta.
Emilia Pardo Bazán
A La Chata está dedicada una de las principales arterias de esta zona de Madrid, la calle de la Princesa, que tenemos que coger, subiendo por Quintana, para llegar hasta nuestro siguiente destino, de nuevo muy cerca de la plaza de España. Dando la espalda al Palacio de Liria emerge la silueta de la escritora gallega, una de las voces imprescindibles de la literatura española del siglo XIX, feminista radical, introductora en nuestro país del naturalismo y autora de grandes novelas, entre ellas, Los pazos de Ulloa. La idea de levantar un monumento en su honor la tuvo un periodista de El Imparcial, pero fue la duquesa de Alba quién presidió el patronato para costearlo. La obra, de 1926, lleva la firma del escultor Rafael Vela del Castillo, quien realizó la estatua, y de Pedro Muguruza, arquitecto encargado del pedestal. Está instalada justo enfrente de la que fue su última morada.
Clara Campoamor
Estamos ya al lado del barrio de Conde Duque, cuyo eje central es, precisamente, el centro cultural del mismo nombre. La puerta del antiguo cuartel que fue, obra de Pedro Ribera en estilo churrigueresco, se abre a la coqueta plaza de la Guardia de Corps. Ahí, entre terrazas siempre muy animadas, es donde podemos ver el busto dedicado a Clara Campoamor (1888-1972), escritora, abogada, política y, sobre todo, gran defensora de los derechos de la mujer y principal impulsora del sufragio femenino en España. La escultura fue inaugurada el 8 de marzo de 2006, con motivo del Día Internacional de la Mujer. En 2016 fue robada y tuvo que ser realizada de nuevo por el escultor que le dio vida la primera vez, Lucas Alcalde.
La paseante
En el número 49 de la cercana calle de La Palma, en pleno corazón de Malasaña, encontramos a esta joven mujer que parece bailar, realizada en bronce a tamaño natural por Roberto Manzano Hernández que obtuvo el primer premio en un concurso público que tenía por objeto la renovación del paisaje urbano del barrio con la instalación de esculturas de artistas noveles. En él participaron antiguos alumnos, alumnos y profesores de la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos, a cuyas puertas se encuentra esta joven desde finales de los años 90.
Joven caminando
Al igual que la mujer que baila, esta estudiante de la plaza de San Ildefonso está situada directamente en el suelo, sin pedestal ninguno. La obra es fruto del mismo concurso que la anterior, firmada en este caso por Rafael González. El paso de los años no ha cambiado las modas. Vestida con pantalón, botas y un jersey ancho, con su mochila al hombro y su carpeta bajo el brazo, parece una paseante más en esta frecuentada plaza del barrio.
Tras Julia
Nuestra última escultura, situada en la calle del Pez, en el número 42, es obra de Antonio Santín Benito, quien ganó un concurso público convocado por la Empresa Municipal de la Vivienda en 2003. La obra, realizada en bronce a tamaño natural, nos muestra a una joven apoyada en la pared con un libro en la mano. El edificio sobre el que se recuesta ocupa el lugar de la antigua Universidad Central de San Bernardo. Pero, ¿quién es ella? Es Julia, nuestra segunda Julia de la ciudad, una joven que allá por el siglo XIX se vio obligada a disfrazarse de hombre para poder estudiar, ya que entonces solo ellos podían acceder a la Universidad.
POR SI TIENES TIEMPO…
Todos aquellos interesados en esta ruta deben saber que, en sus inmediaciones, podemos encontrar alguna escultura femenina más. Son variantes de este trayecto por si alguien quiere seguir caminando o modificar un poco el rumbo. Si cuando llegamos a la altura de la fuente de Cibeles, cogemos el paseo del Prado en vez de la Gran Vía llegaremos hasta la estatua de la reina María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, en la calle de Felipe IV, que comienza justo enfrente de la fuente de Neptuno. Está junto al Casón del Buen Retiro y sirve para recordar a la esposa de Fernando VII, madre de Isabel II. Es obra de Mariano Benlliure (1891).
Otro ramal de la ruta nos llevaría, desde la plaza de Oriente hasta la plaza de Gabriel Miró, la de las Vistillas, en el barrio de la Latina. Ahí se alza, tras una primera estancia en la calle de Alcalá, la escultura de La violetera, obra de Santiago de Santiago que es todo un homenaje al compositor José Padilla, autor de la música del célebre cuplé popularizado por Raquel Meller y Sara Montiel, con letra de Eduardo Montesinos, que nos hablaba de la llegada a Madrid de estas castizas mujeres que, “como aves precursora de primavera”, vendían a los viandantes violetas.
Otra variante más al recorrido inicial nos permitiría llegar desde el Monumento de la Infanta Isabel hasta el de la escritora, jurista y pionera del feminismo en España Concepción Arenal en apenas unos minutos. La estatua que podemos contemplar, con el Faro de Moncloa de fondo, fue realizada 1934.
Ahora luce en todo su esplendor en el paseo de Moret, pero en sus orígenes estuvo en el paseo de Ruperto Chapí. Hoy a quien encontramos en ese lugar es a Elena Fortún, escritora, alumna de la Residencia de Señoritas y socia en sus tiempos del Lyceum Club Femenino. Obtuvo un gran éxito como autora de literatura infantil y juvenil. Es la madre de Celia, personaje que mostraba la rebeldía ante el modelo tradicional de mujer establecido.
La plaza de Chamberí quizás se quede un poco alejada -el punto más cercano de la ruta sería la plaza de la Villa de París- pero llegar hasta aquí nos permitirá conocer un sencillo monumento en honor a la actriz cómica Loreto Prado Medero (1863-1943), que cuenta con una calle en el barrio de Chueca junto a su esposo Enrique Chicote. Es una réplica de una obra (1944) de un ya muy anciano Mariano Benlliure.