El Diablo Cojuelo. Foto de David Ruano

La historia de un diablo que levanta los tejados de Madrid para enseñarle a Cleofás, un estudiante poco aplicado de Alcalá de Henares, lo que está pasando realmente en los salones, las cocinas y las alcobas de la corte llega ahora al Teatro de la Comedia de la mano de Rhum & Cia, que no por enfrentarse a un texto escrito por Luis Vélez de Guevara en 1641 dejan de ser unos payasos extraordinarios.

Desde la torre de la Iglesia del Salvador, que en el siglo XVII se alzaba en la Plaza de la Villa y que hoy no se conserva, el Diablo Cojuelo va mostrando a Cleofás «la carne del pastelón de Madrid» y la «variedad de sabandijas racionales» que lo pueblan. Pero Cleofás sólo quiere que le ayude con sus encantamientos a sortear a los corchetes que le persiguen, por haber deshonrado a una dama. Sueña -y de sueños esta hecho este texto– con huir a Andalucía y quién sabe si a América, pero antes se pasea por la Calle Mayor, por el Prado, por los palacios de la nobleza y las posadas de mala muerte o por los cenáculos de los poetas y los alquimistas. El demonio hace usos de diversos gadgets, como un espejo que muestra la calle en tiempo real o una capa que los vuelve invisibles. Aunque no vuelan, saltan de chimenea en chimenea como si fueran gatos y corren, corren y corren en una rocambolesca aventura que Rhum & Cia ha salpicado de canciones y pantomimas en un espectáculo circense que reúne los mejores recursos del arte del clown.

El Diablo Cojuelo. Foto de David Ruano

Tal vez no sea una buena comedia -como insiste en recordarnos una y otra vez Juan Mayorga, encargado de adaptar el texto para llevarlo a escena con muchas dosis de metateatralidad-, pero sin duda es una comedia genial. El subtítulo es una advertencia que la emparenta con Dante, Calderón, Milton o Goethe, al decirnos que contiene «verdades soñadas y novelas de la otra vida». Como en toda obra conceptista -de Quevedo y Gracián en adelante- las capas de lectura de El Diablo Cojuelo son muchas y cada lector, en este caso cada espectador, desvelará algunos sentidos y dejará pasar otras escenas como meras imágenes de su fantasía. Sin embargo, gracias a la capacidad de Rhum & Cia para subrayar lado más cómico del texto, les aseguro que a nadie deja indiferente esta sátira moral del Siglo de Oro.

El Diablo Cojuelo. Foto de David Ruano

El Diablo Cojuelo también es la primera novela madrileña, la primera obra literaria que se ocupa de retratar la ciudad desde múltiples perspectivas -desde los cimborrios y desde las alcantarillas-. Guiado por un pobre demonio que se cayó sobre su propia pierna al ser expulsado del paraíso, Cleofás descubre las miserias de «la babilonia española», adelantándose varios siglos a Max Estrella en Luces de Bohemia de Valle-Inclán o a Pedro en Tiempo de Silencio de Luis Martín-Santos. Madrid visto en picado o en contrapicado, siempre a través de un punto de vista deformante se convierte en un tema que frecuentan Galdós, Cela o Umbral entre tantos otros.

Además, estos días, en el Teatro de la Comedia puede verse también una función que incluye El disfraz, Las cartas y La suerte, tres obras escritas respectivamente por Joaquina Vera, Víctor Català (Caterina Albert) y Emilia Pardo Bazán. Con esta apuesta de programación la Compañía Nacional de Teatro Clásico quiere recuperar a las dramaturgas olvidadas del siglo XIX y principios del XX y ampliar el espectro del repertorio canónico.

El Diablo Cojuelo. Foto de David Ruano

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