Para celebrar el centenario de la publicación completa de Luces de Bohemia, el Teatro Español lleva a escena la obra de Valle-Inclán y el Museo Reina Sofía dedica una exposición a la estética del esperpento.
Cuando estudié el bachillerato, Luces de bohemia era una de las lecturas obligatorias. Mi profesor nos explicó que era casi imposible montarla, porque se necesitaban muchísimos actores y la historia transcurría por distintos escenarios de un Madrid nocturno. Según él, se trataba de un texto pensado para la lectura. Además, su ritmo endiablado resultaba tan dinámico que parecía una película. Estaba claro que no sabía demasiado de teatro y probablemente nada de cine. En cualquier caso, introdujo en nosotros la semilla de la curiosidad y una tarde me acerqué con un par de amigos al Callejón del Gato en busca de los espejos deformantes a los que se refiere Max Estrella. Según Valle-Inclán estos son la mejor explicación del esperpento: los personajes de sus obras se mueven como los reflejos grotescos, las sombras chinescas o los títeres de cachiporra.
Cipriano de Rivas Cherif quiso estrenar Luces de bohemia en el Teatro Español en la década de 1930, pero finalmente no pudo hacerlo. Hubo que esperar 30 años para que el público viera sobre las tablas el texto de Valle-Inclán. Sin embargo, esto sucedió en París, gracias al actor francés Georges Wilson, el primero que le hincó el diente de verdad. En 1963 el Théâtre National de Chaillot acogió su estreno absoluto y solo siete años después el Teatro Principal de Valencia hizo lo propio en España, en una producción a cargo de José Tamayo. Por este motivo, para Eduardo Vasco el montaje que puede verse hasta el 15 de diciembre era una deuda pendiente. Él mismo se ha ocupado de la dirección de un montaje extraordinario que cuenta con música en directo y un reparto encabezado por Ginés García Millán (Max Estrella) y Antonio Molero (Latino de Híspalis).
Luces de bohemia es el texto dramático más importante de la literatura española del siglo XX y sin duda uno de los más singulares de la historia del teatro. Cuenta la historia de un escritor desesperado, porque no tiene ni el reconocimiento que cree merecer ni consigue ganarse el pan para su mujer y su hija. También es la historia de una borrachera. Aunque Max sale con la intención de recuperar unos libros que ha malvendido, la noche se va enredando y acaba compartiendo calabozo con un anarquista. En Luces de bohemia los personajes hablan mucho de los problemas de entonces que son los mismos problemas de hoy: la corrupción política, la violencia revolucionaria, el mesianismo de unos intelectuales grotescos, la miseria y la vulgaridad del pueblo y la decadencia de una élite ajena a los problemas reales. Y también se habla mucho de España, un país atrasado al que la Generación del 98 dedicó muchísimas lágrimas. Después Cela, Umbral, Martín Santos o Nieva no se entienden sin Valle-Inclán. Sin Valle-Inclán no se entiende nada.
Pero Luces de bohemia es una obra universal, a la altura de las mejores obras de Samuel Beckett o Bertolt Brecht. A través de recursos propios de la vanguardia lleva el sainete al histrionismo, convertido en una estética expresionista que el propio Valle-Inclán bautizó como esperpento. Para entender mejor a qué me refiero quizá es buena idea acercarse a la exposición que sobre esta categoría estética ha organizado el Museo Reina Sofía. Esperpento. Arte popular y revolución estética incluye obras de José Gutierrez Solana y Rosario de Velasco, pero también de Umberto Boccioni y José Orozco Clemente, puede verse hasta el 10 de marzo.