Bodegas Rosell

Si tuviera que explicar a un estudiante de español el significado de “hora del vermú” le diría que es un excedente de tiempo del fin de semana, entre el desayuno y la comida, que los madrileños rellenamos tomando un licor intenso y aromático acompañado de una tapa. A continuación van algunas bodegas, vinotecas y coctelerías en las que disfrutar de este delicioso momento.

En lugar de vermut, yo digo vermú, que suena mucho más castizo, aunque ambas están reconocidas por la Real Academia de la Lengua. Lo tomo de grifo, y por lo tanto rojo, más dulzón que el blanco, y con una rodaja de naranja. Por lo visto el vermú ha vuelto y ha dejado atrás la época en la que algunos la consideraban una bebida de abuela, aunque todavía está lejos de alcanzar la popularidad que tuvo en los años 30. De esta década datan los azulejos de Bodegas Rosell, muy cerca de la Estación de Atocha y donde se puede disfrutar de un excelente  vermú de Reus, el que tradicionalmente siempre se ha bebido en Madrid.

En Lavapiés, Bodegas Alfaro es un bar “de toda la vida” que sirve unas deliciosas raciones y cuya terraza es frecuentada tanto por los amantes del flamenco, que se acercan a los tablaos de la zona, como por los gafapasta que vienen al vecino Cine Doré, sala de proyección de la Filmoteca Nacional. Es por lo tanto una de las terrazas más variopintas del barrio y un lugar en el que muy fácilmente podréis encontrarme con un vermú en la mano.

Ahora es raro tomarlo con ginebra o ron, pero el sifón todavía tiene sus adeptos. En Bodegas Ricla, una de las antiguas tascas de la calle Cuchilleros, muy cerca de la Plaza Mayor, si lo pides te lo sirven de este modo y en un vaso cónico tradicional. La barra de estaño, las tinajas, los toneles de vino a granel y el mostrador de azulejos crean una atmósfera con mucho sabor.

Bodegas Alfaro

Justo al lado, en la Cava de San Miguel, la Vinoteca Maestro Villa ofrece una amplia variedad de bebidas alcohólicas seleccionadas por un paladar exquisito. No es de extrañar que su dueño obtuviera la primera cátedra de enología de España, como me cuenta Ángel al servirme un vermú en copa de cóctel. Ángel es un sabio y mucho de lo que he aprendido acerca de este brebaje se las debo a él. Por ejemplo que el vermú es un vino reforzado con azúcares, ajenjo y otras sustancias amargas, según dicen inventado por Hipócrates ya en el siglo V a.c.

La siguiente parada preside la plaza de Chueca y es uno de los bares más populares de todo Madrid. La Bodega Ángel Sierra conserva el espíritu de otro tiempo pero tiene a los clientes más modernos de la ciudad, que en esta esquina se encuentran para charlar, ligar y por supuesto tomarse el clásico vermú matinal. Muy cerca, en Malasaña, La Ardosa y Casa Camacho atraen tanto a los estudiantes que viven por la zona como a los entendidos en la secreta alquimia de este licor.

El vermú se sigue tomando fundamentalmente antes de comer, una mañana de Rastro o después de un paseo por el Retiro, pero poco a poco está conquistando la noche. En el Museo Chicote, la mítica coctelería de la Gran Vía que frecuentaron  Ava Gardner o Hemingway, el combinado que lleva el nombre del local tiene ginebra, Gran Marnier de cinta roja y, como no podía ser de otro modo en este templo del casticismo más cosmopolita, vermú.

Después de escribir este post tengo una sed casi inconfesable. Así que en cuanto apague el ordenador me dirigiré a alguna de estas barras y ya sabéis lo que pienso pedir: «por favor, póngame un vermú».

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