El Museo de América en 10 obras

Categoría: Arte y Cultura 30 septiembre 2015

Museo de América

Aunque no suela formar parte de la agenda de muchos turistas, el Museo de América es uno de los más singulares de Madrid, por su colección, única en Europa, y por presentarse en un curioso edificio que recrea la arquitectura de las misiones franciscanas. Además se encuentra al lado del Faro de Moncloa y del Museo del Traje.

El museo, que reúne los objetos americanos del Real Gabinete de Historia Nautural, la colección de piezas incas del poeta Juan Larrea y las adquisiciones realizadas por el Estado en las últimas décadas, se inauguró en 1965. Su historia, sin embargo, se remonta al Museo-Biblioteca de Ultramar abierto de 1888 y a la Orden de creación de un Museo de Indias por parte del Gobierno de la República en 1937. El itinerario museográfico actual recorre, a través de mapas, maquetas, reproducciones, valiosas colecciones de cerámica precolombina, todo tipo de materiales etnográficos, mobiliario y pintura, la historia de todo el continente, suma de distintos modelos de sociedad, religiones y culturas.

Como resumir miles de años en un solo post es imposible propongo diez obras excepcionales que no debería perderse ningún visitante:

La urna maya de Kinich Ahau

Dado que los mayas no conocían el torno, sorprenden la proporciones y el tamaño esta urna funeraria, para muchos la pieza más espectacular de la colección. Destinada a contener los restos de un gobernante o sacerdote del pueblo Kíche, uno de los grupos de la cultura maya más poderosos del altiplano Guatemalteco, la urna está decorada con la cara del dios solar «Kinich Ahau» emergiendo de las fauces de un jaguar y la tapadera representa a un joven señor con los atributos propios de una divinidad sentada sobre un tronco de ceiba, que es el árbol sagrado de los mayas.

Urna maya de Kinich Ahau. Tabla de la Conquista de México. Frontal Tinglit.

Tabla de la Conquista de México

Una de las razones por las que merece la pena acercarse al museo es para contemplar obras realizadas con técnicas propias del arte americano, como pueden ser las pinturas de plumas y los enconchados. Esta serie de veinticinco tablas realizadas por Manuel y Juan González a finales del siglo XVII narra la Conquista de México y utiliza incrustaciones de nácar para hacer crear los brillos y texturas de las vestimentas, con una práctica artesanal proveniente de Asia.

Frontal Tlingit

Esta pieza, procedente de alguna comunidad tlingit de Alaska, formaba parte de la indumentaria que el chamán u otro hombre destacado vestía durante las danzas rituales en las que se trataba de establecer contacto con los espíritus. Es fácil imaginar todos sus destellos mientras se movía al ritmo de la música. Su apariencia, mitad animal mitad humana, puede hacer alusión a seres sobrenaturales protectores del clan.

El traslado del Sello Real

El traslado del sello real

En este biombo novohispano del siglo XVII, compuesto por 10 hojas de tela pintadas al óleo sobre un bastidor de madera, se cuenta la llegada del sello real y las celebraciones que lo acompañan, incluida una obra de teatro. Se trata de un documento extraordinario para conocer la sociedad colonial y de una obra de arte en la que se cruzan influencias españolas y orientales, dada la relación de Méxcio con Asia a través del Pacíficio.

Puerto de Sevilla. Siglo XVI.

El puerto de Sevilla

Desde 1503 la Casa de Contratación se encontraba en Sevilla, principal puerto que unía las colonias hispanas con la metrópoli. En esta vista, según algunos obra de Alonso Sánchez Coello, se puede apreciar la intensa vida del puerto, de los astilleros y de la ciudad, de la que reconocemos la Torre del Oro, la Giralda y la catedral.

Mulatos de esmeraldas

La cartela de este cuadro reza: “Para Felipe III, Rey Católico de España y de las Indias, el doctor Juan del Barrio de Sepúlveda, Oidor de la Real Audiencia de Quito”. En efecto, fue un regalo que servía para presentar los nuevos súbditos al monarca, tres mulatos cimarrones que se habían levantado contra el virrey pero que, como demuestran sus sombreros en la mano, reconocen finalmente la autoridad del monarca.

Mulatos de Esmeraldas. Andrés Sánchez Galque.

Estela de Madrid

En el palacio de la ciudad maya de Palenque se encontraba un trono decorado con distintos bajorrelieves del que formaba parte la estela de Madrid. Representa a uno de los cuatro Bacabs, o dioses que sujetan la bóveda celeste sobre la tierra. Pero tal vez lo más interesante de esta pieza sea la inscripción con de seis glifos en la que se menciona a la madre del rey Pakal, el monarca que inició el registro jeroglífico de su historia dinástica.

Tesoro de los Quimbayas

El más espectacular ajuar funerario de origen precolombino es el tesoro de los Quimbayas, compuesto por de 100 piezas de oro, entre los que se encuentra el gran cacique, un recipiente antropomorfo utilizado para inhalar la coca. Fue un regalo que el gobierno de Colombia le hizo a la reina regente María Cristina de Habsburgo-Lorena.

Estela de Madrid. Tesoro de los Quimbayas. Códice de Madrid.

Códice de Madrid

En todo el mundo sólo se conservan cuatro códices mayas y uno es este del Museo de América, que presenta también un calendario de tipo adivinatorio. Por diversos motivos el muso exhibe un facsímil del mismo en una sala dedicada a las distintas escrituras que se han desarrollado en el continente.

Feto en interior de útero

Se piensa que esta curiosa escultura que representa un feto humano era un exvoto para los dioses. Según nos cuentan las crónicas españolas, en la cultura Inca se consideraban objetos sagrados tallas realizadas en piedra, puesto que la piedra traída desde el lago Titicaca remitía al origen mitológico de los pueblos andinos. Sorprende el enorme conocimiento que los incas tenían del cuerpo humano. Y aunque no es la mejor pieza de la colección, sin duda es mi favorita.

Exvoto maya: feto en el interior de un útero.

Pero sin duda el edificio del museo, diseñado por Luis Moya Blanco y Luis Martínez-Feduchi, autor del edificio Capitol de la Gran Vía junto a Vicente Eced, también es una de sus obras más interesantes. Aunque su estilo neorrenacentista hubiese podido convertir la propuesta en una opción relamida y fuera del tiempo, lo cierto es que las armoniosas proporciones del claustro, la amplitud de la capilla – ahora sala de exposiciones – y las bóvedas tabicadas de rasilla y ladrillo hacen del Museo de América uno de los edificios más complejos y hermosos del Madrid de posguerra.

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