Aunque su colección no conserve obras posteriores al siglo XIX, no es la primera vez que el Museo Lázaro Galdiano me sorprende con una fascinante exposición de arte contemporáneo. El artista es Bernardí Roig (Palma de Mallorca, 1965) y sus instalaciones pueden verse en el jardín y en todas las plantas del viejo palacete de Parque Florido hasta el 25 de mayo. Aviso: ¡da mucho miedo!
Bajo el título El coleccionista de obsesiones, esta exposición nos muestra el lado más oscuro del Museo Lázaro Galdiano. Las instalaciones de Bernardí Roig emergen perturbadoras entre las obras de El Bosco o Goya, las armas y las alhajas que conserva la fundación. Hace ahora más de 65 años que murió el financiero y editor José Lázaro Galdiano, cuyas obsesiones pueden rastrearse en el museo que lleva su nombre. La idea del coleccionista impulsivo, perseguidor de sueños y pesadillas a través de los objetos de arte, es la que ha guiado a Bernardí Roig y al comisario José Jiménez por las salas de la fundación en busca de aquello que más nos aterra.
Desde que se inaugurara el 25 de enero un peligro desconocido parece cernirse sobre el palacete de Parque Florido. El artista ha transformado el museo en un pasaje del terror repleto de figuras asustadas que se esconden entre los setos, se asoman con angustia por las barandillas o tratan de ocultarse en las esquinas; y de unas insidiosas luces eléctricas, presentes en casi todas las instalaciones, unas veces como amenaza y otras como secreto, a punto de engullir todo lo que se aproxime a ellas. Esta exposición permite interpretar el museo desde nuevas perspectivas: se han abierto espacios que normalmente están cerrados al público, como el túnel que comunica los dos edificios o la sala de las armaduras, escenografías de un nuevo drama en la que algo terrible está a punto de suceder.
Las figuras blancas de Bernardí Roig, fantasmas deslumbrados por la luz de los fluorescentes, parece que siempre han estado ahí, hurgando en las paredes o repitiendo el mismo movimiento convulso, la misma posición incómoda desde hace años, con la inocente ilusión de desentrañar un misterio: el misterio de la colección, esos sueños y pesadillas que habrían obsesionado a José Lázaro Galdiano y que ahora, después de haber visto esta maravillosa exposición, vuelven a obsesionarme a mí.