Ciclo Cine Casa Lope de Vega. Foto de Jaime Villanueva.

Una de las experiencias mágicas del verano es el cine al aire libre. Mientras las estrellas de la pantalla rivalizan con las del firmamento, el público espera que la noche sea más fresca que el día. Durante estos meses Madrid ofrece numerosas sesiones a cielo descubierto para todos los gustos.

Soy ese tipo de cinéfilo exigente que muestra una gran devoción por el séptimo arte, así que leo con mucha atención las críticas y una película nunca se convierte una mera excusa para salir de casa. Sin embargo, con el cine de verano hago una excepción: siempre me parece un buen plan y una buena razón para estar en la calle. Me encanta todo lo que sucede alrededor de la película: el murmullo del papel de plata que envuelve los bocatas del público, el ajetreo del bar, e incluso las raras veces que, súbitamente, se pone a llover y no da tiempo a leer la palabra FIN. Dicho esto, he de añadir que este año la programación que nos proponen los Veranos de la Villa, el Museo del Traje, el Cine Doré, La Casa Encendida o la Casa Museo Lope de Vega es muy apetecible, incluso para los pesados como yo.

Los Veranos de la Villa lleva una vez más el cine al Parque de la Bombilla, del 27 de junio al 7 de septiembre, y a la Fundación Borau – Olviar de Castillejo, del 15 al 21 de julio. También entre árboles, en el jardín del Museo del Traje, todos los jueves hasta el 8 de agosto, hay cine de verano. Muchos más céntrico, El Cine Doré, sala de exhibición de la Filmoteca, convierte, como es habitual en estas fechas, su azotea en un cine al aire libre hasta mediados de septiembre. Muy cerca, La Casa Encendida propone un ciclo de terror, su Terraza de los monstruos, los sábados de julio y agosto. Y todos los miércoles de julio, en el huerto de la Casa Museo de Lope de Vega, pueden verse adaptaciones literarias de los clásicos del barroco.

El cine, como sabemos todos los espectadores, es mágico porque refleja de forma desnuda nuestras emociones, porque nos traslada en el tiempo y en el espacio y porque en la pantalla todo es mucho más grande y más intenso. Pero si además lo vemos bajo la luz de la luna y el calor por fin nos da una tregua, el cine de verano es mágico doblemente.

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