Moisés y Aarón, la ópera inacabada con la que Arnold Schönberg quiso denunciar el antisemitismo del periodo de entreguerras, llega al Real de la mano del director de escena Romeo Castellucci, uno de las figuras más singulares del teatro de vanguardia en Italia.
Esta adaptación operística del Éxodo, con música y libreto de Schönberg, centra gran parte del conflicto dramático en la dificultad de creer en lo que no se ve. Aunque Moisés, gracias a la ayuda de su hermano Aarón, consigue convencer al pueblo de Israel para que siga a un Dios que está prohibido representar, la obra desarrolla con profundidad el momento en el que la imagen sustituye a la divinidad, o sea la archiconocida historia del Becerro de oro. Una sucesión de acontecimientos que parecen reflexionar sobre el papel de los líderes y la volatilidad de las masas, asunto que probablemente estuviera en la mente de Schönberg mientras el nazismo se extendía por Europa.
Aunque los melómanos saben que Schönberg es uno de los más influyentes teóricos y compositores, entre otras razones por haber creado la técnica del dodecafonismo, lo cierto es que gran parte del público desconoce, todavía hoy, el legado de un autor que fue para la música lo mismo que Kandinsky para el arte. Esta comparación no es gratuita, porque ambos creadores se conocieron en la década de 1910, cuando los dos formaban parte de El jinete azul, un grupo de pintores que apostaba por la expresión subjetiva de la realidad y que como es sabido se adentraría en el camino de la abstracción. Más tarde Schönberg repetiría un viaje parecido hacia la atonalidad y sería capaz de evocar atmósferas tan emocionantes como las de esta ópera.
Aunque Moisés y Aarón fue estrenada en Zurich en 1957, su autor la había dejado a medias en 1932 y nunca la acabaría. Por lo tanto no debe sorprendernos que esta sea la primera vez que se representa en Madrid. Se trata de un título incompleto y más parecido a una obra sinfónico-coral que a una ópera, por lo que exige una puesta en escena imaginativa y valiente. No obstante debemos señalar que en 2012 el coliseo madrileño presentó una extraordinaria versión concierto interpretada por la SWR Sinfonieorchester Baden-Baden-Freiburg, formación conocida por sus estrenos de música contemporánea. Por lo tanto me alegra que la Ópera Nacional de París y el Teatro Real se hayan unido en esta coproducción para poner sobre las tablas uno de los títulos fundamentales del siglo XX. ¡Hay que venir a verla!
Pocas veces se ha representado una ópera de Schönberg con tantos recursos, por lo que ésta es una ocasión extraordinaria para disfrutar de una obra compleja, llena de matices y de expresividad, que podría no comprenderse si no se lleva a escena con mimo. Alrededor de 400 personas, entre artistas y técnicos, hacen realidad el montaje de Moisés y Aarón ideado por Romeo Castellucci, que ha trasladado la historia a un universo futurista y lleno de referencias al accionismo vienés de la década de 1960, movimiento con el que debe estar muy familiarizado dado su interés por las manifestaciones más vanguardistas del teatro. La iluminación, el vestuario y la escenografía ayudan a conectar con una partitura arriesgada y sorprendente, llena de plasticidad y de fuerza. Sin quitar mérito a otras producciones, me atrevería a decir que es uno de los espectáculos más redondos que he visto en el Real.