Hasta comienzos de enero La Casa Encendida presenta dos exposiciones de arte que reflexionan sobre la relación del hombre con el medio ambiente. En la planta baja puede verse El curso natural de las cosas, que establece un paralelismo entre las técnicas propias de la agricultura y las de la creación contemporánea, y en el sótano la primera retrospectiva dedicada a B. Wurtz en España.
Desde hace quince años y gracias a una programación muy diversificada La Casa Encendida es un lugar de referencia tanto para aquellos que estén preocupados por el medio ambiente como para los que quieran conocer las últimas tendencias en arte contemporáneo, y aunque a veces ambos públicos parecen no mezclarse, este otoño coinciden – lo he visto con mis propios ojos – en las exposiciones de las que voy a hablar aquí. Gracias a este logro, un cóctel difícil de equilibrar, las últimas muestras pasarán a los anales de la vida cultural madrileña como tantas otras que hemos podido ver en la Ronda de Valencia. El secreto es su frescura. Al igual que ya hicieron Plagiarismo (2005) y On & on (2010), ahora El curso natural de las cosas llega para proponernos una nueva forma de leer la creación contemporánea y mientras tanto Wurtz. Obras escogidas 1970-2016 reivindica a un artista insuficientemente conocido en España.
Miró: yo trabajo como un hortelano es el título de un texto del artista y crítico Yvon Taillandier que sirve como punto de partida a la comisaria Tania Pardo para trazar en El curso natural de las cosas un recorrido que presenta a un artista equiparable al hombre de campo, es decir capaz de cuidar, interpretar y contemplar su entorno. Creadores que introducen – a veces de forma literal como hace Nicolás París con su huerto flotante – o reproducen el paisaje en el interior de las salas de La Casa Encendida. Pero lejos de lo que podría parecer a simple vista no se trata de una exposición de Land art, ni de arte y naturaleza, como nos advierte la nota informativa, sino de una aproximación absolutamente original a los procesos y a la experiencia de estos autores, presentados ahora como agricultores sensitivos, intérpretes del lenguaje de las plantas o el discurso del viento. Y además es una exposición con obras de enorme belleza, hecha para el disfrute de los sentidos, lo que no siempre es habitual en el arte contemporáneo. En la nómina de artistas están Adolfo Schlosser, Francis Alÿs o Betty Woodman entre muchos otros.
Organizada previamente por el Baltic Centre for Contemporary Art de Gateshead (Reino Unido), la exposición que trae la obra de B. Wurtz a La Casa Encendida incluye obras realizadas entre 1970 y 2016 con objetos cotidianos como pinzas, plumeros o bandejas para hornear. A diferencia del ready made de Duchamp, las piezas del artista californiano se caracteriza por una sutil intervención del artista que acaba dotando de nuevos significados a los desperdicios más triviales y abundantes de la sociedad de consumo. De esta forma las bolsas de la compra se transforman en las hojas de un árbol o los cordones crean móviles que aluden irónicamente a los de Calder. Si bien en el trabajo de B. Wurtz hay una fuerte dosis de humor, también nos obliga inevitablemente a hacer una reflexión sobre el destino de nuestros desechos y los problemas medioambientales que su acumulación supone. Pero más allá de ser una exposición de objetos reciclajes, el conjunto es una colección de monumentos a pequeña escala o de trofeos de enorme belleza formal.
El curso natural de las cosas y B.Wurtz. Obras escogidas 1970-2016 podrán verse hasta el 8 de enero en La Casa Encendida. ¡Imprescindibles!