Desde hace unos años el Museo Thyssen-Bornemisza ha organizado diversas exposiciones dedicadas a grandes firmas del diseño y la moda, como Cartier o Givenchy. Ahora, prorrogada hasta el 5 de marzo, puede verse una muestra que explora la relación de Bulgari, la mítica joyería de la Vía Condotti frecuentada por Elizabeth Taylor o Anna Magnani, y Roma, la Ciudad de Eterna. Pero más allá de esta programación, que reivindica el arte de la joyería y de la alta costura, la propia colección permanente del museo es en sí misma un catálogo de tendencias desde el siglo XIII hasta nuestros días y a lo largo de sus tres plantas nos propone un recorrido por la historia de la indumentaria y los complementos, como nos explican dos itinerarios facilitados por su la web.
Siempre me ha parecido que en la sala 5 del Museo Thyssen-Bornemisza se reúne uno de los mayores tesoros artísticos de la ciudad: un conjunto excepcional de retratos del Renacimiento en el que se incluyen obras de Antonello de Messina, Piero della Francesca o Robert Campin. Destacan especialmente dos obras que además tienen un enorme interés para la historia de la indumentaria, el Retrato de Giovanna Tornabuoni, obra de Domenico Ghirlandaio, y el de Enrique VIII de Hans Holbein el Joven. El primero presenta a una joven estilizada por un corsé, la armadura compuesta por láminas de mandíbula de ballena que serviría para dar mayor realce al busto femenino, y el segundo al rey inglés con jubón, la prenda masculina por excelencia en el siglo XVI. En ambos cuadros las joyas sorprenden por su esplendor y sirven para subrayar la elevada posición social de los retratados. Según el Lapidario de Marbodio sólo los reyes podían adornar sus dedos con zafiros, como los que aparecen engastados en los anillos del monarca.
Un siglo más tarde e inspirada en las damas que salían en procesión los días de fiesta, Zurbarán pinta una Santa Casilda vestida con sedas venecianas. Prendas como su voluminosa falda de terciopelo brocado o su capa de tafetán serían fuente de inspiración para Coco Chanel o Balenciaga entre otros muchos diseñadores modernos. Mientras tanto, a principios del siglo XVII, en el norte de Europa, llegaba la moda de las gorgueras. Un ejemplo sobresaliente es el Retrato de una joven dama con rosario, obra de Rubens en la que un complejísimo encaje oculta las muñecas y el cuello de la mujer hasta hacerlo desaparecer entre pliegues blancos.
Desde entonces y cada vez más rápido la moda no ha hecho más que cambiar. Sin lugar a dudas uno de los momentos álgidos de la pasarela del museo Thyssen-Bornemisza llega en las salas dedicadas al siglo XIX. Aquí es donde encontramos el Retrato de David Lyon, en la que Sir Thomas Lawrence parece resumir la quintaesencia del dandismo: pelo corto y despeinado, cara afeitada y aspecto algo extravagante. El pantalón “Brummel”, el frac y la levita rematada con piel hacen de este individuo uno de los más cautivadores del museo. Tal vez, su mayor rival en cuando al estilo es la Amazona de frente de Manet, vestida con sombrero de copa masculino y traje de montar. Como sólo vemos la parte superior, nos olvidamos de la falda y la figura se presenta como un ser andrógino, mitad hombre y mitad mujer, ideal de belleza perseguido por numerosos diseñadores a partir del siglo XX.
La industria de la moda alcanzó un enorme desarrollo a partir de la década de 1920. Prueba de ello es el cuadro de Lovis Corinth en el que se muestra un Desfile. Aunque hoy no nos sorprenda en absoluto, la modelo representada lleva una falda demasiado corta para la época, es decir por encima de los tobillos. Sin embargo el estilismo que sigue siendo absolutamente contemporáneo es el de Quappi con Sueter Rosa, una pintura en la que Max Beckman representa a su mujer con unos collares enormes y un pañuelo cubriendo su cabeza.
No podemos obviar una obra de Sonia Delaunay titulado Vestidos simultáneos (tres mujeres, formas y colores) en el que la artista de origen ruso presenta sus propuestas en el campo del diseño textil y que es la síntesis absoluta de la moda y la pintura. En este lienzo podemos comprobar como sus creaciones transformaban a las mujeres en cuadros vivientes y tridimensionales. Después de la Primera Guerra Mundial se instalaría por unos años en España con su marido, Robert Delaunay, y abriría una tienda en la calle Serrano. En 2017 se cumplen cien años de su llegada a Madrid por lo que el Museo Thyssen-Bornemisza tiene programada una exposición a partir del 4 de julio que analiza precisamente la relación de su arte con la moda. Pero antes, merece la pena acercarse a la colección y recorrer no sólo los estilos de la pintura también las últimas tendencias de los últimos siglos.