El pasado jueves el Teatro Español estaba lleno hasta la bandera. La expectación era enorme. Se estrenaba la que sin duda es para muchos la gran apuesta de la temporada: Ushuaia, un texto de Alberto Conejero dirigido por Julián Fuentes Reta y protagonizado por José Coronado.
Desde hacía meses el público y la crítica esperaban con impaciencia un estreno en el que confluyen dos de los nombres propios más conocidos del teatro reciente. Podría parecer algo exagerado, pero ésta ha sido la prueba de fuego para Julián Fuentes Reta y Alberto Conejero, bendecidos en los últimos años por los Premios Max: en 2015 el primero obtuvo el reconocimiento a la mejor dirección de escena con Cuando deje de llover y en 2016 el segundo fue galardonado por su texto La piedra oscura. Pero la mayoría de edad les llega justo ahora, con Ushuaia, cuando ambos cumplen alrededor de 18 años en la profesión.
El examen era difícil. Allí nadie iba a dejar pasar ningún detalle. Todo se revisó con enorme exigencia: la dirección de actores, el decorado y el texto, sobre todo el texto. No era para menos. Con La piedra oscura, que evocaba el amor entre Federico García Lorca y Rafael Rodríguez Rapún, Alberto Conejero se había metido al público en el bolsillo, pero algunos se preguntaba si podría hacerlo con una historia distinta, sin la Guerra Civil de trasfondo y sin el poeta más carismático del siglo XX de referencia. ¿Dónde estaba realmente el interés de la obra? ¿En la forma de acercarse a los personajes o en unos personajes que son reconocibles por todos? Así que Ushuaia viene a confirmarnos cómo es en verdad el teatro del dramaturgo más visible de su generación, el que más ha dado que hablar en los últimos tiempos con una propuesta clásica, sin estridencias ni recursos pretendidamente vanguardistas. Es necesario decir que el nuevo título es en realidad anterior y fue escrito en 2013, cuando Conejero aún no había conocido el éxito apabullante que vendría después. Tal vez esto lo hace más interesante y sincero, y también nos obliga a acercarnos al mismo sin falsas expectativas, sino con la curiosidad de descubrir la trayectoria de un autor del que seguiremos hablando mucho en los próximos años.
Un hombre vive sólo y alejado de todo contacto personal en Ushuaia, la ciudad más austral del mundo. No hay personajes históricos ni paisajes reconocibles: un bosque, una mujer que llega para ayudarle con las tareas domésticas, recuerdos de la Segunda Guerra Mundial. Lo mejor del teatro de Alberto Conejero es la fuerza expresiva de los parlamentos, con pasajes enteros que tienen la intensidad propia de la poesía, construidos a golpe de metáforas y ritmo cadencioso. La historia ha sido contada mil veces, es la historia de la culpa y el arrepentimiento, la de la venganza y la piedad, la misma que contaban películas como La lista de Shindler o El lector, pero tal vez en Ushuaia lo de menos es la trama, la mecánica de la historia, y lo de más las confesiones, los diálogos entrelazados, el lirismo. Después de verla a nadie le sorprenderá que su autor haya publicado recientemente el poemario Si descubres un incendio (La bella Varsovia, 2016), porque estamos fundamentalmente ante la obra de un escritor.
Y precisamente por esto, porque estamos hablando de literatura era imprescindible contar con la dirección de Julián Fuentes Reta, que ha llevado a escena varios textos traducidos por Jorge Muriel, como Cuando deje de llover de Andrew Bovell o el Proyecto Laramie de Moisés Kaufman y Tectonic Theater, que pudieron verse en las Naves y en la sala Margarita Xirgú del Teatro Español en los últimos años.
Creo que este título marcará un antes y un después en la trayectoria profesional de sus autores. Ya no podremos decir que son emergentes, ya no podremos decir que son promesas. Son el teatro de hoy, el teatro de la segunda década del siglo XXI, del presente. Ushuaia, que puede verse en el Teatro Español hasta el 16 de abril, nos demuestra que Alberto Conejero y Julián Fuentes Reta son ya mayores de edad.