El Teatro Real estrena por primera vez en España Bomarzo, una ópera con música de Alberto Ginastera y libreto de Manuel Mujica Láinez, autor también de la novela homónima. Llevada a escena por Pierre Audi bajo la dirección musical de David Afkham, se trata de uno de los grandes acontecimientos culturales del año en Madrid. Podrá verse hasta el 7 de mayo.
Desde mis años de estudiante en la Facultad de Geografía e Historia, Bomarzo ha sido siempre una referencia ineludible entre profesores y colegas. Decía en sus clases Ana María Arias de Cossio que, frente a cualquier manual académico, Bomarzo explicaba con gran claridad lo que supuso realmente el Renacimiento. Y no le faltaba razón. Puede sonar exagerado pero lo cierto es que el libro describe con detalle la vida de una corte en la que arte, miedo, deseo y miseria se confunden. Además la obra de Manuel Mujica Láinez es también una de las mejores novelas del siglo XX, que provoca, como los clásicos universales, la necesidad de perseguir a sus personajes más allá de las páginas, de seguir conociéndolos.
Por esto no me sorprende que pocos años después de su publicación, Alberto Ginastera, uno de los grandes compositores argentinos que además fue maestro de Piazzola, hiciera esta adaptación operística. Yo también tuve la urgencia de conocer el “Sacro bosque de los monstruos” en el que Pier Francesco Orsino manda esculpir en piedra sus sueños y obsesiones. Un jardín que existe, se encuentra a unos veinte kilómetros de Viterbo (Lazio), y ha sido fuente de inspiración para artistas de todos los tiempos. Mujica Láinez se imagina al duque de Bomarzo como un hombre acomplejado e inseguro, cruel y tierno a la vez, obcecado por alcanzar la inmortalidad, tal vez como yo, tal vez como los demás. Ginastera decía: «Todos tenemos contradicciones, problemas amorosos, desasosiegos, desilusiones, creencias en cosas irracionales, riñas y envidias familiares… Y, sobre todo, miedo a la muerte y deseo de trascendencia. En este sentido, todos somos Bomarzo».
Y del mismo modo que tuve la necesidad de conocer Bomarzo, el Bomarzo real, he tenido la necesidad de ver el estreno de su versión operística en Madrid. La música es embriagadora. Observa David Afkham que la partitura incluye hasta setenta y tres instrumentos de percusión, además de una mandolina y una viola d’amore, lo que ayuda a recrear esa atmósfera propia del Renacimiento que tan bien está retratada en la novela. Por su parte, la puesta en escena de Pierre Audi, sobria en lo escenográfico y barroca en el vestuario, tiene momentos sublimes y terroríficos. Y el tenor John Daszak, sobre el que recae buena parte del peso interpretativo de la historia, hace un papel fantástico.
Pero la recepción de esta ópera casi está a la altura de la leyenda de Bomarzo. Prohibida durante la dictadura de Onganía por cuestiones morales, enseguida se convirtió en un mito, como tantos otros títulos que a lo largo de la historia han entrado en el catálogo de los censores. Sin embargo hoy, es difícil encontrar la provocación o el escándalo que suscitó en su tiempo, lo que descubre el público es la belleza y el rigor de una de las mejores partituras compuestas en Latinoamérica, una obra maestra que por fin llega al Teatro Real.