Plaza de Italia. Chirico. 1925.

El retorno a la antigüedad clásica es, si no la más importante, al menos una de las obsesiones que ha marcado a los artistas italianos desde hace siglos. Ya en el Renacimiento se preguntaban quién era mejor: el mítico Zeuxis, capaz de engañar a los pájaros con sus uvas pintadas, o Leonardo, el genio contemporáneo que había capturado con sus pinceles la densidad del aire. Mucho más tarde, en la época de entreguerras, llegarían la pintura Metafísica de Giorgio de Chirico y el grupo Novecento, y más tarde todavía, en los años setenta y ochenta, la transvanguardia, que proponía una vuelta a la figuración con referencias al repertorio iconográfico tradicional. Las dos exposiciones de las que habla este post, Retorno a la Belleza en la Sala Recoletos de la Fundación Mapfre y la retrospectiva de Paolo Gioli, en el Instituto Italiano di Cultura, trazan la historia de esta obsesión por el clasicismo.

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