Eran varias las personas que me había recomendado La autora de las Meninas, una obra que parece haber sido escrita y dirigida por Ernesto Caballero para la actriz Carmen Machi, quien ofrece en esta producción una de las mejores interpretaciones de toda su carrera hasta el momento. Puede verse hasta el 28 de enero en el Teatro Valle-Inclán.

Desde hace más de un mes veía sobre la fachada del Centro Dramático Nacional un enorme cartel con el sorprendente título de La autora de las Meninas. Me preguntaba si ahora se estaba poniendo en duda la autoría de un cuadro que, no sólo es una de las obras más valiosas del Museo del Prado, sino también uno de los iconos de España, equiparable a El Quijote de Cervantes, el flamenco o la paella. Tal vez un investigador había propuesto que Velázquez era en realidad una mujer, y que un sistema heteropatriarcal ocultó durante siglos la verdadera identidad de la pintora. Pero la propuesta de Ernesto Caballero es todavía mucho más interesante que la que yo pude imaginar al leer el título. El director nos propone un futuro no muy lejano en el que ha sucedido ya lo que los periodistas y políticos llaman «el desmantelamiento», es decir la desestructuración de la sociedad del bienestar. Entonces un nuevo partido, Puebloenpie, le encarga a Sor Ángela, una extraordinaria copista, que haga una reproducción exacta de Las Meninas, una reproducción que primero será expuesta en la propia pinacoteca y que más tarde, quién sabe, pueda sustituir al original. A partir de aquí la obra se pregunta si seríamos capaces de vender nuestro patrimonio artístico, el patrimonio compartido que nos define como sociedad, para superar una crisis económica. Y más importante todavía, La autora de las Meninas reflexiona acerca del valor que tienen para nosotros las creaciones del pasado y si este valor es inalterable o por el contrario está sujeto cada vez al juicio moral y político del momento.

El texto tiene lo mejor del teatro cómico -rozando a veces el absurdo- y del teatro de ideas. A lo largo de la función se habla de la vanidad que fomentan las redes sociales, de la facilidad para manipular las opiniones, de la demagogia de los partidos o de la cárcel de lo políticamente correcto. Refleja un cambio de paradigma, el fin de una época en la que ciertos principios parecían inamovibles, por ejemplo la sencillez, la humildad o la belleza. Además cabe destacar el voltaje intelectual de una obra en la que las citas de Benjamin, Foucault y Tzara salpican con naturalidad la acción, para hablarnos también del arte y de Velázquez; por cierto, de una manera totalmente distinta a la que haría Buero Vallejo en Las Meninas.

Ernesto Caballero ya trabajó con Carmen Machi en la ampliamente aplaudida La tortuga de Darwin. Esta vez ha creado un papel a la medida de la actriz, que tanto en las escenas dialogadas con Mireia Aixalà (en el papel de directora del Museo del Prado) y Francisco Reyes (extraordinariamente ambiguo en el papel de vigilante), como en los bellísimos monólogos, explora buena parte de sus registros -no sólo la vis humorística-. Sor Ángela podría estar inspirada en Sor Isabel Guerra, conocida pintora hiperrealista, o en Sister Wendy, conocida en Gran Bretaña gracias a sus comentarios radiofónicos de obras de arte para la BBC. Y por qué no, también a todas las monjas y novicias que a lo largo de la historia de nuestra literatura y nuestro cine se ven tentadas por el deseo de reconocimiento y amor. Ejemplos sobresalientes son Doña Inés o Viridiana.

Es comprometido decirlo hoy, pero según mi parecer La autora de las Meninas quedará como una muestra sobresaliente de todo lo que nos preocupa en 2018. Porque el futuro cercano que imagina Ernesto Caballero es en realidad el presente que ya estamos viviendo. ¿Acaso usted no vendería Las Meninas para asegurarse la pensión? ¿De verdad lo tiene tan claro?

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