Los cinéfilos tienen en Madrid su propio templo, la sala de proyecciones de la Filmoteca Nacional, ubicada en un antiguo cine de barrio que evoca la atmósfera de principios del siglo XX. Desde 1989 ofrece una exquisita programación con películas para todos los gustos a un precio muy económico.

Cuando vienen amigos de fuera de Madrid suelo acercarme al Cine Doré (Calle de Santa Isabel, 3). Siempre les convenzo para que nos quedemos a ver alguna película. Me gusta sentarme con ellos en el patio de butacas, bajo el altísimo techo azul, mientras nos observan los dos medallones decorativos que enmarcan la gran pantalla. En el de la izquierda aparecen pintadas las pirámides de Giza y en el de la derecha los rascacielos de Nueva York. Antes de que se apaguen las luces siempre hago la misma reflexión: “Ver una película es una forma de viajar. A lo mejor en El Cairo o en Manhattan hay un cine con un mural en el que se ve la Plaza Mayor o la Gran Vía. Quién sabe…”.

Han pasado ya veinte años desde la primera vez que entré en el Palacio de la pipas, apodo con el que los madrileños bautizaron a esta sala de cine construida en 1923, en el mismo solar que desde hacía una década acogía una barraca para las proyecciones del entonces novedosísimo invento de los hermanos Lumière. Lo de “Doré” parece que fue una idea del empresario para darle un aire afrancesado al local, que en tiempos contó incluso con su propio jardín. Dice el Colegio de Arquitectos de Madrid que es una de los cinematógrafos en activo más antiguos de España. Su fachada de estilo modernista, su cafetería de cristales esmerilados que dan al pasaje del mismo nombre y los puestos del Mercado de Antón Martín que lo rodean le dan una personalidad propia: popular y culto, castizo y elegante. Las columnas achaparradas de la entrada son un punto de encuentro habitual entre culturetas y gafapastas, queden o no para ir a ver una película en el Doré. “Nos vemos luego en la ‘Filmo’”.

Después de El perro andaluz de Luis Buñuel, que fue la primera película que yo vi en la Filmoteca, vendrían muchas otras. He tenido la costumbre de ir a la última sesión de los domingos, que es la que más me gusta porque parece alargar un poquito el fin de semana. Y sigo frecuentándolo, ahora hay un ciclo de Bergman, pero más allá de la película a la que vengas, entrar en el Cine Doré tiene para mí el sentido de los rituales. Antes de cada proyección, cuando la pantalla todavía está en blanco, a veces veo a Tazio muriendo en Venecia, a Marilyn Monroe con faldas y a lo loco o a los pájaros de Hitchcock revolotear entre el Cairo y Nueva York.

Nota importante: la programación incluye también películas para niños. Y todas las proyecciones son en versión original con subtítulos en español, así que el Cine Doré es un lugar estupendo para ir con amigos que todavía no dominen el español y con gente de cualquier edad. Además cuenta con un restaurante de menú del día y muy cerca, en el Palacio barroco del Marqués de Perales (Calle de la Magdalena, 10), cuya fachada es obra del arquitecto Pedro Ribera, tiene su sede la Filmoteca Nacional, institución que tiene por finalidad conservar y difundir el patrimonio cinematográfico español. ¿Ahora entendéis por qué es uno de mis sitios preferidos de Madrid?

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