Las fotos promocionales de la película El fabuloso mundo del circo muestran a un John Wayne sonriente (y más grande que un armario de dos puertas) flanqueado por Claudia Cardinale y Rita Hayworth, sus compañeras de reparto. Pero lo inusual es que posan delante de una columnata muy familiar, la del Monumento a la Patria personificada en Alfonso XII, que es como se llama el conjunto que abraza el Estanque Grande de El Retiro, vaciado y convertido en plató para filmar la superproducción americana en 1964.
No era la primera vez que se utilizaba como escenario para grandes espectáculos. El estanque, alimentado mediante un sistema de norias por un viaje de agua proveniente de Chamartín, sirvió para paseos en góndola y batallas navales o naumaquias ya desde la época de Felipe IV. Y en la isleta que, en tiempos, emergía en su centro se programaron representaciones de teatro y hasta recitales operísticos con el mismísimo Farinelli.
El monumento, coronado por una estatua ecuestre del rey y un mirador que ahora se ha abierto al público, fue construido y pagado parcialmente por suscripción popular a instancias de la reina viuda, la María Cristina me quiere gobernar de la canción. Estuvo a punto de levantarse en la plaza de Ópera, pero el proyecto ganador sugería emplazarlo en el parque debido a las grandes dimensiones del conjunto. No había dudas en cambio sobre la dedicatoria al rey Alfonso, al que su fallecimiento y la también prematura muerte de su primera esposa, Mercedes, habían convertido prácticamente en un héroe romántico, protagonista de coplas populares. Hablando del románticos, el estanque fue durante un tiempo un imán para quienes decidían quitarse la vida desafiando al instinto de supervivencia y también a la lógica porque, en su punto más hondo, sólo tiene un metro ochenta de profundidad.
El caso es que cuando el productor Samuel Bronston decidió hacer su peli en España, acabó eligiendo varias localizaciones en Madrid. Sin reparar en costes, sacó el agua del estanque para aprovechar el magnífico telón de fondo que le ofrecía el monumento y, sobre una tarima, se instaló la carpa de circo en la que transcurre buena parte de la historia, con un rodaje bastante accidentado.
Rita Hayworth tenía evidentes problemas para recordar sus líneas de guión, algo que luego se quiso achacar al Alzheimer en lugar de a su notoria afición a la bebida. Y sobre John Wayne cayó una tela en llamas cuando rodaba la escena del incendio de la carpa. Fumador empedernido, en el hospital descubrió que sus violentos ataques de tos no se debían tanto a la intoxicación por el humo del incidente como al cáncer de pulmón que, sin saberlo, padecía.