Delicias tiene el honor de ser la primera estación monumental de Madrid, alberga el Museo del Ferrocarril, el segundo fin de semana de cada mes celebra el Mercado de Motores y, por si fuera poco todo lo anterior para justificar una visita, es además parte de la historia de Hollywood.
Series y películas han recurrido a ella como decorado perfecto para rodar: Las cosas del querer, El tiempo entre costuras, Amantes, Los Serrano… Y no sólo de producción nacional, también películas multioscarizadas, como Doctor Zhivago, con Omar Sharif y Julie Christie al frente del reparto. Ya que la URSS estaba descartada como plató por razones obvias, David Lean se vino a España a rodar atraído, entre otras razones, por la promesa de nieve.
La cosa no pudo empezar peor. El invierno a caballo entre 1964 y 1965 resultó ser uno de los más calurosos del siglo, los actores sudaban la gota gorda bajo abrigos de campaña y gorros de astracán y no lograron dar con un copo de nieve ni en Soria. Literalmente, porque hasta allí se fueron en busca de algo que se asemejara a la fría estepa siberiana. Ya metidos en gastos, decidieron seguir adelante de todas formas simulando la nieve y el hielo, recreando en pleno julio una gélida estación de Moscú en Delicias y hasta un Kremlin de pega nada menos que en Canillas, a la altura de la actual calle Silvano, a tiro de piedra del Palacio de Hielo.
Cuenta otra de las protagonistas de la película, Geraldine Chaplin, que el rodaje allí terminó en alteración del orden público, aunque las versiones de lo sucedido difieren. Según la hija de Charlot, por exigencias del guión se tenía que recrear una manifestación de bolcheviques con cántico a todo pulmón de La Internacional incluido. Recordamos los datos para quienes no se hayan percatado del detalle: España, 1965.
El caso es que, según la Chaplin, los extras contratados para la toma no sólo cumplieron de forma profesional con el trámite, es que además se la sabían entera (en castellano, claro, no en ruso) y la interpretaron con tal entusiasmo que hubo de intervenir la autoridad para acabar con la «revolución». La actriz afirma que en el vecindario algunos llegaron a descorchar botellas de cava en la creencia de que aquello sólo podía deberse a que Franco hubiera muerto. Un figurante recordaba esa misma escena, cincuenta años después, con alguna variante como que, al final y antes de que aquello se fuera de madre, se decidió hacer sonar por los altavoces un pasodoble en lugar del himno revolucionario para no caldear los ánimos y que luego la magia del cine diera el cambiazo en el montaje final.