Desde hace unos años venimos asistiendo a un resurgir del teatro de texto en España, gracias a que una nueva generación de dramaturgos, nacidos a finales de los años setenta y principio de los ochenta, está siendo capaz de abordar los problemas de hoy con la contundencia y la precisión de las palabras. Como si fuera una antología viva del teatro, estos días coinciden en Madrid Catástrofe, de Antonio Rojano, La Resistencia, de Lucía Carballal, y Afterwork, de David Barreiro. Yo me he acercado a ver lo que cuentan y cómo lo cuentan los autores de este comienzo del siglo XXI.
La Cuarta Pared. Hasta el 23 de febrero.
Con esta obra, escrita en estrecha colaboración y en parte durante los ensayos con los actores de la compañía “La caja flotante” (Ion Iraizoz, Irene Ruiz, José Juan Rodríguez y Mikele Urroz), el multipremiado Antonio Rojano regresa después del éxito de Furiosa Escandinavia, que en 2017 fue nominada a cinco premios MAX. Lejos de conformarse y sin miedo a dar un salto en el vacío, el autor (o autores) han convertido este trabajo en un laberinto narrativo entre la ficción, el sueño y la realidad para medir el alcance de la catástrofe a todas los niveles: del televisivo atentado de las Torres Gemelas a las pequeñas equivocaciones personales. ¿Cómo nos imaginamos nuestra vida si hubiésemos tomado otras decisiones se preguntan los actores (no los personajes)? ¿Cuáles son nuestras pesadillas más recurrentes? ¿Tenemos derecho a sentir miedo?
Si bien el trasfondo metateatral de Catásfrofe enlaza directamente con esa ya larguísima tradición del teatro de vanguardia (Beckett o Pirandello entre otros), las referencias de Rojano parecen encontrarse más bien en el cine postmoderno norteamericano. Tal vez la influencia de David Lynch, icono para toda una generación de creadores que ahora rondan los treinta años, es más que evidente, pero también podríamos subrayar el interesante diálogo que establece con Spike Jonze o David Cronenberg –fascinado como él por la idea de catástrofe–. Probablemente lo más interesante del texto y del espectáculo son los numerosos recursos que utiliza (vídeo en directo, teatro de figuras, voz en off…) y las transiciones ágiles entre unas escenas y otras que sirven para traducir un iconografía muy cinematográfica al lenguaje de la escena y de la palabra.
Teatros del Canal. Hasta el 17 de febrero.
¿Podemos amar a una persona sin admirarla? ¿Estamos preparados para saber verdaderamente lo que nuestra pareja piensa de nosotros? ¿Y para afrontar la frustración en soledad? ¿En qué se apoyan nuestros roles de género? Estas y otras muchas preguntas son las que se hace Lucía Carballal en La Resistencia, un texto dirigido por Israel Elejalde y protagonizado por Francesc Garrido y Mar Sodupe. Un restaurante y dos escritores de mediana edad que están a punto de irse a vivir juntos. De fondo está el rumor de los éxitos y los fracasos, el reconocimiento literario y también el esfuerzo sin recompensa de una profesión en la que tal vez hay que exhibirse demasiado.
Dice la autora que la única crítica que no soportaría es la que asociase la ideología de sus personajes con la suya propia. Muy lejos de inspirarme algo parecido La Resistencia, escrita gracias a la beca de Dramaturgia Contemporánea que ofrece el Pavón Teatro Kamikaze, nos muestra una situación que parece haber sido recortada de la realidad para los espectadores y demuestra que siempre es más interesante hablar desde la empatía con los otros, tratando de comprender por qué piensa cómo piensan, que desde el maniqueísmo. Sus personajes son tan de carne y hueso que podríamos referirnos a un teatro transparente, en el que las cosas suceden –no sólo se enuncian– para que el espectador opine en libertad sin ser falsamente drigido. No tengo ninguna duda de que esto es lo más difícil de conseguir y Lucía Carballal, al igual que los clásicos de todos los tiempos, lo logra.
Teatro Lara. Hasta el 13 de marzo.
Lo que comienza siendo una divertida comedia de oficina, que en cierto modo podría recordarnos a la popular serie de televisión Camera café, alcanza escena a escena un sentido mucho más profundo para hablarnos de ese gran tema literario que es la ambición. Dirigida por Bruno Ciorda, interpretada por Vicente Camacho, Fernando Coronado y José Carretero, Afterwork parece continuar la misma estela que ha explorado en sus anteriores textos dramáticos el escritor David Barreiro. Al igual que en El Candidato, La herencia o Morales, por citar sola algunas, los personajes son políticos, emprendedores o empresarios similares a los que vemos por las calles de Madrid, pero siempre mucho más miserables –es decir humanos– de lo que en principio podría imaginar el espectador.
Tal es la necesidad de llevar la actualidad a las tablas de un escenario, que las referencias de David Barreiro (periodista, guionista y narrador) son los medios de masas antes que la tradición teatral. A veces parece que hubiese empezado a construir la trama a partir de una noticia del periódico y que sus personajes se mueven igual que si lo hicieran delante de una cámara de televisión. Bajo mi punto de vista esto es lo mejor que tiene su propuesta: haber conseguido crear un espectáculo vivo sin tener miedo a absorber la estética de Netflix o HBO para producir algo nuevo. Esto es lo que da pasar de la novela al cortometraje y de la tele al teatro, que los géneros y los tonos se retroalimentan y se refrescan. ¡Bravo!