Atención amantes de las series de los 90. Algo está a punto de ocurrir en Madrid que va a endulzar todos vuestros recuerdos. Seguid leyendo… Esta va a ser la mejor excusa para que descubráis la ciudad con un poco de ¡azúcar!
¿Os acordáis de la tienda de cupcakes que hicieron famosa en su día las protagonistas de Sexo en Nueva York? Se llamaba Magnolia Bakery y la noticia es que está a punto de abrir sus puertas en Madrid. Eso sí, por poco tiempo. Todos aquellos que quieran seguir los pasos de Carrie Bradshaw y sus amigas solo tienen que acercarse hasta el Gran Hotel Inglés, en el Barrio de las Letras, donde, desde el 21 de marzo y solo hasta el 14 de abril, abrirá una pop up que recrea aquel mítico local. Por si alguien tiene dudas, ¡por supuesto! Allí estará, listo para degustar, el famosísimo Carrie Cake, de vainilla, con crema pastelera rosa y una margarita encima. ¡Habrá que probarlos! Pero estamos en Madrid, no en Nueva York y me ha dado por pensar: si Carrie Bradshaw viniera de visita a nuestra ciudad, ¿a dónde la llevaríamos para calmar sus ganas de dulce? Se me han ocurrido unos cuantos sitios, algunos clásicos y otros muy de moda.
LOS DULCES MÁS CLÁSICOS
No hay en Madrid un dulce más clásico que los caramelos de violeta. Hay muchas confiterías dónde encontrarlos, pero lo mejor será acudir a La Violeta, en la plaza de Canalejas, fundada en 1915. Desde entonces se producen estos pequeños caramelitos, ideados por su primer propietario, que se inspiró en la propia flor que vendían en Madrid, a principios de siglo, las violeteras, que como bien dice el cuplé, anunciaban con su presencia la llegada de la primavera. Están hechos con esencia de violeta y, según cuenta la leyenda, el rey Alfonso XIII los compraba aquí para su esposa y para su amante. Los venden en caja, en latas… en incluso al peso. ¡Más de 400 kilos a la semana!
Solo le hacen sombra a estos caramelos los de La Pajarita, bombonería fundada en 1852 que entonces abría sus puertas en la Puerta del Sol y hoy lo hace en la calle Villanueva, en el Barrio de Salamanca. Si se llama así es porque, en sus orígenes, era frecuente que los contertulios que acudían a los cafés madrileños hicieran pajaritas con sus servilletas. Un día el propietario vio cómo en una carbonería también del centro vendían caramelos artesanos que tenían mucho éxito en el Congreso de los Diputados. ¡Y decidió hacer los suyos propios! Desde entonces hasta hoy los siguen vendiendo, con un envoltorio que incluye un facilísimo jeroglífico que hace referencia a sus orígenes. Los hay de 17 sabores. De fresa, limón y piña, pero también de anís, café, ron… y, por supuesto, violeta.
Pero, ¿y si Carrie prefiere un bollito? Pues le diría que fuera a La Mallorquina, en la Puerta del Sol, que huele maravillosamente bien desde 1894. Por su salón de té, hoy café, pasaron, entre otros, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Pío Baroja… ¿qué pedirían? Pues quizás entonces ensaimadas, postre típico de Mallorca, de donde era el propietario, que sirvió en Madrid las primeras. Ahora son más solicitadas las napolitanas de crema, que parece ser no nacieron precisamente en Nápoles. ¡Hasta hay colas para llevarse una!
Otro clásico de Madrid es la palmera de chocolate. Difícil decir cuál es la mejor. Aunque yo me quedo con una: la de La Duquesita, fundada en 1914 y hoy en manos del maestro chocolatero Oriol Balaguer. Situada en la calle Fernando VI, todavía conserva su preciosa fachada y, en su interior, la original figura de alabastro que da nombre al establecimiento. Las palmeras aquí son de hojaldre crujiente y cuentan con una cobertura de chocolate negro que se deshace en la boca. Las hay en formato normal y también mini (¡ojo, que vuelan!). Venden unas 60 al día, ahí es nada. Tampoco están nada mal las de azúcar, con un glaseado perfecto.
LOS DULCES DE MODA
Sin tener en cuenta los dulces de temporada (torrijas, rosquillas del Santo, buñuelos, roscones…) hay otros postres en Madrid que son una tentación. ¡Y que están de moda! Y si hay una fiebre en Madrid por unos dulces, es, claramente, por los Manolitos de Manolo Bakes, con varios locales (Plaza de Santa Bárbara, Conde de Peñalver y Narváez). Los manolitos son originarios de la pastelería Manolo, de esas de toda la vida, cuyos propietarios han creado ahora esta nueva marca, uno de cuyos socios es Álvaro Morata, jugador del Atlético de Madrid. ¿Y qué son? Pues pequeños croissants elaborados con un poco más de mantequilla que en la receta original. Los hay clásicos -no llevan nada-, con un toque de chocolate negro, cebras, pintados con chocolate blanco y negro… ¿De verdad queréis que os siga contando? Lo mejor es salir corriendo a comprarlos. Atención: venden ¡500 kilos al día!
Por si aún no habéis sufrido un empacho de azúcar, tengo aún más sugerencias. Aunque no son de origen español, los macarons se han puesto de moda en Madrid gracias a la pastelería Moulin Chocolat, muy cerca de la Puerta de Alcalá, donde Ricardo Vélez les ha dado una nueva dimensión. Con un relleno cremoso muy fresco, su textura es única. Están disponibles en diferentes sabores, entre ellos, chocolate negro, vainilla, pistacho y… violeta, claro, en esta ocasión con un toque de esencia de rosas.
Para terminar, os recomiendo el último dulce que ha hecho temblar los cimientos gastronómicos de Madrid. Hablamos de la tarta de queso que sirven de postre en el restaurante Carbón Negro, en la calle Juan Bravo, cuya especialidad son los platos a la parrilla. De textura cremosa, es ligeramente líquida en su interior y tostada en la superficie. La buena noticia es que, debido a su éxito abrumador, ahora no hace falta reservar mesa para disfrutarla. Podéis encargar una (vale 50 €, pero tienes para varias raciones) y recogerla en el restaurante un día después para saborearla en casa. Aunque para tartas, tenemos que hablar también de las de tamaño mini que Alejandro Montes prepara en Mama Framboise, en la zona de Las Salesas, un sitio, que no sé por qué, creo que le encantaría a Carrie Bradshow. Yo le recomiendo la healthy de frambuesa.