Si estamos en Madrid y estamos en el mes de mayo eso quiere decir que ha llegado el momento de comer las muy típicas rosquillas del santo. La tradición manda degustarlas el día 15, festividad de nuestro patrón, que este año no podremos celebrar, al menos, fuera de casa. Para conmemorar una fecha tan especial te proponemos un plan. O, mejor dicho, una receta de lo más dulce. Tenemos ayuda: la de nuestros amigos del Horno de San Onofre.
Pero, antes de ponernos con las manos en la masa, un poco de historia. El origen de las rosquillas se remonta al antiguo Imperio Romano, época en la que su elaboración se extendió a buena parte de Europa y de la cuenca mediterránea. Si en Madrid es todo un clásico comerlas durante las fiestas de San Isidro tal vez sea ‘culpa’ de la Tía Javiera, personaje que puede que existiera, puede que no, pero que hoy forma parte del imaginario popular madrileño.
Dicen que procedía de Fuenlabrada o de Villarejo de Salvanés, pueblos ambos con gran tradición rosquillera. Hasta Madrid venía, allá por el siglo XIX, a vender sus dulces con motivo de la romería que ya entonces se celebraba en la pradera de San Isidro en honor al patrón de la ciudad. Parece ser que las suyas eran las mejores: no llevaban azúcar en la masa, sino aguardiente, y estaban empapadas en un jarabe que dejaba secar para atarlas mas tarde con una guita (cuerda delgada de cáñamo). La Tía Javiera, que no tuvo hijos pero sí un buen número de imitadores, siguió siendo popular después de su muerte gracias a la literatura, que nunca se olvidó de ella. Recordemos a Ramón Gómez de la Serna: “Pronto no habrá, ¡chachipé! / en Madrid duque ni hortera / que con la Tía Javiera / emparentado no esté”.
En la actualidad existen cuatro tipos de rosquillas. Las más famosas son las tontas, sin glaseado alguno, cuyo origen se remonta a la Edad Media, y las listas, cubiertas de un baño de azúcar y limón, con un característico color amarillo. Pero también las hay de Santa Clara, que se empezaron a elaborar en el Monasterio de la Visitación y se sirven cubiertas de merengue seco blanco, y las francesas, que nacieron de los caprichos de la reina Bárbara de Braganza. Para ella el cocinero real ideó una receta con almendra picada y azúcar por encima. Todo esto nos lo cuentan desde el Horno de San Onofre, que nos va a ayudar también a preparar unas estupendas rosquillas tontas. Esta es su receta.
INGREDIENTES:
Huevos (250 gr)
Aceite de oliva virgen extra (20 ml)
Azícar (35 gr)
Harina fuerte (50 gr)
Harina floja (200 gr)
Anís en grano (15 gr)
ELABORACIÓN
Batimos todos los ingredientes en perol durante 20 minutos aproximadamente. Pasamos a manga y escudillamos, esto es: dispensamos la masa sobre una bandeja. Si no se tiene manga, hacemos la masa y estiramos con el rodillo hasta que quede con un espesor de un centímetro. Entonces formaríamos los roscos con una contrapasta, vaciando el centro de cada uno con una cortapasta más pequeña. Una vez pintadas en huevo batido, colocamos las piezas en planchas engrasadas y horneamos, entre 180 y 200 grados, hasta que se abra y se corte su primera piel. En total, de 12 a 15 minutos. Si queréis hacer rosquillas listas tendréis que bañarlas, después de horneadas, en una combinación de azúcar, clara de huevo, limón y aguardiente, y dejar que se sequen. Las de santa Clara, tendrían que estar cubiertas con un jarabe hecho a base de claras de huevo. Ya sabéis: ¡si escudillamos y horneamos nos vamos a La Gran Vía! ¡Si freímos y atamos en guita acompañémonos a la Tia Javiera a la romería! Por cierto, si no te animas a hacer las rosquillas, debes saber que las pastelerías del Horno de San Onofre comienzan a funcionar poco a poco. A partir del día 13 de mayo envían pedidos a domicilio previo encargo (91 522 73 77 y 91 559 62 14).