El 15 de mayo celebramos el día de San Isidro en Madrid. Tendremos que esperar para poder ir a la pradera, pero, mientras, paseemos con la imaginación por todos esos lugares de la ciudad vinculados con nuestro patrón, que, como buen castizo que era, vivió y murió en el barrio de La Latina. Esta ruta es perfecta para chulapos y chulapas de corazón. ¡Que suene el organillo en casa!
MUSEO DE SAN ISIDRO. LOS ORÍGENES DE MADRID
San Isidro, patrón de Madrid, nació en torno al año 1082 en el Mayrit musulmán, cuando la que hoy es nuestra ciudad formaba parte de la taifa de Toledo, aunque muy pronto, apenas unos años después, pasaría a estar bajo los dominios del rey Alfonso VI. Parece ser que vivía junto a sus padres, labradores como él, en los arrabales de San Andrés, fuera de las murallas. Para que nos entendamos: en el barrio de La Latina. Es ahí justo donde abre sus puertas el Museo de San Isidro que si se llama así es porque en el solar que ocupa estuvo la casa de los Vargas, amos de Isidro, que vivió y murió en ella el 30 de noviembre de 1172.
El edificio que alberga el Museo fue construido en 1974 siguiendo la trazas del palacio que ocupó el solar desde el siglo XVI. La exposición permanente está dedicada a la arqueología madrileña y a la historia de la ciudad desde la Prehistoria hasta el traslado de la Corte en 1561, por decisión de Felipe II. Cuenta con una sección especial dedicada por entero a nuestro patrón y a su esposa, santa María de la Cabeza. Aquí podemos ver el Pozo del Milagro, en el que San Isidro salvó de morir ahogado a su hijo Illán haciendo subir el agua hasta el brocal, que, por cierto, es el original. A nuestro santo se le atribuyen ¡438 milagros! Este es uno de los más famosos y sirvió de inspiración a Alonso Cano (1638) para uno de sus cuadros, expuesto hoy en el Museo del Prado.
Son de gran interés también las pinturas al temple que realizó Zacarías González Velázquez en 1789 para la bóveda de la capilla, construida a principios del siglo XVII sobre el lugar en el que vivieron el santo y su esposa, en dos pequeñas habitaciones pertenecientes a la residencia de su patrón, Iván de Vargas. El óvalo central representa la Apoteosis de San Isidro. También podemos ver dos ángeles que portan una corona de laurel y otros dos más que sostienen una banda con la inscripción Hic obdormivit in domino (Aquí se durmió en el Señor), en alusión a la tradición según la cual el santo murió en este lugar.
Justo al lado del Museo de San Isidro se alza una de las iglesias más antiguas de Madrid, frecuentada en sus tiempos por san Isidro y santa María de la Cabeza. En un principio nuestro patrón fue enterrado en el cementerio de san Andrés pero después su cuerpo fue trasladado, parece ser que un 15 de mayo, hasta este templo, donde fue encontrado en el año 1212.
Anexa a la iglesia podemos ver la preciosa Capilla del Obispo, a medio camino entre el arte gótico y el renacentista. Fue construida entre 1520 y 1535 para acoger los restos mortales de san Isidro a petición de Francisco de Vargas, para cuya familia, una de las más poderosas del Madrid medieval, había trabajado el santo. El impulso definitivo se lo dio su hijo Gutierre, obispo de Plasencia, a quien se debe no solo el nombre, también su suntuosa decoración interior.
El cuerpo de san Isidro estuvo en ella en diferentes momentos hasta 1669. Las disputas entre la iglesia de San Andrés y la familia Vargas por ver de quién dependía la custodia del santo, canonizado por Gregorio XV en 1620, acabaron con la construcción en el mismo templo de la Capilla de San Isidro, magnífico ejemplo del barroco madrileño. Los arquitectos Juan Gómez de Mora, Pedro de la Torre y José de Villarreal trabajaron en esta capilla, terminada por Sebastián Herrera Barbueno y Juan de Lobera, quien proyectó un baldaquino para el arca con las reliquias del ya patrón de la Villa y Corte, que aquí estuvo hasta 1769. Mármoles, jaspes y cuadros con escenas de la vida del santo formaban parte de su decoración. La capilla, y en realidad, toda la iglesia, fue incendiada durante la Guerra Civil por lo que tuvo que ser reconstruida.
La Colegiata de San Isidro es uno de los edificios más representativos de la arquitectura religiosa madrileña del siglo XVII. De estilo barroco, fue construida por arquitectos jesuitas, que siguieron el modelo definido en la iglesia del Gesù, de Roma. El templo estuvo dedicado en sus orígenes a san Francisco Javier, pero, tras la expulsión de España de la Compañía de Jesús, el rey Carlos III quiso que quedara bajo la advocación del santo, coincidiendo con el traslado en 1769 de su cuerpo desde la iglesia de san Andrés. También fueron trasladadas desde el Oratorio de la Casa de la Villa las reliquias de su esposa, santa María de la Cabeza, para que pudieran por fin descansar juntos, algo que hasta ese momento nunca había sucedido.
Su interior fue reformado entonces por el arquitecto neoclásico Ventura Rodríguez, que proyectó un nuevo presbiterio y el retablo del altar mayor, que es donde se encuentran los sepulcros, uno encima del otro, de los dos santos. También juntos aparecen en el cuerpo central de cuatro columnas corintias de la fachada principal, realizada en granito. Que a nadie le sorprenda su monumental aspecto: la Colegiata de San Isidro fue la catedral provisional de Madrid hasta el año 1993.
En ese año, 1993, fue consagrada por el Papa Juan Pablo II la gran catedral madrileña, cuya construcción comenzó a finales del siglo XIX y concluyó a finales del XX. Situada frente al Palacio Real, está dedicada a la Virgen de la Almudena, con la que san Isidro comparte el patronazgo de la ciudad. Presiden la fachada principal las estatuas de san Fernando, santa Teresa de Jesús, san Isidro y santa María de la Cabeza. Dos tallas policromadas barrocas, atribuidas a Juan Villabrille y Ron (siglos XVII y XVIII) también recuerdan a la pareja en la capilla central de la girola, que custodia el arca del siglo XIII que contuvo los restos mortales de nuestro patrón desde el año 1275 hasta 1620, año en que fueron trasladados a un arca de plata. Es una obra singular del arte medieval español, realizada en madera y cuero. En ella aparecen, pintadas, escenas de la vida del santo, incluido el milagro de los bueyes que araron solos, guiados por ángeles, las tierras de su amo, mientras él rezaba. En la tapa del arca podemos ver la representación más antigua que se conserva de la talla original, hoy perdida, de la Virgen de la Almudena.
La Catedral acoge su propio Museo, creado para dar a conocer a los visitantes la historia de la Iglesia en Madrid y, por tanto, la de sus dos patronos. Aquí se conserva el Códice de San Isidro, también conocido como Códice de Juan Diácono, pergamino manuscrito del siglo XIII que ofrece detalles sobre su vida y relata los milagros obrados por su intercesión. El códice está escrito en letra gótica redonda castellana de estilo caligráfico correspondiente al reinado de Alfonso X. Apareció junto al cuerpo del santo cuando este fue encontrado en la iglesia de San Andrés. En la vitrina donde se expone también están las llaves que abren el sepulcro de san Isidro, el que está en la Colegiata. No se ha abierto desde el año 1985.
CAPILLA DE SAN ISIDRO. LA CUADRA
Y ahora, una curiosidad. Seguro que muchísima gente en Madrid no conoce esta capilla, a la que se accede por una pequeña puerta que hay en la calle Petril de San Esteban, muy cerca de la iglesia de San Pedro el Viejo. Fue construida sobre el solar de la casa de los Vargas donde san Isidro guardaba los bueyes de labranza, de ahí que se la conozca como La Cuadra. Destacan en ella un retablo neoclásico y las imágenes del santo y de su esposa, ambas del siglo XVIII. Eso sí, para poder visitarla hay que tener paciencia: la capilla, gestionada por la Real Congregación de San Isidro, solo abre al público el 15 de mayo.
En la margen derecha del río Manzanares, en el distrito de Carabanchel. Es ahí donde se alza la ermita dedicada al patrón madrileño, construida en el mismo lugar donde, según cuenta la tradición, san Isidro hizo brotar agua al chocar su vara contra una roca una calurosa tarde de verano con el único objetivo de calmar la sed de su amo, Iván de Vargas. Aunque tuvo que ser profundamente reformada tras la Guerra Civil, la ermita que hoy podemos visitar fue construida en 1725 bajo la supervisión de Baltasar de Zúñiga, marqués de Valero y virrey de Nueva España, en tiempos de Felipe V.
Pero antes, en este mismo lugar, ya hubo otra. En el año 1528 la reina Isabel de Portugal, esposa de Carlos I, ordenó su construcción junto al manantial cuyas aguas ya entonces se consideraban sanadoras. Parece ser que su hijo, el futuro Felipe II, se curó de una enfermedad tras beber de ellas. Así pues es milagrera… Pero no podemos abusar de ella: esta fuente solo abre con motivo de las fiestas de San Isidro.
Es durante estas fechas cuando los madrileños tienen por costumbre honrar a su patrón yendo a pasar el día a la cercana pradera de San Isidro, extensa zona verde de más de 35 hectáreas a la que acudían ya en romería los vecinos de Madrid en el siglo XVII, tal y como han inmortalizado a lo largo de la historia escritores y pintores, como Francisco de Goya. El 15 de mayo, y también los días previos, hay que llegar hasta aquí vestido como manda la tradición –mantones de Manila para ella, chaleco y parpusa para él- y disfrutar de una comida al aire libre en buena compañía. ¡Que no falten las rosquillas! A elegir: listas (con glaseado), tontas (tal cual, sin nada por encima) o de Santa Calara, recubiertas con merengue seco.
Y ADEMÁS…
Existen más lugares en Madrid relacionados de una u otra forma con el santo. Entre ellos, la Biblioteca Pública Municipal Iván de Vargas, en la calle de San Justo, que ocupa el espacio de un antiguo caserón perteneciente al que fuera señor del patrón de la ciudad. En su interior destacan dos magnolios centenarios y el brocal de un pozo con una imagen medieval labrada de San Isidro. Si alguien busca el lugar exacto donde nació el santo -por cierto, un 4 de abril– tendrá que dirigirse a la calle del Águila, donde la Capilla de la Archicofradía Sacramental de San Isidro, con una escultura suya del siglo XVIII, así lo recuerda.
En el Puente de Toledo, construido en el siglo XVIII por Pedro de Ribera, podemos ver, en dos hornacinas con elementos churriguerescos, esculturas de piedra caliza que representan a santa María de la Cabeza, con un cántaro en la mano, y a san Isidro, salvando a su hijo del pozo. Parece que nuestro patrón hizo algún otro milagro en el mismo sitio en el que se levanta la ermita de Santa María de La Antigua, en Carabanchel, hasta donde acudía para rezar y dar de beber a sus bueyes.
Ya hemos visto que en Madrid hay unas cuantas tallas y esculturas en honor a San Isidro. Aún hay una más: la que preside el mirador que se abre en los jardines de San Francisco El Grande, junto a la Basílica del mismo nombre, que están repletos de rosas. La obra, de Santiago Costa (1952), se titula El sueño de San Isidro y representa a un ángel posando su mano sobre la cabeza del santo, que está dormido. Un estupendo lugar para disfrutar de las vistas a la hora del atardecer.