Archivo Paralelo, 2020. Fernando Sánchez-Castillo.

Si Madrid fuera un ordenador, su disco duro sería el Archivo de Villa, que desde el año 1152 guarda los legajos generados y recibidos por el concejo municipal. Una exposición en Conde Duque muestra hasta el 7 de marzo algunos de los documentos más interesante, entre los que se encuentran planos y alzados de edificios, bandos y llamamientos, fotografía y registros, bajo el prisma de la mirada de doce artistas actuales a los que se ha invitado a dialogar con la memoria escrita de la ciudad.

Podríamos decir que El Arca. Lecturas contemporáneas del Archivo de Villa son dos exposiciones en una, pero lo cierto es que los documentos históricos y las piezas de nueva creación están tan estrechamente relacionadas, que se trata más bien de una sola muestra, tan sólida además que, pese a sus varios niveles de lectura, en sus salas resulta imposible disociar unos objetos de otros. Quien venga en busca de joyas como el Testamento de Beatriz Galindo, «La Latina», o la Carta abierta de Alfonso X «El Sabio» que por primera vez da nombre a Madrid, encontrará una cuidada selección de arte conceptual, tan cuidada que valdría como resumen o síntesis de lo que se ha visto en las ferias y galerías en los últimos años, al incluir nombres consagrados junto a otros emergentes. Y quien venga para ver las últimas propuestas de los creadores de hoy descubrirá un archivo que, pese a su enorme valor, sigue siendo desconocido para la mayoría de madrileños. En este sentido el trabajo de su comisaria, Pía Ogea, ha sido el de hilvanar temas, discursos y estéticas como si fuera ella misma una archivara que en los cajones y anaqueles del viejo cuartel del Conde Duque conecta pasado, presente y futuro.

Archivo de Villa

Las revoluciones y las guerras, tanto la Civil como la de Independencia, ocupan un lugar especial en el relato de los historiadores. Sobre el imaginario que surge alrededor de toda contienda o de todo levantamiento popular, y también sobre su frustración y dolor, reflexionan Marco Prieto en sus Volutarixs de la libertad, Daniel Silvo en Monarca recobrado: Homenaje de amor y eterna gloria o Fernando Sánchez Castillo en su Archivo paralelo. En esta segunda obra se presentan entremezcladas fotografías anónimas y notas de periódico de la propia colección del artista. Subraya una cita de la Relación de víctimas del 2 de mayo que habla por sí sola: «Manuela Malasaña…(condenada) por portar unas tijeras». La idea de completar el archivo, puesto que todo archivo es siempre incompleto, aparece también en Cúpulas, la serie de dibujos de Carlos Garaicoa en los que va archivando -nunca mejor dicho- distintos casos de corrupción política, o en A Gaspard Winckler, que sigue vivo, el proyecto en el que Marla Jacarilla falsifica las rúbricas de numerosos artistas, algunos de las cuales están recogidas en el censo municipal. ¿Os imagináis que algún día un artista del futuro busca aquel documento administrativo que firmasteis y lo expone? Pues eso es lo que hace con José Gutiérrez Solana y con Joaquín Sorolla. El aura de su letra y de su puño es equiparable al aura de muchos de los documentos aquí atesorados. El volumen de esta sacralidad se hace literal en la obra de Marlon de Azambuja, Pensamientos. Pero el archivo es además un lugar en el que perderse, como nos cuenta Gema Polanco en Lo que no me dejan ver y Clara Sánchez Sala en Laberinto de símbolos, laberinto de tiempo invisible.

Lo que no me dejan ver, 2020. Gema Polanco.

Merece una mención especial el interés de algunos artistas por la arquitectura, dado el inmenso fondo de proyectos realizados o solamente soñados que custodia el Archivo de Villa. Mientras Françoise Vanneraud imagina una geografía urbana alternativo en Travesía inesperada, un collage en el que se entremezclan edificios de distintas épocas, Ángela Cuadra hace collages con detalles mínimos (aceras, portales rincones) de la zona de Palacio en Alineaciones. Ignasi Prat presta atención a la arquitectura del primer franquismo en El mundo de los vencedores y por último, Ignasi Aballí, probablemente el más veterano de todos los creadores de la exposición, evoca y recrea de manera simbólica el mercado de flores y pájaros tropicales que se diseñó para la Plaza de Santa Ana y del que sólo quedan los dibujos del archivo.

Algunos de los documentos históricos del Archivo de Villa están disponibles para cualquier interesado en la Biblioteca Digital Memoria de Madrid, que siempre es una web llena de sorpresas y curiosidades. Ahora somos nosotros quienes nos preguntamos qué archivos habríamos elegido del disco duro de la ciudad.

Travesía inesprerada, 2020. Françoise Vanneraud

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