Madrileñeando

Categoría: Diversión 6 mayo 2021

Madrileñeando con vistas al Palacio Real en la Terraza Sabatini (© Álvaro López del Cerro).

Ni existe el verbo ni existe la acción, pero todos los que hemos nacido o vivimos en Madrid sabemos lo que significa madrileñear. Por mucho que las prisas se apoderen de nosotros, en esta ciudad es posible vivir despacio y encontrar tiempo suficiente para disfrutar del atardecer en una terraza, pasear y descubrir nuevos sitios, curiosear. Sí, ser un poco turista, con todos los sentidos alerta y, siempre, siempre, bien acompañados. Porque madrileñear es compartir… ¡madrileñeemos juntos! Eso sí, con mucha responsabilidad.

¿Callejeamos por el Barrio de las Letras?

Pero, ¿quién fue el primer personaje de nuestra historia al que le dio por madrileñear? Quizás fuera Quevedo o tal vez Lope de Vega, o cualquiera de los escritores del Siglo de Oro que eligieron nuestro hoy Barrio de las Letras para vivir en él. Situada entre la cada vez más de moda plaza de Canalejas y el paseo del Prado, esta es una de las mejores zonas de Madrid para iniciarse en el noble acto del madrileñeo por muchos motivos. Tienen sus comercios, algunos centenarios, y teatros, como el Español, el más antiguo de Europa en activo, un cierto regusto castizo que nos hace conectar muy bien con nuestros orígenes.

El Barrio de las Letras y su Mercado de las Ranas (© Álvaro López del Cerro).

Merece la pena tomar algo en las terrazas de la plaza de Santa Ana, comer en restaurantes de moda, como Triciclo, y recorrer cada uno de sus rincones, sobre todo el primer sábado de mes, que es cuando tiene lugar el Mercado de las Ranas, durante el cual los comerciantes sacan sus escaparates al exterior.

En el Mercado de Motores también hay food trucks (© Mercado de Motores).

Hay que ver lo que nos gusta un mercado a los madrileños. Los amantes del diseño y las cosas diferentes tienen que apuntar en su agenda el Mercado de Diseño, en la Estación de Chamartín, y el Mercado de Motores, en el Museo del Ferrocarril, ambos el segundo fin de semana de mes. Su oferta es ¡complementos con estilo y buena música! Aunque habrá quien prefiera simplemente hacer la compra y llenar la cesta con productos kilómetro cero, que es lo que ofrece el Mercado de Productores, junto al Planetario, el primer y tercer domingo de cada mes. Para todos quedará el mercadillo al aire libre más famoso de Madrid, El Rastro, otro de esos sitios donde madrileñear bien a gusto, como hicieran en sus tiempos los escritores Ramón Gómez de la Serna o Paco Umbral.

Un plan para el domingo siempre pasa por El Rastro (© Álvaro López del Cerro).

Aunque se celebra solo los domingos y festivos por la mañana, El Rastro tiene vida, y mucha, cualquier día de la semana. Este es el plan: ¡perderse por sus calles! Por aquí y allá surgirán espacios curiosos, como las Galerías Piquer, y, sobre todo, almonedas, tiendas de antigüedades, como El Laberinto, solo para nostálgicos, y talleres artesanos de ayer pero también de hoy, como Eturel, donde Eduardo nos propone, aguja en mano, una vuelta a lo rural. Las compras aquí son lo primero, sí, pero ¿y después? La tradición manda tomar algo, quizás unas cañas y unos caracoles en Casa Amadeo, un cocido, si no hace mucho calor, en Malacatín, o una sidra en La Bobia, neotaberna asturiana sucesora de un mítico bar de La Movida en el que también madrileñearon lo suyo algunos de los personajes de las películas de Pedro Almodóvar.

¡Qué ricos están los bocatas de La Campana! (© Álvaro López del Cerro).

Zonas de tapas  hay muchas para ejercer de madrileño ahora que llega el buen tiempo. Todo un clásico es la Plaza Mayor y más clásicos aún esos bocatas de calamares ante los que hay que sucumbir al menos una vez al año. ¿Mis favoritos? Los de La Campana. Por La Latina apetece siempre dejarse caer para saborear tapas muy nuestras, como los huevos estrellados de Los huevos de Lucio o los de la taberna El Almendro. A los más modernos siempre les quedará la calle de Ponzano, con lugares imprescindibles como Sala de Despiece, y a los gourmets de corazón, la zona de El Retiro, con Arzábal y sus croquetas en el top de todas las listas. Unas croquetas a las que no hubiera puesto una pega Emilia Pardo Bazán, que habló de ellas largo y tendido en sus tratados de gastronomía. A la autora gallega también le gustaba madrileñear, a veces en secreto, con Benito Pérez Galdós, el escritor que mejor ha retratado nuestra ciudad y sus modos de vida.

Siempre apetece un paseo por el Parque de El Retiro (© Álvaro López del Cerro).

Al Retiro hemos llegado. Y hacemos un alto en el camino. Mayo es el mes perfecto para pasear o hacer un poco de ejercicio al aire libre. ¿Quién no ha sentido ganas algún domingo de montarse en una de las barcas del estanque? El embarcadero fue creado por iniciativa de Isabel II, la reina más castiza, que de madrileñear seguro que sabía un rato. Hay más parques en Madrid para respirar a pleno pulmón: el del Oeste, que culmina en una primaveral Rosaleda, la Finca Vista Alegre, con su jardín romántico, que se puede visitar por primera vez desde este mismo mes (previa reserva, eso sí), o Madrid Río, estupendo para salir a correr o montar en bici, algo que también se puede hacer en la Casa de Campo.

Villa Verbena espera a sus clientes junto al lago de la Casa de Campo.

Aunque aquí lo que está de moda es sentarse en las terrazas que despliegan sus nuevos quioscos, instalados en torno al lago, auténtico paseo marítimo en nuestra ciudad. En las cartas del Café del Lago, Villa Verbena, Contramar y El Ancla el Mediterráneo se hace presente mientras contemplamos el sky line más clásico de Madrid. ¡Atención! Hay que reservar con tiempo.

Un sitio de moda: la terraza 360º del Hotel RIU Plaza de España (© Álvaro López del Cerro).

¿Y si no hay sitio? Pues tendremos que mirar hacia arriba… En Madrid también hay terrazas que nos permiten casi tocar el cielo con los dedos. Pionera de todas fue la Azotea del Círculo de BellasArtes, que nos enseñó a los madrileños el inmenso placer que se siente al contemplar el horizonte más allá de las cúpulas y tejados de los edificios de la Gran Vía. Tras ella llegaron lugares hoy indispensables para comer, cenar o tomar un cóctel con vistas. Para esto están la Terraza de Sabatini,  justo enfrente del Palacio RealPicalagartos, soba la Red de San Luis que a punto está de recuperar el templete del Metro de Antonio Palacios,  la terraza del Hotel Santo Domingo -¡quiero esa mesa a solas!- o la altísima 360º del Hotel RIU Plaza España, en la que madrileñea  C. Tangana en el vídeo de uno de sus últimos éxitos, Tú me dejaste de querer.

La hora del atardecer en el Tempo de Debod.

Todas estas terrazas, y muchas más, repartidas entre el infinito y el suelo, ofrecen la posibilidad de contemplar un fenómeno muy madrileño: el atardecer. Un momento del día que fascinó a un ilustre sevillano que también supo madrileñear: Diego Velázquez. Hay multitud de sitios para contemplar el instante exacto en el que cielo se pinta de rosa, amarillo, violeta… Los jardines de Las Vistillas, llamados así por sus estupendas vistas de la ribera del Manzanares y la Casa de Campo, es uno de ellos. También el mirador del Templo de Debod o el vallecano Cerro del Tío Pío, más conocido como el Parque de las Siete Tetas.

Plaza de San Ildefonso.

En cualquiera de estos lugares podemos abrazarnos a esas primeras horas de una noche que, aunque ahora no podemos prolongar, en Madrid se vive de una forma especial. Hasta que llegue el momento podemos pensar en ella desde cualquier plaza, algunas tan animadas como la de San Ildefonso, en pleno barrio de Malasaña. Un sitio estupendo para curiosear y dejar que la mirada se pierda en pequeños detalles. Ahí va uno: debajo de la placa de la calle de San Joaquín, con la que comparte espacio, hay una foto de Joaquín Sabina, nuestro más famoso trovador urbano. ¡Búscala! Habrás encontrado al hombre que mejor ha madrileñeado siempre sin salir de Madrid.

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