Las criadas.

En una entrevista para la BBC, Jean Genet reconoció que no había visto demasiado teatro, sólo algunas obras de Alejandro Dumas. Sin embargo, Las criadas, su primera incursión en la escritura dramática, se convirtió en todo un acontecimiento tras su estreno en 1947. Aunque parte de la crítica de su tiempo consideró que el texto era una ensoñación violenta alejada de todo realismo, lo cierto es que hoy es uno de los títulos fundamentales del siglo XX, traducido y representado en numerosas ocasiones. En esta producción que dirige Luis Luque y que puede verse en el Teatro Bellas Artes de Madrid hasta el 9 de enero, Ana Torrent, Alicia Borrachero y Jorge Calvo encarnan a tres mujeres condenadas a soportarse que, como si fueran las víctimas de una condena mitológica, tratan de engañar a su destino.

La vida de Jean Genet estuvo marcada por la experiencia carcelaria. Su madre se desentendió de él a los pocos meses de nacer. Creció en una familia de adopción que, con los años, también le abandonaría. Pasó por varios reformatorios, de los que se escapaba una y otra vez. A los diez años cometió su primer hurto. Más tarde fue acusado de mendicidad, robo, falsificación de documentos y conducta impúdica y obscena -como cuenta en Diario de lun ladrón se prostituyó en París y Barcelona-. Gracias a una carta firmada por Sartre, Cocteau y Picasso, entre otros intelectuales, se libró de la cadena perpetua y en 1948 su caso fue archivado. Entonces ya había publicados las novelas Santa María de las Flores y Querelle de Brest, que cayeron como bombas en las librerías francesas. Siempre dijo que se sentía sólo, que estaba realmente sólo. La historia de su vida y su literatura -en ocasiones lo mismo- reflejaba las grietas que se abrían en una sociedad autocomplaciente.

Las criadas, Claire y Solange, son las dos caras de Jean Genet. Claire es el niño adoptado que busca el amor y el reconocimiento, Solagne el adolescente que huye de los reformatorios. Todos los días, cuando se quedan a solas, hacen una ceremonia, se intercambian los papales y tratan de poner fin a su cautiverio, que aunque no tiene rejas de metal se manifiesta a través de las estructuras invisibles del poder. Genet conocía bien todos los presidios, y también éste, el que no se ve, el que nos envuelve como un fanal de vidrio igual que si fuéramos las flores que tanto disgustan a la señora en la ficción: una cárcel de cristal que también es una reflexión existencialista -no es casualidad que Sartre escribiera una biografía del autor, San Genet, comediante y mártir, porque para ambos el infierno éramos los demás-.

Esta adaptación de Las criadas, traducida por Paco Bezerra, iba estrenarse en la primavera de 2020, pero debido a la pandemia, tuvo que posponerse hasta el otoño pasado, cuando pudo verse en las Naves del Español en Matadero. Un año después vuelve a Madrid, al Teatro Bellas Artes, que con este texto apuesta otra vez por la calidad literaria en su programación. Sin ningún atisbo de exageración, Ana Torrent y Alicia Borrachero hacen una de las mejores interpretaciones que he visto en los últimos años. A través de la música, escrita por Luis Miguel Cobo, se subrayan el suspense y la acción de una obra que mantiene al espectador agarrado a la silla durante hora y media. El vestuario de Almudena Rodríguez, el espacio escénico de Mónica Boromello y la iluminación de Felipe Ramos dan coherencia a la propuesta de Luis Luque, que con Las criadas demuestra una vez más su extraordinaria pulcritud para hacernos entender un buen texto y disfrutar, aunque sea, como en este caso, de la cárcel.

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