Hasta el 10 de febrero puede verse en el Real Jardín Botánico la exposición Estado Natural, que reúne las fotos con las que Asier Rua documentó el impacto de Filomena, la nevada más intensa que ha habido en Madrid en los últimos cien años, en la Casa de Campo.
Además de los acontecimientos terribles que marcaron el año pasado y que todos conocemos, Madrid recuerda estos días una efeméride inolvidable para quienes la vivimos. El temporal, que durante un día y una noche cubrió la ciudad bajo un metro de nieve, comenzó la tarde del jueves 7 de enero con una lluvia suave. El viernes, a partir de las seis, la cellisca copiosa empezó a complicar la situación. Sobre las diez se cortaron algunas líneas de tren y miles de conductores se quedaron atrapados en las autovías. El sábado despertamos en una capital que se parecía a Moscú o Toronto y que muchos vecinos nos dedicamos a explorar con ojos de turista, como si nunca antes hubiéramos estado aquí. Los días siguientes el hielo sustituyó a la nieve y se hizo muy complicado caminar por las calles. Había que pegarse a las fachadas y avanzar con paso firme agarrándose a las rejas de los escaparates. Aún así, hubo gente que se rompió una pierna o un brazo. Por lo que pese a toda la belleza que nos había regalado Filomena, más o menos a partir del jueves, la mayoría de los madrileños estaban hartos de ella.
Pero Filomena, como nos recuerda Asier Rua en la exposición que ahora puede verse en el Invernadero de los Bonsáis del Real Jardín Botánico, no sólo transformó de manera sorprendente el paisaje de la ciudad, sino que además fue un síntoma del cambio climático. Mientras las encinas y los robles habían resistido las envestidas del viento y el peso de la nieve, los aligustres y los pinos perdieron buena parte de su ramaje, y algunos, incluso, cayeron totalmente al suelo. Los parques se cerraron durante varios días y Madrid fue declarado zona catastrófica.
Las semanas posteriores a la tormenta, el fotógrafo se dedicó a recorrer la Casa de Campo en bici para ver los daños devastadores de Filomena. Allí estaban los troncos cortados y apilados por los servicios de medio ambiente del Ayuntamiento. Había zonas enteras intransitables debido al riesgo de derrumbe. El centenario pinar de las Siete hermanas, uno de los parajes más hermosos del bosque, había sufrido los efectos de la nieve, como también lo sufrieron muchos de los árboles -por ejemplo, las palmeras- del Real Jardín Botánico.
En una operación de restitución simbólica -como si fuera un chamán que practicase la magia simpática-, Asier Rua fotografía bocabajo los árboles cercenados con sus copas caídas, para devolverlos al estado natural en el que estaban antes, es decir con las ramas apuntando hacia lo alto. El recurso es muy sencillo y nos ofrece imágenes de gran potencia expresiva, que podrían recordarnos a proyectos anteriores -pongamos por ejemplo el libro Madrid interior, en el que retrata la esencia silenciosa de viviendas y comercios. La muestra es una llamada de atención a los efectos que puede tener en la biodiversidad la alteración de las temperaturas y fenómenos tan inesperados como Filomenas. Estará abierta hasta el diez de febrero en el Real Jardín Botánico y es una excusa perfecta para volver a pasear por las zonas verdes de Madrid con ojos renovados.