Coinciden en Madrid estos días dos obras que reflexionan en torno al límite entre ficción y realidad, y por lo tanto sobre el eterno tema de lo verdadero y lo falso en el arte y en la vida; sobre el poder de la imaginación y la capacidad de la mirada subjetiva, de los mitos y los relatos, para transformar nuestra percepción de los hechos. En el Teatro Valle-Inclán del Centro Dramático Nacional podemos ver hasta el 16 de abril lo último de Alfredo Sanzol, Fundamentalmente fantasías para la resistencia, y en el Centro de Cultura Contemporánea Condeduque hasta el 19 de marzo, Una imagen interior, de la compañía El Conde de Torrefiel, integrada por Tanya Beyeler y Pablo Gisbert.
Ya Plantón se preguntaba si las cosas eran en las cosas en sí mismas o una imagen proyectada desde el interior de la caverna. Pero más dos mil años no han sido suficientes para esclarecer los significados de ficción, realidad y verdad y tal vez ahora -tiempo de noticias falsas y chutes de propaganda- la misma incertidumbre de siempre nos preocupa todavía con más fuerza. ¿Es verdad lo que vemos en la tele? ¿Y lo que nos reenvían amigos y familiares? ¿Alguna de las conspiraciones es cierta? ¿O son todas falsas? ¿Y por qué la ficción puede ayudarnos a delimitar la realidad? ¿Tenemos tan claro que nos ayuda a delimitarla? ¿O tal vez la recrea, la conjura, la aplaca?
Alfredo Sanzol imagina la historia de Patricia, una autora y directora de teatro que ha convertido el local de ensayos de su compañía en un refugio durante la invasión rusa de Kiev en marzo del año pasado. Para mantener a su hija alejada de los comités de defensa, propone montar una obra titulada Pin, Pan, Putin. A los actores les resulta complicado avanzar con la ficción, pero cuando el personaje del sátrapa muere en su relato, la realidad da también un giro de 180 gratos y a partir de ese momento todo se convierte en un caos. Porque, como se pregunta el dramaturgo, ¿se puede hacer algo sin imaginárselo primero? Fundamentalmente fantasías para la resistencia surgió en la cabeza de Aldredo Sanzol mientras ensayaban El Golem, que pudimos ver el año pasado en el Teatro María Guerrero. Cuenta con música en directo y un elenco de lujo, formado por Paco Déniz, Elena González, Natalia Hernández, Javier Lara, Juan Antonio Lumbreras, Pablo Márquez (Nikolai), María Moraleja, Julia Rubio, Pepe Sevilla y Eva Trancón.
Por su parte y, como en otras ocasiones, El Conde de Torrefiel nos propone un texto que apela antes a nuestro corazón que a nuestras ideas, un poema en movimiento que traza dibujos en al aire, coreografías más o menos ensayadas y una naturalidad -que no naturalismo- inusitada en el escenario. En Condeduque prensenta un trabajo que ya pudo verse en el Festival Grec y que plantea distintos escenarios, como el museo, el supermercado o las cuevas rupestres, donde surgen los imaginarios que definen y nos atan a la realidad, si es que la realidad existe y no es sino la suma de muchas ficciones. Imaginarios como los de la patria, la religión, la economía, el arte… Para contar todo esto dibujan una pieza abstracta, compleja, que coquetea con la danza y la performance. Una imagen interior la protagonizan Gloria March Chulvi, Julian Hackenberg, Mauro Molina, David Mallols, Anaïs Doménech y Carmen Collado.
Con estas dos propuestas totalmente distintas entre sí -el teatro de texto de Fundamentalmente fantasías para la resistencia y el teatro postdramático de Una imagen interior, volvemos otra vez a la caverna de Platón, bien sea ésta el lugar en el que se refugian las víctimas de la guerra o el lugar en el que se encuentran escondidas y a salvo las ideas auténticas.