Coronada y el toro. Francisco Nieva. Foto de Javier Naval.

Las Naves del Español en Matadero recuperan Coronada y el toro, un clásico del “teatro furioso” firmado en 1974 por Francisco Nieva. Del mismo creador total -dramaturgo, escenógrafo, narrador, ensayista- también podemos ver estos días, en la Sala Andrea d’Orico del mismo centro en su sede de la Plaza de Santa Ana, la reproducción de algunos de los dibujos que componen su Cuaderno romántico. Tanto la obra como la exposición reflejan una fantasía endiablada -a veces incluso diabólico-, una pulsión de libertad sin bridas y una erudición tan barroca, que son muchas las capas y capas de lectura que pueden desentrañarse, en un laberinto de piel y hueso casi infinito, para nuestro delite y tormento. Asombra que bajo la dirección de Rakel Camacho, y gracias al cante de Álvaro Romero, el texto vuele todavía más alto si cabe y se precipite sobre un escenario convertido en coso taurino, donde el brillo violento del estoque y la alegría de un paso doble hacen vibrar de miedo y deseo a unos actores entregados, y a un público que sólo puede salir de esta catarsis en estado de buenaventura, fraguando nuevas ideas. Sin duda estamos ante una producción de las que hacen historia.

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