La voluntad de creer. Jesús Guerra.

En septiembre de 2022 las Naves del Español en Matadero estrenaron La voluntad de creer, la obra escrita y dirigida por Pablo Messiez que unos meses más tarde fue la ganadora del Premio Max al Mejor Espectáculo Teatral. Ahora vuelve al escenario madrileño, donde podrá verse hasta el 26 de abril.

Mientras el público se sienta en las gradas, los actores pululan por el escenario. En el suelo sólo está el linóleo, los bastidores que más tarde conformarán el decorado permanecen en la sombra. Al fono, la puerta abierta de la nave deja ver el trajín de la tarde en Matadero. Pronto va a comenzar una obra de teatro y los espectadores pactarán con el dramaturgo un acuerdo: creer en los personajes, creer que son de carne y hueso. Una pareja de lesbianas llega a un pueblo perdido del País Vasco, de donde es originaria una de ellas (Mamen Camacho). La otra es argentina y está embarazada (Marina Fantini). Nadie les espera, a pesar de que la primera cuenta con tres hermanos. La mayor va en silla de ruedas y gasta un humor de perros (Rebeca Hernando), la otra es poeta y se refugia en sus versos para paliar su amargura (María Jáimez), y el varón camina y bailando y parece tener la cabeza ida, porque dice ser Jesucristo (José Juan Rodríguez). En un pequeño televisor se retransmite Ordet, la mítica película de Dreyer que a su vez está basada en la obra de teatro de Kaj Munk La palabra, de la que La voluntad de creer es una relectura. Poco después aparece el médico (Sergio Adillo), que encarna la razón y la duda, la ciencia y su incapacidad para responder a todas las preguntas.

Cada vez son más los escritores, dramaturgos y cineastas, pertenecientes a una nueva generación de artistas, a los que les preocupa la cuestión de la fe. No entendida como un dogma impuesto que nadie ni nada puede quebrar, sino como la posibilidad de un espacio en el que las normas de la razón queden suspendidas y donde sea posible hablar del misterio, pero también de la esperanza. Que estamos necesitados de creencias para crear un mundo mejor es innegable, y basta con abrir las páginas de cualquier periódico para percibir el clima apocalíptico que lo envuelve todo. La obra de Pablo Messiez navega en esta dirección y arroja luz en las tinieblas. A su manera es también teatro religioso, como lo es La palabra de Kaj Munk. Pero de una religiosidad libérrima, que renuncia a los credos y da una oportunidad al verbo para transformar la realidad. Cualquiera que sea poeta o que se haya emocionado con un poema no quedará indiferente ante este ritual que sucede cada noche en el teatro.

Pablo Messiez sabe que cuando nos sentamos en las butacas todos queremos que se obre un milagro, una suerte transustanciación, hacer que las palabras escritas sobre el folio se conviertan en vida, a través de la voz y el cuerpo de quiénes las pronuncian, y a través del oído y del corazón de quiénes las escuchan. Precisamente de esto va La voluntad de creer, en las Naves del Español en Matadero hasta el 26 de abril.

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