La fábula. El Greco. 1580. Museo del Prado.

A todos nos gustaría entrar en los museos a media noche, caminar sin tropezarnos con los turistas y contemplar en silencio las obras de arte. El Prado abre sus puertas hasta las 23:30 los primeros sábados de cada mes a partir de febrero y el Thyssen-Bornemisza ofrece la posibilidad de visitar sus exposiciones temporales hasta las 23:00 todos los sábados. El Reina Sofía cuenta ya con un horario muy extenso, excepto martes y domingos, el resto de días cierra a las 21:00.

En su colección de relatos Un novelista en el Museo del Prado, Manuel Mujica Lainez imaginó que las figuras de los lienzos cobran vida al caer el sol. En La infanta baila el escritor y periodista Manuel Hidalgo Ruiz especuló con la posibilidad de que Las Meninas fueran de juerga cuando los guardias de seguridad cierran los ojos para echarse una cabezada. Y Rafael Alberti escribió una obra de teatro en la que los personajes de Los fusilamientos del 3 de mayo en Madrid se unen a los milicianos para proteger las obras maestras durante los bombardeos del bando nacional. Por supuesto todos estos fenómenos sobrenaturales suceden bajo la luz de la luna, a horas que la mayoría de nosotros aprovechamos para dormir. La noche protagoniza también numerosos cuadros, porque hay situaciones que sólo se dan en la más profunda oscuridad.

Los fusilamientos del tres de mayo en Madrid. Goya. 1814. Museo del Prado.

El infierno siempre es tenebroso

Los pintores flamencos vislumbraron el infierno como una ciudad en llamas. El Bosco lo incluyó en dos de los trípticos que se conservan en el Museo del Prado, El carro de heno y El jardín de las delicias. Las sombras se ciernen sobre los condenados, a los que solo ilumina el fuego mientras sufren todo tipo de torturas. Son dos de las representaciones más antiguas de la noche, puesto que durante la Edad Media los artistas evitaron pintar la penumbra por razones teológicas y técnicas. Sin embargo, para los maestros del Renacimiento se convirtió en un reto. El Greco demostró su destreza en un lienzo titulado La fábula: un niño sostiene en sus manos una ascua, que alumbra violentamente su rostro y el de sus acompañantes.

Ya en el Barroco, Rubens situó la Adoración de los magos en mitad de la noche. Aunque la estrella fugaz brilla por su ausencia, nos la imaginamos encima del portal de Belén. Llaman la atención las antorchas de los pajes, que nos recuerdan a las del Prendimiento de Cristo de Van Dyck, el más ducho de sus discípulos. El tenebrismo había triunfado en toda Europa y prueba de ello son las obras de Caravaggio, La Tour, Ribera y Zurbarán, artistas presentes en las colecciones del Prado. Pero el gran noctámbulo del museo nació un siglo más tarde. En sus grabados Goya representó brujas, monstruos y espectros entre tinieblas, escenas de horror que más tarde plasmaría en las paredes de su casa, la Quinta del Sordo, y que hoy conocemos como Las pinturas negras.

Calle con prostituta de rojo. Ernst Kirchner. 1914-1925. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

El Reina Sofía tiene sus propios fantasmas. Algunos trabajadores del museo han visto deambular por el claustro del antiguo hospital de Sabatini a las monjas que hace décadas atendían a los enfermos y en una sesión de ouija un espíritu se presentó con el nombre de Ataulfo. Cuentan que aquella noche advirtió a los presentes de una terrible desgracia. En la colección del museo hay al menos dos cuadros premonitorios y nocturnos. Uno es El enigma de Hitler de Salvador Dalí, en el que vemos una foto del dictador en un plato con cinco judías, y el otro es El autorretrato de Alfonso Ponce de León. En este último el cuerpo del artista ha salido disparado del coche en el que viajaba. Pocos meses después moriría fusilado junto a su hermano y su padre en la carretera de Vallecas, después de pasar por la checa del Madrid republicano.

Bailar hasta la madrugada

En el Museo Reina Sofía hay noches más alegres. En su gran lienzo Un mundo, Ángeles Santos soñó con un planeta cúbico en el que la gente se divierte en los cines y las estrellas suben por unas escalares hasta el Sol, donde encienden sus bengalas. Guillermo Pérez Villalta firmó un retrato colectivo en el que aparecen algunos de los integrantes de la Movida madrileña. En Personajes a la salida de un concierto de rock posan, entre otros, los músicos Bernardo Bonezzi —guitarra en mano—, Carlos Berlanga —de cuclillas—, y Alaska, que sigue prácticamente igual, es la joven con un pantalón de leopardo que se esconde debajo de la escalera. La marcha urbana había comenzado mucho antes. En la época de entreguerras cines, cabarets y tugurios fueron el paraíso o el infierno de los trasnochadores. En el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza algunas de las obras de los expresionistas muestran este desenfreno. En Metrópolis de George Grosz todo el mundo está corriendo bajo la luz de las farolas y en Calle con prostituta de rojo de Ernst Kirchner el título es muy explícito.

Los descargadores de Arles. Van Gogh. 1888. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

Si nos dejaran permanecer en el museo hasta la madrugada, el alba nos sorprendería antes de que nos diéramos cuenta. Por último, nos asomamos a dos escenas que transcurren entre el día y la noche. De Friedrich es Mañana de pascua, en el que un grupo mujeres caminan hacia el horizonte, y de Van Gogh Los descargadores de Arlés, donde unos hombres traen carbón por el Ródano al mismo tiempo que el sol se oculta detrás del horizonte. La magia y el misterio, el pecado y el amor tienen lugar al amanecer. Se dice que por la noche todos los gatos son pardos, pero en los museos del Paisaje de la Luz los hemos visto de distintos los colores: violentos, locos, enamorados…

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